ROMA, Italia. - Ante una asamblea formada por reclusas y personal penitenciario, el Santo Padre, en su homilía en la Misa de Cena del Señor en la cárcel femenina de Rebibbia, en Roma, recordó que, con el gesto del lavatorio de los pies, Jesús nos hace comprender la vocación de servicio y ante la traición de Judas nos recuerda que Dios perdona todo, siempre.

“Jesús perdona todo. Jesús perdona siempre. Sólo pide que le pidamos perdón”. Esta es la invitación del Papa Francisco en la breve homilía de la Misa “in Coena Domini” de este Jueves Santo, celebrada, como ya es tradición en la sede de un penitenciario romano. En la sección femenina de la cárcel de Rebibbia, bajo una gran carpa en el patio de la prisión, el Santo Padre presidió la misa de la Cena del Señor en presencia de unas 200 personas, entre las que se encontraban reclusas, ex reclusas, personal penitenciario y algunas familias. La cárcel de mujeres de Rebibia cuenta con 370 reclusas, y es uno de los dos centros más importantes del este de la capital italiana.

Jesús vino para servir

El Papa llegó a la cárcel por la tarde y saludó a las mujeres de la asamblea, antes de colocarse junto al altar dispuesto para la ocasión. Tras leer el Evangelio de la Última Cena de Cristo, tomado del relato de San Juan, Francisco quiso llamar la atención sobre dos momentos particulares. En primer lugar, el lavatorio de los pies que Jesús hace a los discípulos antes de la última cena:

 “Jesús se humilla, Jesús con este gesto nos hace comprender lo que había dicho: "No he venido a ser servido, sino a servir". Nos enseña el camino del servicio”.

Luego, Francisco menciona como segundo “triste” episodio, la traición de Judas.

“Judas que no es capaz de amar, y luego el dinero, el egoísmo le llevan a esta cosa fea. Pero Jesús perdona todo. Jesús perdona siempre. Sólo pide que le pidamos perdón”.

Fue un gesto que permitió a Cristo mostrar su amor absoluto. "Jesús perdona todo, perdona siempre", insistió el Papa, "a nosotros nos toca pedir perdón". En las palabras improvisadas de su homilía, Francisco recordó la anécdota de una mujer anciana que le había dicho: "Jesús no se cansa nunca de perdonar, pero somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón". El Papa reiteró, entonces, su invitación:

“Pidamos hoy al Señor la gracia de no cansarnos. Siempre, todos tenemos pequeños fracasos, grandes fracasos - cada uno tiene su propia historia. Pero el Señor siempre nos espera, con los brazos abiertos, y nunca se cansa de perdonar”.

Al concluir el Papa retomó el tema de la vocación de servicio, justo antes, como anunció él mismo, del rito del lavatorio de los pies que hizo Jesús a sus discípulos:

“Es un gesto que llama la atención sobre la vocación de servicio. Pidamos al Señor que nos haga crecer, a todos, en la vocación de servicio”.

Lavatorio de los pies

Inmediatamente después de la homilía, el Papa procedió a lavar los pies de doce reclusas, de entre 40 y 50 años, de varias nacionalidades diferentes: Italia, Bulgaria, Nigeria, Ucrania, Rusia, Perú, Venezuela y Bosnia. La emoción era evidente en los rostros de las mujeres. A continuación, monseñor Diego Ravelli, Maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias, ofició la misa.

La celebración terminó con unas palabras de agradecimiento de Nadia Fontane, directora del centro. A continuación, se hizo entrega al Papa de una cesta con alimentos elaborados por las mujeres de la cárcel, un rosario con los colores del arco iris y dos estolas confeccionadas por las internas. El Santo Padre regaló también un cuadro de la Virgen María a la cárcel de Rebibbia.

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Jueves, 28 Marzo 2024 20:44

La celebración del Jueves Santo

EL OFICIO DEL LAVATORIO DE LOS PIES

A mediodía del Jueves Santo en Catedral, se renueva el gesto del lavatorio de pies por parte de Jesús a sus apóstoles, con el que el Redentor anunciaba que por amor estaba dispuesto a aceptar la humillación de la Cruz para ofrecernos el servicio de purificarnos del pecado con su propia sangre. Invitándonos a entrar en la dinámica de este amor que salva, Él nos ha mandado servirnos, unos a otros. Como en otros años, representan a los apóstoles doce ancianos que pertenecen al Asilo Particular de Caridad (Santa Inés), atendido por las Siervas del Sagrado Corazón de Jesús y de los Pobres.

