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“La carrera hacia los primeros lugares arruina la fraternidad”: Papa Francisco

Domingo, 01 Septiembre 2019 20:13 Escrito por Renato Martinez

En el Ángelus del Domingo XXII del Tiempo Ordinario, el Papa Francisco recordó que, “nadie puede ocupar el primer lugar en la mesa de Aquel que ocupó el último lugar, es decir, el Verbo hecho carne por la más alta humildad, con la finalidad de salvarnos a todos, hasta el último de los hijos del Padre”.

Ciudad del Vaticano.- “Con la enseñanza del Evangelio de hoy, Jesús construye un puente entre la mesa terrenal y la mesa celestial, aludiendo a la comunión final con el Padre en la eternidad. La elección de ocupar el último lugar expresa la conciencia de cuánto hemos sido amados sin nuestro mérito, por pura gracia. Es el Padre quien nos ha llamado, y es sólo Él, la fuente de todo beneficio y honor, quien puede decidir hacernos sentar en el banquete final”, lo dijo el Papa Francisco en su alocución antes de rezar la oración mariana del Ángelus del Domingo XXII del Tiempo Ordinario.

Una supuesta superioridad, arruina la fraternidad

El Santo Padre comentando el Evangelio de este domingo que, nos muestra a Jesús que participa en un banquete en la casa de uno de los jefes de los fariseos, y observa cómo los invitados corren para conseguir los primeros lugares señaló que, “esta actitud es bastante común en nuestros días, y no sólo cuando se nos invita a un almuerzo: buscamos el primer lugar para afirmar una supuesta superioridad sobre los demás”. En realidad, precisó el Pontífice, esta carrera hacia los primeros lugares perjudica a la comunidad, tanto civil como eclesial, porque arruina la fraternidad.

La humildad, construye relaciones auténticas

Ante esa escena, el Papa Francisco dijo que Jesús narra dos breves parábolas, a través de las cuales indica dos actitudes que son fundamentales en nuestras vidas: la humildad y la generosidad desinteresada. La primera parábola, señaló el Papa, se dirige a quien es invitado a un banquete, y le exhorta a no ponerse en primer lugar, y recuerda que Jesús nos enseña a tener una actitud opuesta. “Por lo tanto, no debemos buscar por nuestra propia iniciativa la atención y consideración de los demás, sino más bien dejar que sean los otros a dárnosla. Jesús nos muestra siempre el camino de la humildad, porque es el más auténtico, que también nos permite tener relaciones auténticas”.

La generosidad desinteresada nos lleva al amor de Dios

En la segunda parábola, explicó el Santo Padre, Jesús se dirige a aquel que invita y a la manera de seleccionar a los invitados a la fiesta. También aquí, subrayó el Pontífice, Jesús va completamente contracorriente, manifestando como siempre la lógica de Dios Padre. Y añade también la clave para interpretar su discurso: “Porque recibirás tu recompensa en la resurrección de los justos” (v. 14). Esto significa que quien se comporte de esta manera tendrá la recompensa divina, muy superior al intercambio humano que nos espera. El intercambio humano, de hecho afirmó el Papa, suele distorsionar las relaciones, introduciendo intereses personales en una relación que debe ser generosa y gratuita. En cambio, Jesús nos invita a la generosidad desinteresada, para abrirnos el camino hacia una alegría mucho más grande: la de ser partícipes del mismo amor de Dios.

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Hemos sido amados sin nuestro mérito, por pura gracia

Antes de concluir su alocución, el Papa Francisco recordó que, con la enseñanza del Evangelio de hoy, Jesús construye un puente entre la mesa terrenal y la mesa celestial, aludiendo a la comunión final con el Padre en la eternidad. “La elección de ocupar el último lugar expresa la conciencia de cuánto hemos sido amados sin nuestro mérito, por pura gracia. Es el Padre quien nos ha llamado, y es sólo Él, la fuente de todo beneficio y honor, quien puede decidir hacernos sentar en el banquete final”. Nadie puede ocupar el primer lugar en la mesa de Aquel que ocupó el último lugar, concluyó el Papa, es decir, el Verbo hecho carne por la más alta humildad, con la finalidad de salvarnos a todos, hasta el último de los hijos del Padre.

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