Además de ser sede del posgrado en Ciencias del Lenguaje del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades “Alfonso Vélez Pliego” (ICSyH), la emblemática Casa Amarilla es también el espacio donde Raquel Gutiérrez Estupiñán desempeña sus labores de docencia e investigación, desde hace poco más de 15 años. No obstante, la trayectoria en la BUAP de la investigadora adscrita al SNI, nivel 1, se remonta a 1985, año en el cual se integró a la planta de profesores de la Facultad de Filosofía y Letras.

          Si bien cuenta con una sólida formación en literatura, su interés por el conocimiento tiene múltiples focos: además de fundar el Seminario en Estudios Cinematográficos (SEC) del ICSyH, gran parte de su vida la ha dedicado al aprendizaje de lenguas, sobre todo el francés. Asimismo, durante su doctorado en Filología, cursado en la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) de Madrid, incursionó en los estudios de género, línea de investigación que a la fecha mantiene.

          Sus tesis de licenciatura y maestría se enfocaron en temas relativos al periodo colonial de la Nueva España. En la primera de ellas, abordó la figura de Juan de Palafox y Mendoza, mientras que en la segunda analizó el asedio de Tenochtitlán narrado en las Cartas de Relación de Hernán Cortés, desde una doble perspectiva: la semiótica y la hermenéutica. 

          Su constancia y rigor académico le han otorgado múltiples distinciones a lo largo de su trayectoria. En el año 2000, por ejemplo, fue ganadora del Concurso Literario Nacional Abigael Bohórquez, organizado por el Fondo Regional del Noroeste para la Cultura y las Artes, en el género de ensayo. Su trabajo estuvo basado en su tesis doctoral, específicamente en la obra de la escritora mexicana Luisa Josefina Hernández.

 “Aprendí lo que es la disciplina a través del estudio”

El interés por las humanidades surgió de entre las páginas de las lecturas a las cuales su padre la acercó desde temprana edad. A pesar de que era médico de profesión, su formación humanista se reflejaba en los libros, tanto de literatura como de ciencias naturales, que tenía en su consultorio. Debido a que comenzó a leer desde los 3 años, Raquel se convirtió desde muy joven en una lectora voraz.

          “Cuando terminé el primer año de primaria, me dieron un premio de aprovechamiento y mi papá me regaló los cuentos completos de los Hermanos Grimm. Es uno de mis recuerdos más significativos: estoy en el pasillo del departamento donde vivíamos y mi papá me pone en las manos ese libro que era bastante pesado para una niñita. Me pareció mágico abrirlo y ver en el índice los títulos de los cuentos; seguías los puntitos y, al ir a la página que indicaba, aparecía el texto. Ahí vi por primera vez la palabra ‘literatura’: por ahí empezó todo”, narra.

          Con esta formación, ella misma se considera parte de una generación “sándwich”: si bien fue instruida en labores domésticas, su padre siempre la instó para que cursara estudios de nivel superior. El ejemplo que el médico usaba era el de las tías de Raquel, quienes salieron adelante gracias a su perfil profesional como profesoras de jardín de niños y primaria. A pesar de su gusto por cocinar, bordar y tejer, reconoce que su inquietud intelectual es lo que prevalece: “Si tuviera que escoger, elegiría lo intelectual; afortunadamente puedo combinarlo”.

          Esta inclinación la llevó a matricularse en el Colegio de Letras de la BUAP, antecedente del actual Colegio de Lingüística y Literatura Hispánica (COLLHI). Tres años después continuó su licenciatura en Europa –una de sus mayores aspiraciones en aquel entonces–, tras contraer matrimonio con un belga. Así, se integró al Centro de Estudios Hispánicos de la Universidad de Lovaina, a mediados de los años 70.

          Además del cambio cultural que implicó su mudanza, Raquel se enfrentó a una exigencia académica que no había experimentado en México: “Me acuerdo que, durante los años que estuve ahí, no hubo ni un día en el que pudiera decir ‘hoy descanso’”. Sin embargo, afirma que gracias a que era aún una joven maleable, pudo adoptar el ritmo de trabajo que ha sido clave de su éxito académico. “Si estudias, tienes que programarte. No puedes decir ‘hoy no hago nada’”, sentencia. No obstante, reflexiona unos segundos, sonríe y complementa: “bueno, puede ser un día, pero no mucho”.

          Guiada por dicho rigor, posteriormente cursó la maestría en Ciencias del Lenguaje en el ICSyH, mientras impartía clases en el COLLHI y dedicaba tiempo para sus dos hijas, de 2 y 3 años y medio. “Cuando las niñas estaban en la escuela, esas horas trabajaba –me levantaba a las 3 de la mañana. Me amarraba prácticamente a la silla de mi escritorio y me decía ‘no te mueves hasta que sea hora de ir por las niñas’”, recuerda entre risas.

