A la señora Gabina Alconedo Castellanos, mi madre.

El municipio de Chiautla no solo es el más grande del estado de Puebla con sus 685.1 km cuadrados de extensión; es grande en su rico pasado: en su historia y sus hombres, forman su gran legado. A su cabecera municipal Chiautla de Tapia se le suman cinco juntas auxiliares: Tlancualpican, Pilcaya, Centeocala, Nahuituxco y Santa Ana Tecolapa. Este municipio de la baja mixteca ubicado en la parte sur-oeste del estado de Puebla, guarda con mucho celo historias que forman un rico pasado de una gran nación llamada México.

Chiautla como muchos municipios encuentra su significado en una lengua tan hermosa como lo es el náhuatl, que define de manera acertada  el nombre de muchos municipios y Chiautla no es la excepción: lugar cenagoso o lugar donde abunda el cieno o lodo. En este lugar se establecieron, si bien no en forma permanente, sí dejaron testimonio de su presencia grupos étnicos como los Tlahuicas, Nahuas y los Mixtecos por citar algunos; es un lugar estratégico que históricamente mantuvo y, aún en nuestros días permanece como centro de abasto y de comercio con poblaciones que la circundan, incluso municipios que pertenecen a otros estados como Guerrero y Morelos. Así fue en el pasado, así es en el presente; los caminos de terracería y brechas, creados por nuestros ancestros, se mantienen vigentes.

Y son precisamente esos caminos que conducían a Chiautla de la Sal los que recorrió el cura José María Morelos y Pavón. Quien a su llegada a Tlapa es recibido por el también cura, Mariano Antonio Tapia oriundo de Chiautla de la Sal, vicario de Tlapa. Morelos en su avance hacia el sur del país y sumando importantes victorias contra los realistas, se encuentra con el cura Tapia, que con sus seguidores parten con Morelos y sus huestes hacia la Villa de Chiautla de la Sal. Llegan a la Villa a finales de noviembre del año 1811 y libran una batalla contra realistas a las órdenes del español y jefe de armas Mateo Musitu y Zalvide; batalla histórica que tiene como escenario el ex convento de los frailes agustinos, fiel testigo de la victoria de los insurgentes y de la muerte de Mateo Masitu que había sembrado solo terror en dicha región. Una vez tomada la plaza de la Villa de Chiautla el cura Morelos no solo le asigna esta plaza al cura Mariano Antonio Tapia, por su destacado papel lo nombra coronel de su ejército. Su responsabilidad en la gesta lo pone en esos momentos a la altura de Nicolás Bravo, Hermenegildo Galeana y Francisco Ayala.

Después de dicha victoria el cura José María Morelos y Pavón, junto con sus huestes permanece alrededor de dos semanas conviviendo con los Chiautecos; no solo consiguió hospitalidad, los pobladores le obsequiaron víveres y muchos se le incorporaron para acompañarlo a su siguiente empresa que era adueñarse de Izúcar y después dirigirse a Puebla, ciudad estratégica e importante para el virreinato español, preocupados por el avance de los insurgentes dirigidos por ejercito de Morelos; por lo cual su mayor interés era mandar todas sus fuerzas militares para liquidarlo, como ya se había hecho con los iniciadores del movimiento de la independencia como lo eran el cura Miguel Hidalgo, Ignacio  Allende, Juan Aldama y José Mariano Jiménez . Si esa era la principal preocupación del virrey no lo era para los valientes tlapanecos, chiautecos e itzocanos. Que ante el avance logrado, luchaban con mayor entereza hacia una causa común, lograr la ansiada libertad que se sentía perdida

Morelos y su ya fortalecida tropa dejaron la Villa de Chiautla de la Sal y el día diez de diciembre de 1811 hace su entrada al pueblo de Santa María Izúcar y el día 16 se le une el padre de Jantetelco, don Mariano Matamoros. Al día siguiente el comandante imperialista don Miguel Soto Maceda atacó duramente la población, sin embargo los insurgentes no solo ya mostraban valor para esos momentos, sino que las tropas contaban con una mejor dirección de los mandos designados por Morelos, pero sobre todo el arrojo mostrado es lo que sobresale en la toma de la plaza de Izúcar. En esta batalla Soto Maceda recibió dos mortales heridas de bala, una en la cabeza y la otra en el vientre, muriendo el día 19 en la población de Huaquechula.

