Puebla, Pue.- Caminar dando 10 mil pasos al día, hacer ejercicios en casa o en gimnasio, constituyen la clave ideal para disminuir riesgos de desarrollar enfermedades del corazón y diabetes tipo 2, y lograr un estilo de vida saludable.

Por el contrario, la silla y el sedentarismo son los peores enemigos para mantener completa salud en todas las etapas de la vida moderna en las ciudades o en el campo, aseguran profesionales integrantes del Instituto Vida y Salud.

Recomiendan que hacer movimientos en pequeños intervalos en los lugares donde se permanezca más tiempo, aunque se esté muy ocupado, o darse oportunidad de caminar 10 mil pasos al día, las posibilidades de mantenerse sano suben como la espuma.

 Investigadores de la Universidad de Missouri publicaron los resultados de un estudio que aclara varias cosas. Una de ellas es: durante mucho tiempo se ha sabido que las personas sedentarias tienen un mayor riesgo de desarrollar enfermedades del corazón y diabetes tipo 2, pero no se conocía exactamente la razón, ya que ese mayor riesgo podía también deberse a la obesidad, a una alimentación deficiente, al estilo de vida o a problemas metabólicos. Era difícil entonces determinar el papel específico que jugaba la inactividad por sí sola en la mala salud.

Y llegaron a la respuesta mediante un método nuevo. Para estudiar los efectos de la inactividad, convencieron a un grupo de adultos jóvenes, activos y saludables que se movieran menos, recortando al menos a la mitad los pasos que daban a diario. Así podían determinar si la falta de actividad física por sí sola afectaba la capacidad del cuerpo para controlar los niveles del azúcar.

Es sabido que la elevación del azúcar en la sangre, sobre todo después de comer, no es buena para el organismo. Las subidas y las variaciones en el nivel de azúcar después de una comida se han relacionado con enfermedades del corazón y con diabetes tipo 2.

Se equipó a los voluntarios del estudio con unos sofisticados dispositivos para monitorear la glucosa, de manera que se pudieran examinar sus niveles de azúcar durante todo el día; contando pasos y con brazaletes para medir su actividad y registrar los pasos que daban,  les pidieron que hicieran una lista detallada de los alimentos que consumían.

Los voluntarios escogidos debían mantener su estilo de vida, caminando y haciendo los mismos ejercicios de siempre, durante tres días. Estos voluntarios tenían más actividad física que la persona promedio. Normalmente caminaban casi todos los días, dando más de 10,000 pasos (el promedio entre ellos era de 13,000 pasos. Eso superaba las guías básicas de American Heart Association, que recomienda dar al menos 10,000 pasos al día, el equivalente a caminar unas cinco millas u ocho kilómetros (la mayoría de las personas dan menos de 5,000 pasos al día).

Durante esos tres días, los niveles de azúcar en la sangre de los voluntarios se mantuvieron normales después de las comidas. Pero todo cambió durante la segunda parte del experimento, cuando se les dijo a los voluntarios que recortaran su actividad física y redujeran los pasos a menos de 5,000 al día por los próximos tres días. Estos dejaron de moverse y hacer ejercicios. Tomaron ascensores en lugar de subir escaleras, y pidieron que les enviaran el almuerzo en vez de caminar hasta una cafetería a comer.

Como promedio, la cuenta de los pasos disminuyó a unos 4,300 al día durante esos tres días, y sus ejercicios se redujeron a unos tres minutos al día.

En cuanto a la alimentación, siguieron comiendo exactamente lo mismo que en los tres días anteriores. De esa forma, cualquier cambio que se detectara en los niveles de azúcar era producto de la inactividad, no de consumir alimentos más grasosos o más dulces.

Al momento se notaron los cambios. Durante los tres días de inactividad, el nivel de azúcar de los voluntarios subió significativamente después de las comidas (el pico se incrementó en un 26%, en comparación con los tres días anteriores). Lo que es más, subió ligeramente cada día. Estos aumentos aparecieron mucho antes de que se notaran cambios en la acumulación de grasa, por lo que se llegó a la conclusión de que eran resultado directo de la reducción en la actividad. Lo que es lógico e inevitable, porque si los músculos no se usan, necesitan menos “combustible” y por lo tanto tienen que tomar menos azúcar de la sangre.

Lo bueno es que el estudio determinó que la elevación en los niveles de azúcar no son permanentes. Cuando se reanudan los ejercicios y la actividad física, los niveles de azúcar regresan casi inmediatamente a la normalidad. Sólo si la inactividad dura por un tiempo prolongado pueden crearse las condiciones fisiológicas para que se desarrolle una condición crónica, como diabetes tipo 2 o enfermedades del corazón, sin importar el peso ni la dieta de la persona.

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