          Más tarde, se encontró ante la misma situación al ingresar al doctorado en la UNED. El apoyo de su esposo y de su madre, al igual que en el caso de la maestría, fue un factor determinante para cursar exitosamente el posgrado. “Por eso a mí nadie me puede decir ‘es que no se puede, es que no puedo, es que no tengo tiempo’. Yo lo hice prácticamente sin descarga académica y sin becas. Sí se puede: si uno lo quiere, lo hace como sea”, afirma.

El francés: una segunda patria

Alrededor de los 14 años, Raquel Gutiérrez Estupiñán realizó una llamada a la Alianza Francesa para preguntar sobre los cursos que la institución ofertaba. Tras el diálogo, quedó inscrita en un programa intensivo que marcaría el inicio de uno de los ejes rectores de su vida. “El francés es para mí una segunda patria, digamos; otra de mis especialidades”, expresa con emoción sentada en su cubículo, en la Casa Amarilla.

          Años de estudio y práctica la llevaron, en 2003, a participar en Le dictée des Amériques [El dictado de las Américas], una contienda mundial que reúne a personas procedentes de países donde el francés es lengua materna o tiene una presencia significativa. El certamen llevado a cabo en Quebec cuenta con dos categorías: Senior y Junior, divididas a la vez en hablantes nativos o no. Tras una ronda eliminatoria en la que los concursantes ponen a prueba sus conocimientos de la ortografía francesa, se elige a los ganadores mediante el dictado del texto de algún escritor consagrado.

          Después de superar todas las pruebas, la doctora Gutiérrez fue reconocida como Gran Campeona en la categoría Senior de hablantes no nativos, uno de sus triunfos más grandes, relata. “Eso quiere decir que podemos estar al nivel si trabajamos y si nos lo proponemos. ¿Tuve ayuda? Sí. Estuve practicando durante dos años con una profesora francesa: iba todas las semanas a su casa y trabajaba todas las dificultades habidas y por haber en la ortografía”.

La docencia: una forma de impulsar a quienes están comenzando

Luego de regresar a Puebla, una vez concluida su licenciatura, comenzó a impartir cursos en la Alianza Francesa, en la Universidad de las Américas Puebla (UDLAP) y, más tarde, en el COLLHI. Respecto a su labor en este último, cuenta: “Cuando veo las fotos –porque me gustaba organizar visitas a la Capilla del Rosario con algún arquitecto que explicaba la cuestión del barroco–, me veo casi como mis alumnos. No era fácil distinguir quién era la profesora entre los alumnos. Me sentía muy integrada. Fue una buena experiencia para mí; por eso, seguí colaborando muchos años después de que terminé la maestría”.

          Como fruto de la perspectiva de género que adoptó en el doctorado, impartió por primera vez el Seminario de Teoría Literaria Feminista en la Licenciatura en Lingüística y Literatura Hispánica de la BUAP. “Resultó un curso que les abrió los ojos a muchas muchachitas que me escribieron cartas al final. Me decían que había sido un descubrimiento para ellas, que nadie en su vida les había hablado de esos temas […] Tuve mucho éxito en esos cursos; yo creo que son de los de mayor éxito en mi carrera”, destaca. Del seminario se derivaron tesis y líneas de investigación que se fortalecen hasta la fecha.

          Fue en 2001 cuando se integró a la planta académica del ICSyH, “el lugar donde me he realizado sobre todo profesionalmente y también como persona”. En esa unidad académica, tras una estancia de investigación en la Universidad de Montreal con André Gaudreault, especialista en el tema internacionalmente reconocido, fundó formalmente en 2012 el SEC. Dicho espacio introdujo una nueva línea de investigación al posgrado de Ciencias del Lenguaje. Con jornadas organizadas cada dos años y una participación sustantiva en el Festival Internacional de Cine Silente, dicho grupo académico consolida el trabajo de análisis e investigación que desarrolla los últimos jueves de cada mes, de forma ininterrumpida, desde su nacimiento.

          Hoy en día, la doctora Raquel está dedicada a los temas que desarrollan sus tesistas de doctorado. Con gran exactitud enumera los objetos de estudio tratados: el papel del guion en la trasposición de una novela a película; la narración en el cine digital; los rasgos característicos del cine de autor e incluso el diario de Salvador Dalí. “Estoy en una etapa de mi vida en la que ya no tengo que preocuparme tanto por cuestiones como permanecer en el SNI”, indica. Esto, debido a que recientemente obtuvo la extensión de su nombramiento para los próximos 15 años en dicho índice de investigadores. Así, cuenta con una mayor disponibilidad para atender sus labores de docencia e investigación, como la dirección de tesis e impartición de cursos.

“Yo digo ‘el camino andado ya es bastante largo’. Ahora quiero ayudar a quienes están empezando o que les falta camino que recorrer. Eso es lo que me motiva actualmente: más que hacer cosas para mí, ayudar a los jóvenes. Sobre todo en nuestra situación en el campo de las humanidades, donde cada vez las exigencias son mayores. Yo creo que los jóvenes que estudian en esta área deben tener en cuenta que el camino es largo, pero que vale la pena. Como decía uno de mis colegas: ‘nunca vamos a ser ricos, pero el privilegio de trabajar en algo que te gusta y apasiona es nuestra recompensa’”.

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