Al partir el cura Morelos de Izúcar los primeros días de enero de 1812, nombra como jefe de la plaza a Francisco Ayala y como segundo a Vicente Guerrero. Si bien se esperaba que se dirigiera a la ciudad de Puebla no lo hizo, marcharon a Taxco, Tecualoya, Tenancingo y después Cuautla.

Morelos y sus tropas son sitiadas en Cuautla por las tropas realistas. Aquí la presencia del cura  chiauteco Mariano Antonio Tapia ya coronel, junto con don Miguel Bravo tienen destacada participación para auxiliar a los insurgentes al intentar pasar víveres y alejar a grupos de realistas, implementando actos de guerrilla durante el tiempo que duró el sitio. Cuautla fue sitiada por las fuerzas realistas  a partir del 19 de febrero  al día 2 de mayo de 1812, cuando en la  madrugada de este día, Morelos logra romper el sitio, pero en esta acción es arrastrado por su caballo, causándole heridas. Las columnas de Morelos y de don Miguel Bravo se dirigen a la Villa de Chiautla de la Sal donde permanecen todo el mes de mayo para dar tiempo a que los soldados dispersos de Matamoros, Galeana y Ayala se concentraran y, durante esas semanas el cura Morelos se recuperara de la caída. Tiempo suficiente seguramente para ordenar sus ideas y los postulados que van a guiar el movimiento  de la guerra de independencia. Y que mejor lugar, la Villa de Chiautla de la Sal rodeada por la quietud de sus montañas y la hospitalidad y cariño de su gente.

Chiautla y sus hombres presentes en la guerra de independencia de México, su prócer  en la figura de Mariano Antonio Tapia, chiauteco valiente y leal a la legítima causa encabezada por el cura Morelos. Había cumplido 34 años el día 2 de septiembre de 1812. Murió el 18 de octubre en acción de guerra contra tropas  realistas en San José Chiapa  al recibir bala de cañón. Con la muerte del cura Tapia, Morelos pierde un gran guerrero que lucho siempre con gran valor.

El día 2 de abril de 1901 en el Periódico Oficial del Gobierno del Estado de Puebla se publica que la Villa de Chiautla se designaría en lo sucesivo Chiautla de Tapia. Sin duda con todos los merecimientos de éste ejemplar insurgente poblano.

Para finales del siglo XIX durante el porfiriato el descontento ya se hace presente en la entonces Villa de Chiautla y en pueblos de Acatlán y  Morelos. La nueva generación de jóvenes ya empieza a preocuparles las condiciones de vida llena de pobreza. En  el sur del estado las condiciones de esclavitud no se presentaban como en otras regiones. Sin embargo el sistema de peonaje lo padecían  las familias más pobres. En la vida real se encontraban sometidas a la voluntad y la explotación del patrón o amo, quien no sólo era dueño de las tierras; se convirtió en verdadero dueño de vidas, de la fuerza de trabajo de aquellos que le servían y le debían obediencia. Sometidos a jornadas y trabajos extenuantes; la clase pobre vivía en un letargo; las condiciones de vida de las familias se reducían a vivir en pequeños espacios en lugares cuyos dueños muchas veces no eran ellos. Y fue bajo dichas condiciones como vieron llegar un nuevo siglo. Aparecía el siglo XX con un pueblo sojuzgado por una ya vieja tiranía; pero renacían las esperanzas y los sueños. Solo existía un clamor ¡recuperar la ansiada libertad! Gozar ese derecho de todo individuo ¡Ser libre!, un postulado que ya había cobrado miles de vidas de mexicanos y que llevaron al poder a un hombre empeñado a no dejarlo y, en municipios como en Chiautla, los jefes políticos y la policía rural siempre de lado del tirano y de los caciques.

