En Puebla, ni PRI ni PAN, levantan

Martes, 30 Julio 2019 21:36 Escrito por Gabriel Sánchez Andraca

Columna | P U L S O    P O L I T I C O

           Tanto el PRI, como el PAN poblanos, están viviendo una tragedia, su desintegración en Puebla, por culpa de los errores de sus propias cúpulas. No hay posibilidades inmediatas de su total recuperación.

            Pueden avanzar un poco en las elecciones del 2021, en que serán renovadas las cámaras de diputados federal y estatal, así como los 217 ayuntamientos, pero no constituirán una fuerza política confiable para la ciudadanía. Los ciudadanos ya los conocen, parecen estar hechos del mismo barro, pese a que históricamente fueron partidos rivales, hoy parecen partidos gemelos acusados de los mismos delitos políticos por un pueblo a punto de estallar por el crecimiento de la inseguridad, de la violencia, de la impunidad y de la corrupción en los gobiernos presididos por el PAN y el PRI.

            Los gobiernos federales surgidos del neoliberalismo priísta y panista, como afirma “ya sabe quién”, han sido incapaces de frenar esos males que agobian a todos los mexicanos desde hace años y que en vez de decrecer, han crecido desorbitadamente poniendo de relieve, la insensibilidad social y política de nuestros gobernantes, que además, se han dado vuelo con eso de la corrupción y la impunidad, en grados nunca antes vistos.

           Hoy, con la 4T, se han visto intentos serios de remediar las cosas y ya las clases medias, proclives a la derecha, están poniendo su grito en el cielo, pese a que el nuevo gobierno de la república, apenas tiene seis meses en el poder y ha tenido que empezar a desmontar un “aparato gubernamental”, corrupto e ineficiente, para poder dar resultados positivos, pues Roma no se hizo en un día y lo más difícil, es cambiar una cultura política que fue beneficiosa para una minoría poderosa, y sumamente dañina, para una mayoría rezagada, pobre, sin esperanza, sin futuro.

            Por eso los rumores totalmente insensatos, de golpe de Estado. de reducir el cuadro básico de medicamentos en el IMSS y en el ISSSTE y no se diga del Seguro Popular; por eso esa defensa a ultranza de un gobierno local, que se dedicó a construir obras innecesarias, sin ninguna proyección social, pero eso sí muy costosas y apantalladoras, a las que se imprimió un sello personal del gobernante, para que como en los tiempos de las monarquías europeas, se dijera: “esta obra es de Enrique II, de Felipe IV o de Juan de las Pitas XVIII.

            Al afirmar el gobernador electo, Luis Miguel Barbosa, que quitará el sello personal del ex gobernador a todas las obras construidas durante su gobierno, no está hablando de destruirlas, sino de descargarlas de ese individualismo a ultranza, de un gobernante sin sentido social, realizadas solo para beneficiar su imagen, pues aspiraba al máximo puesto político de este país.

            El lema que el pasado gobierno panista inventó pretendiendo perpetuarse no solo en el poder, sino en la memoria de los gobernados, de “Puebla sigue”, se cambiará en los hechos por uno nuevo: “Puebla no sigue” en manos de políticos sin sensibilidad social, sin sensibilidad política, construyendo obras costosas e inútiles que representan además, costosas cargas para el erario público, por pago de deudas que el Estado nunca antes había contraído y los elevados intereses que eso representa.

           Puebla ya no seguirá contratando a empresas constructoras de fuera, despreciando a las locales, en la realización de la obra pública; ya no construirá “arcos de seguridad”, que en los hechos, no han demostrado ningún grado de aficacia, en fin, Puebla, la Puebla que añoran algunos dirigentes empresariales, ya no sigue....

           El nuevo gobierno que presidirá Barbosa, ya ha anunciado que solo serán cambiados los altos mandos de las diversas dependencias estatales, pero que no habrá despidos masivos del personal de base, pues también se ha pretendido espantar a los trabajadores del Estado, con eso de que serán despedidos de su trabajo, como se hizo en el régimen panista, sin cubrírseles los pagos que por ley, tenían que recibir.

               En las próximas elecciones intermedias, las del 2021, los peligros para Morena, no están en los municipios del interior, sino en esta capital, donde las clases medias, de por sí proclives a la derecha panista, manifestarán su descontento, su animadversión a los gobiernos progresistas o de izquierda.

             Morena ha cometido errores y el más grave, es el de no constituirse como verdadero partido político, estableciendo una línea ideológica común, no crear su infraestructura y por lo mismo, carecer de organización real, propia de un partido político democrático moderno.

              El PRI y el PAN, están desorganizados y divididos internamente: muchos de sus militantes han emigrado a otras organizaciones, entre ellas Morena y los partidos tradicionales, siguen pasmados por la aplastante derrota que sufrieron en el 2018.

              En el PRI se decidirá el mes próximo quien será su dirigente nacional y esa decisión, la tomará, como siempre ocurre en ese partido, la cúpula nacional y las menguadas bases del tricolor, ya están demostrando su rechazo a esa forma de decidir las cosas. Ya saben que el designado dirigente nacional será Alejandro Moreno Cárdenas, ex gobernador de Campeche.

              Su contrincante, la ex gobernadora de Yucatán, Ivonne Ortega, dice que la reforma del PRI, será la que la militancia decida en una asamblea nacional, es decir, no tiene ningún proyecto para la recomposición de su partido, y el otro candidato, no registrado por cierto, el ex gobernador de Oaxaca, Ulises Ruiz, dice que el PRI debe ser reinventado, es decir, destruido y volver a construirse. Había o hay otra aspirante, pero nadie la toma en cuenta porque dentro del PRI, solo es conocida por haber sido candidata del PAN en alguna ocasión, para algún puesto de elección popular. Morena pues, tiene posibilidades de triunfo en la mayor parte de los municipios y distritos poblanos, siempre y cuando se organice como un verdadero partido político.

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