Cien años de la Constitución

Jueves, 02 Febrero 2017 18:33 Escrito por Gabriel Sánchez Andraca

Columna | P u l s o    P o l i t i c o

    Este domingo 5 de febrero, se celebra el primer centenario de la Constitución General de la República de 1917, que fue aprobada por el Congreso Constituyente en el Teatro de la República de la ciudad de Querétaro.

    En la escuela nos decían que fue la Constitución más adelantada en el mundo, que reconocía por primera vez, los derechos humanos y los que todo mexicano, por el solo hecho de haber nacido en este territorio, teníamos.

    Estableció claramente en el artículo 130, el laicismo del estado con el que se garantizaba el respeto a todas las creencias religiosas, sin preferencia por ninguna.

    El artículo tercero constitucional, que ha tenido cambios, regulaba la enseñanza en nuestro país, estableciendo que la educación básica (jardín de niños, primaria y secundaria) así como la normal (carrera de maestro) debía impartirla el Estado.

    Garantizaba la autonomía municipal en su artículo 115; establecía los sistemas de propiedad de la tierra, en el artículo 127 y los derechos de los trabajadores, en el artículo 123.

     La Constitución del 17, fue producto de una lucha armada, que se inició en 1910 y concluyó en 1921, pues la Revolución continuó después de que había sido aprobada la Ley Suprema de la República.

    No a todos los que participaron en esa lucha gustaba la nueva Constitución. Algunos líderes revolucionarios, como Pancho Villa, querían que siguiera rigiendo la Constitución de 1857, que al parecer nunca se respetó cabalmente y por eso dio origen a la dictadura porfirista y a la Revolución que estalló para derrocar a quien se había instalado en el poder, treinta años antes.

    Tampoco la nueva Ley Suprema, fue respetada. Alvaro Obregón hizo maroma y teatro para poder reelegirse, algo que la nueva Carta Magna prohibía, pues precisamente las continuas reelecciones de don Porfirio, dieron origen al estallido social de 1910.

    Una nueva Constitución, como la que nos rige, era necesaria para fijar nuevos derroteros al país y para reglamentar situaciones políticas, económicas y sociales, que habían surgido en el transcurso del tiempo y para resolver las cuales, no había reglamentación alguna.

     La Constitución General de la República de 1917, fue anterior a la Revolución bolchevique de Rusia, que el año de la promulgación de nuestra Carta Magna, estalló en Europa, para dar paso a la Unión de Repúblicas Socialistas, URSS, sistema que prevaleció hasta a finales de los años noventa del siglo pasado.

     A lo largo de cien años, la Constitución ha sufrido numerosos cambios sobre todo, en los artículos más importantes como son el tercero, el 123, el 127 y el 130.

    Los gobernantes priistas, herederos de la Revolución de 1910, a partir de los años ochenta no surgieron ni de la “bola” (lucha revolucionaria) ni de nuestras universidades, sino de universidades extranjeras, donde fueron enviados por sus enriquecidos padres (viejos revolucionarios o exitosos empresarios) a estudiar maestrías y doctorados a las universidades más prestigiadas de Estados Unidos y Europa.

    Su arribo al poder, en la década de los ochenta, dio una vuelta dramática a la vida nacional. La vieja clase política fue sustituida por tecnócratas sin sensibilidad social, sin conocimiento de nuestra historia y con la obsesión de hacer de México, un país del primer mundo, donde ellos habían estudiado.

    Han fracasado rotundamente. Ni somos del primer mundo, sino un país dependiente alimentario y energético, con una clase media empobrecida y con una clase popular en la miseria.

    Se nos hizo ingresar a la OCDE, una especie de club de países ricos, donde nosotros somos los coleros en todo: en educación, en desarrollo agropecuario, en desarrollo industrial, en salud y hasta en salario mínimo. Somos los pobres en ese club de ricos.

   Pertenecer al club, nos ha obligado a hacer cambios en educación, para capacitar a nuestros niños y jóvenes, para que sean buenos trabajadores maquiladores de las empresas extranjeras que se establezcan en nuestro territorio; a modificar substancialmente el sistema de propiedad de la tierra, para que vuelvan los inversionistas a hacer inversiones importantes en la agricultura y la ganadería, contando con la mano de obra de los campesinos que antes fueron dueños de esas tierras.

     Se modificó el derecho laboral (art.-127) quitando conquistas de los trabajadores organizados, que han perdido casi todas, incluyendo el pago de la liquidación a que tenían derecho cuando eran despedidos.

    El artículo tercero ahora permite la educación privada, que en el renglón de educación superior, domina casi todo, aunque se mantienen instituciones de prestigio como la UNAM, el IPN, la Escuela Nacional de Maestros y la Normal Superior y en provincia, las universidades estatales, normales primaria y superior, que son totalmente insuficientes para atender la demanda de la juventud mexicana, pues los gobiernos han preferido abandonar su responsabilidad en ese aspecto y dejarla en manos privadas.

    Finalmente, el laicismo del Estado se ha debilitado, cediendo terreno a la religión mayoritaria, a fin de lograr frecuentes visitas papales, que los políticos de todos los partidos creen que les benefician.

    Feliz “puente” del centenario de la Constitución, que ya ni en la letra, es lo que fue.

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