Lejos quedaban aquellos años cuando en forma patriota el batallón Chiautla compuesto por ochenta hombres, siempre presentes en las gestas heroicas de un destacado militar triunfante de históricas batallas que lo llevan al poder, el general Porfirio Díaz Mori: Porfirio Díaz y los chiautecos en la batalla de la carbonera; Porfirio Díaz y los chiautecos en la toma de Puebla el 2 de abril de 1876; Porfirio Díaz y los chiautecos en la batalla de Tecoac. Y muy cerca del general, como oficial de ordenes un valiente chiauteco, el comandante Zeferino Saldívar.

Había razones para sentirse defraudados con el dictador, ya existían actos de rechazo contra su gobierno y su persona. No se olvidaba el atentado sufrido en el año de 1897 en el desfile del 16 de septiembre de 1897, con motivo de los festejos de los 87 años de la guerra de independencia, cuando un ciudadano burlando la seguridad se abalanzó contra el dictador, pero fue sometido en ese momento. Este hecho acaparó la atención de los medios impresos cuando el detenido ya arrestado amanece muerto; y ante tanta difusión del caso, los funcionarios culpables son encarcelados para acallar a la prensa. A los pocos años y una vez olvidado el incidente sufrido por el presidente Díaz, los culpables serían liberados, Miguel Cabrera fue uno de los más implicados en la muerte del agresor. Y con tales antecedentes permanecería colaborando para el dictador.

En el año de 1903 ya muchos jóvenes chiautecos comienzan a organizarse para planear un asalto al cuartel de los rurales y, desde Polocotlán y Cañada Grande, protegiéndose de la oscuridad llegan a la Villa de Chiautla y se dirigen al barrio de San Miguel para entrevistarse en casa de don Abraham Ramírez Aguilar. Don Abraham conocía a mucha gente de las poblaciones cercanas y municipios aledaños, y ahí envía a los jóvenes para poder conseguir armas y sumar simpatizantes al movimiento. Había amigos pero no armas decía don Abraham, pero lo que más ansiaba la gente era dar un golpe a la dictadura y para ellos, el momento había llegado, ya no aguantaban más. Y es el día 3 de mayo de 1903, día de la Santa Cruz  al sonar las campanas de la iglesia de San Agustín, patrono del pueblo de Chiautla, estos valientes insurgentes se abalanzan a su ansiada y arriesgada empresa.

Al respecto y tomado del relato Chiautla de Tapia del profesor Gilberto Bosques nos señala:

    “ Y allí estaban ya – formando el dispositivo de asalto- hombres maduros y hombres jóvenes de la vieja estirpe guerrera que guardó por siglos su libertad.

    Don Jesús Morales Ríos a la cabeza de los insurgentes y al grito de ¡MUERA EL MAL GOBIERNO´!VIVA CHIAUTLA! ¡VIVA LA LIBERTAD!, atacó la guardia de la cárcel en el fondo del portal. Allí cayó muerto de bala en el corazón…De cara al cuartel de los rurales murió Amado Sánchez, lugarteniente de don Jesús Morales.

    Porfirio Díaz Mori nombró como jefe político del Distrito de Chiautla de Tapia a Miguel Cabrera, 2° jefe de Comisiones de seguridad de la capital de la República

    Terminada casi por completo la persecución de los rebeldes del 3 de mayo de 1903, Cabrera fue comisionado por el dictador como subjefe de la policía de Mucio P .Martínez…Sirvió a la tiranía con implacable crueldad en la represión contra los antirreleccionistas…Hasta caer muerto en la casa de Aquiles Serdán –ya como jefe de la policía poblana- el 18 de noviembre de 1910, por bala justiciera que habría de encender al mismo tiempo la primera revolución social del siglo XX.”