MISA DE LA CENA DEL SEÑOR

A las 19:00 hrs. del Jueves Santo, se celebra la Misa de la Cena del Señor en Catedral, en la que recordamos, actualizamos y vivimos la Última Cena, en la que el Señor nos dio 3 regalos para nuestra salvación: La Eucaristía, el don del sacerdocio y el mandamiento del amor.

Jesús, antes de padecer celebró la cena de Pascua con sus apóstoles y durante esa cena, después de cantar los salmos, tomó pan y vino y nos lo dejó como alimento espiritual, pues sabemos que, en la Eucaristía recibimos el Cuerpo y la Sangre de Cristo y quedamos unidos a él. Por ese le llamamos comunión, porque nos unimos al Señor.

El segundo regalo es el don de sacerdocio, por el cual, Dios elige a algunos de entre los hermanos y los consagra para el servicio de su Iglesia, como pastores, como maestros de su Palabra, como aquellos que nos dan los sacramentos como el bautismo, la eucaristía, o el perdón de los pecados.

Y el tercer elemento es el mandamiento del amor, pues Jesús mandó en la última cena: “ámense los unos a los otros, como yo los he amado” y Jesús nos amó hasta dar su vida por nosotros. Esto se convierte en la esencia del Cristianismo que es el amor por el prójimo. Por ello, sería una buena idea que este jueves santo, por ser el día de la caridad, llevemos a alguna persona necesitada un poco de ayuda o de alimento.

LA VISITA DE LAS SIETE CASAS

Muchas personas acostumbran el Jueves Santo visitar siete templos, acompañando espiritualmente a Jesús en su Pasión, desde Getsemaní a casa de Anás, de Caifás, de Pilato, de Herodes a Pilato y de ahí al Calvario. Al parecer, esta tradición nació en Roma en el siglo XVI con San Felipe Neri.

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Jueves, 06 Abril 2023 19:19

Lavatorio de pies a ancianos

EL OFICIO DEL LAVATORIO DE LOS PIES

PUEBLA, Pue. - A mediodía del Jueves Santo en Catedral, Mons. Víctor Sánchez Espinosa, Arzobispo de Puebla renueva el gesto del lavatorio de pies por parte de Jesús a sus apóstoles, con el que el Redentor anunciaba que por amor estaba dispuesto a aceptar la humillación de la Cruz para ofrecernos el servicio de purificarnos del pecado con su propia sangre. Invitándonos a entrar en la dinámica de este amor que salva, Él nos ha mandado servirnos, unos a otros. Como en otros años, representan a los apóstoles doce ancianos que pertenecen al Asilo Particular de Caridad (Santa Inés), atendido por las Siervas del Sagrado Corazón de Jesús y de los Pobres.

MISA DE LA CENA DEL SEÑOR

A las 19:00 hrs. del Jueves Santo, se celebra la Misa de la Cena del Señor en Catedral, presidida por Mons. Víctor Sánchez Espinosa, Arzobispo de Puebla en la que recordamos, actualizamos y vivimos la Última Cena, en la que el Señor nos dio 3 regalos para nuestra salvación: La Eucaristía, el don del sacerdocio y el mandamiento del amor.

Jesús, antes de padecer celebró la cena de Pascua con sus apóstoles y durante esa cena, después de cantar los salmos, tomó pan y vino y nos lo dejó como alimento espiritual, pues sabemos que, en la Eucaristía recibimos el Cuerpo y la Sangre de Cristo y quedamos unidos a él. Por ese le llamamos comunión, porque nos unimos al Señor.

El segundo regalo es el don de sacerdocio, por el cual, Dios elige a algunos de entre los hermanos y los consagra para el servicio de su Iglesia, como pastores, como maestros de su Palabra, como aquellos que nos dan los sacramentos como el bautismo, la eucaristía, o el perdón de los pecados.

Y el tercer elemento es el mandamiento del amor, pues Jesús mandó en la última cena: “ámense los unos a los otros, como yo los he amado” y Jesús nos amó hasta dar su vida por nosotros. Esto se convierte en la esencia del Cristianismo que es el amor por el prójimo. Por ello, sería una buena idea que este jueves santo, por ser el día de la caridad, llevemos a alguna persona necesitada un poco de ayuda o de alimento.