En las primeras horas de la mañana del día 3 de mayo de 1903 el niño Gilberto Bosques Saldívar, de la mano de su padre don Cornelio  Bosques Pardo presencia el triste espectáculo del primer brote revolucionario del siglo XX. Ya joven Gilberto Bosques pronto simpatiza con los ideales de Francisco I. Madero para impedir un nuevo mandato de Porfirio Díaz y, participa en la conspiración dirigida por  Aquiles Serdán . Fue perseguido por el gobierno de Mucio P. Muciño. Pero sus servicios a la revolución gozan del reconocimiento oficial. En vida se le designa como Precursor de la Revolución Mexicana. Destacado chiauteco que lleva con humildad y dignidad la semilla de la libertad, no solo en su país; sus ideales de libertad los lleva a otras alturas; en Europa durante la segunda guerra mundial y en América, en la revolución cubana, representando dignamente la diplomacia mexicana en su calidad de Embajador de México.

Ciudad de Puebla a 5 de julio de 2019

*Miembro fundador de Alianza Ciudadana Mixteca de Chiautla de Tapia, A. C.

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Miércoles, 18 Octubre 2017 21:30

Pilcaya: 19/S: 13:14:40 horas

En un pueblo, si una familia amanece sin techo, ya es una tragedia.

Pilcaya, junto con Tlancualpican, Centeocala, Nahuituxco y Santa Ana Tecoloapa, son las cinco juntas auxiliares con que cuenta el municipio de Chiautla. Pilcaya, pueblo eminentemente rural, como gran parte de los pueblos de la mixteca; forma parte de los pueblos que viven la expulsión de mano de obra hacia la Unión Americana. A 25 kilómetros de Chiautla de Tapia, cabecera municipal, cuyo recorrido de alrededor de treinta minutos tomando la carretera a Ixcamilpa de Guerrero. El camino  antes de terracería hoy ya pavimentado, comunica también con el pueblo de Ayuxuxtla, lugar donde se firmó el Plan de Ayala un 28 de noviembre de 1911, a la cabeza el revolucionario Emiliano Zapata Salazar, personaje de la revolución mexicana. Toda esta zona simpatizó con Emiliano Zapata y su lucha campesina.

Ahí sentados, solos, Brígido y Cipriano, bajo la marquesina de una casa en las afueras del pueblo, con revoque ennegrecido por el paso del tiempo, pero en buen estado; sentados, cubriéndose de los rayos del sol que caen a plenitud en este pueblo de Pilcaya, pasamos frente a ellos. Entramos por unas de las calles que conducen al centro de la población; ellos, no reparan en nuestra llegada, se mantienen en una plática amena que nada los distrae; calle toda llena de silencio que al avanzar, nos sorprende un montón de escombros, prueba fiel de un desastre reciente. Calle que como muchas, muestran los estragos del temblor del día 19 de septiembre de 2017.

Brígido y Cipriano hacen suyo un feliz pasado, recuerdan que en su niñez la escuela primaria ya funcionaba en Pilcaya y, que por los años 1940  estaba a cargo del profesor Joaquín Cardoso Guzmán, oriundo de Chiautla de Tapia, que venía procedente del municipio de Chalchicomula de Sesma, Puebla; durante varios años este destacado profesor permaneció en Pilcaya y gozo de la amistad y respeto de la gente, se entregó con mucho cariño a la enseñanza y a la alfabetización que el país emprendía: la instrucción primaria a aquellos niños del medio rural que también la requerían. Hombres y mujeres que construyeron un pueblo, su pueblo, dedicado a la agricultura principalmente; un pueblo constituido de familias amables, entregadas a honrar  cada 24 de junio a San Juan, su santo patrono.

Ya en los años 1970, la escuela primaria contaba con más personal docente, profesores que formaron a niños y jóvenes, descendientes de aquella generación a la que pertenecen tanto Brígido como Cipriano. Una nueva generación donde algunos no tuvieron otro recurso que emigrar a los Estados Unidos. Niños que asistieron a aquella escuela primaria dirigida por la profesora Yolanda Cardoso Vázquez; recuerdan que los maestros procedían de la cabecera municipal, Chiautla de Tapia que, para  aquellos tiempos el camino era de terracería y los profesores pernotaban en esta comunidad. Esta situación generó a pequeña escala en aquellos años, ingresos para ciertos moradores, en especial los que daban alojamiento y las que preparaban los alimentos para los profesores.

13:14 horas. Un día que había amanecido normal, así lo comentan, sin embargo permanecía en la memoria el temblor de hace treinta y dos años atrás, cuando la ciudad de México fue colapsada por un terremoto parecido, dejando una estela de muerte por la caída de una innumerable cantidad de edificios, parecía que eso ya lejano, que pronto se olvidaría.  A poco de iniciar la tarde, Pilcaya y sus moradores, ocupados en sus actividades de cada día, en esta fatídica hora, veía caer buena parte de sus viviendas de adobe, endebles ante el inesperado estruendo del temblor que golpeó como un fuerte latigazo esta parte de la mixteca. La furia del temblor de ese día, parecía arrancaría de tajo sus casas;  muchas soportaron la embestida, otras, si bien se mantuvieron en pie, pero con los daños ocasionados que presentan, terminaran por ser tiradas     

Había mucho que platicar y mucho que recordar, eso hacían Brígido Cipriano, que sus cuerpos ya muestran el correr de los años; semblantes de tristeza y esperanza; para estos momentos, ambos añoraban la fuerza y el vigor de aquella juventud dejada. No percibieron nuestro paso, ni nuestra cercanía; con voz baja y cansada, estos dos abuelos hacían un recorrido de la vida transcurrida no solo de ellos, también recordaban su pueblo que los vio nacer antes de que concluyera la primera mitad del siglo veinte. No cabe duda almacenaban mucha información; tenían el lugar y el momento para recordar parte de la historia de su amada Pilcaya, que a partir del temblor ya no sería igual, las cosas cambiarían.

Hablan con mucha tristeza de como este temblor se ensaño con su iglesia, no daban crédito a los estragos sufridos en este recinto, que con tanto cariño y devoción habían custodiado generaciones. Con nostalgia rememoran entrañablemente todos aquellos días de fiesta; muchas guardan en su memoria, y en especial el día dedicado a su santo patrón; una conmemoración religiosa que hermana a toda una comunidad; ceremonia y día de fiesta que recibe un sinnúmero de visitantes de pueblos circunvecinos y mayordomías como las procedentes de la ciudad de Cholula: Día de fiesta donde el pueblo abre sus puertas como una sola, para compartir su alegría, su devoción y sus alimentos; todo ello, preparado con tanto esmero para este día tan importante, día donde la gente convive con todos, ríe con todos, lo disfrutan juntos, sencillamente, porque es, el día más esperado: día de San Juan, un día grande para esta comunidad.

A nuestro regreso a la cabecera municipal, cada kilómetro recorrido, al alejarnos, una vez visitado esta población, algo nos quedaba claro, que Pilcaya es un pueblo que tiene en su gente, no solo su amabilidad, sus hombres mantienen su entereza y la fuerza para sobreponerse y reconstruir su pueblo. San Juan nos volverá a reunir, y la alegría volverá.

Mientras, Brígido y Cipriano se habían retirado, después de una charla amena, había llegado la hora de comer y volvieron cada cual a su morada; a una realidad no esperada; luego, el sol, que hace poco estaba ardiente, ahora tiende a desaparecer, y al caer, las sombras cubren a San Juan Pilcaya. Un pueblo tan cerca y tan lejos, escondido en una serranía, donde la tragedia parece inexistente. Mañana, es otro día, será un mejor día.

*Miembro fundador de Alianza Ciudadana Mixteca de Chiautla de Tapia, A.C.

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