LA VISITA DE LAS SIETE CASAS

Muchas personas acostumbran el Jueves Santo visitar siete templos, acompañando espiritualmente a Jesús en su Pasión, desde Getsemaní a casa de Anás, de Caifás, de Pilato, de Herodes a Pilato y de ahí al Calvario. Al parecer, esta tradición nació en Roma en el siglo XVI con San Felipe Neri.


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Lunes, 03 Abril 2023 10:42

Inicio el domingo de Ramos

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En la noche en el que el más grande se hace pequeño, (cfr. Jn 13, 3-5), el Pontífice improvisa la homilía de la Misa de la Cena del Señor, y da tres palabras claves, Eucaristía, servicio, unción, es decir "la realidad de esta celebración". Y se dirige a los sacerdotes, a quienes hoy lleva consigo al altar. "Sean grandes perdonadores", les dice.

Ciudad del Vaticano.- El día en que la Iglesia conmemora la Última Cena celebrada por Jesús con sus doce discípulos en «la noche en que iba a ser entregado» (1 Cor 11,23), durante la cual el Maestro instituyó la Eucaristía y el Sacerdocio cristiano y que marca el inicio del Triduo Pascual, el Papa Francisco celebró la Santa Misa en la Basílica Vaticana. Una Misa inusual, debido a la pandemia en curso, que ve al Sumo Pontífice celebrarla en una basílica semivacía, tras haberla celebrado cinco años en el interior de una cárcel, tras haber lavado los pies de personas privadas de su libertad, de pobres y de refugiados. Este año, esos ritos no están presentes, debido al distanciamiento social pedido por las autoridades para prevenir los contagios. La comunión de la Iglesia es de todos modos latente: en los hogares convertidos en templos domésticos así como en las iglesias y en las comunidades religiosas, gracias también a los medios de comunicación social.

Eucaristía, servicio, unción

En la noche en el que el más grande se hace pequeño, (cfr. Jn 13, 3-5), el Pontífice improvisa la homilía, y da tres palabras claves al iniciar, a partir de las cuales desarrollará la primera parte de su reflexión: Eucaristía, servicio, unción.

El Señor que quiere permanecer con nosotros en la Eucaristía, y nosotros nos convertimos siempre en sagrarios del Señor: llevamos al Señor con nosotros hasta el punto de que él mismo nos dice que si no comemos su cuerpo y bebemos su sangre, no entraremos en el Reino de los Cielos. Misterio, esto del pan y el vino, del Señor con nosotros, en nosotros, dentro de nosotros.

El servicio: ese gesto que es una condición para entrar en el Reino de los Cielos. Servir, sí, a todos. Pero el Señor, en ese intercambio de palabras que tuvo con Pedro, le hace entender que para entrar en el Reino de los Cielos debemos dejar que el Señor nos sirva, que sea el Siervo de Dios siervo de nosotros. Y esto es difícil de entender. Si no dejo que el Señor sea mi siervo, que el Señor me lave, me haga crecer, me perdone, no entraré en el Reino de los Cielos.

Y el sacerdocio. Hoy quisiera estar cerca de los sacerdotes, de todos los sacerdotes, desde el más reciente ordenado hasta el Papa: todos somos sacerdotes. Obispos, todos... Somos ungidos, ungidos por el Señor; ungidos para hacer la Eucaristía, ungidos para servir.

Los santos de al lado

El Papa no presidió esta mañana la Misa Crismal con los sacerdotes de Roma, pero espera poder celebrarla “antes de Pentecostés”, dice en la homilía, porque de lo contrario “debemos posponerla hasta el año que viene”. Sin embargo, añade, “no puedo dejar pasar esta Misa sin recordar a los sacerdotes”:

Sacerdotes que ofrecen sus vidas por el Señor, sacerdotes que son servidores.

En estos días – hace presente – más de 60 han muerto aquí, en Italia, en el cuidado de los enfermos en los hospitales. También con los médicos, las enfermeras: son los santos de al lado, sacerdotes que han dado su vida en el servicio.

Sacerdotes anónimos y buenos

Francisco piensa en particular en aquellos que están lejos, narra de haber recibido precisamente hoy la carta de un franciscano capellán de una prisión, que cuenta cómo vive esta Semana Santa con los presos. Y habla de los sacerdotes que van lejos para llevar el Evangelio, y mueren también a causa de la peste en ese lugar lejano, porque no estaban preparados, porque no tenían anticuerpos. Sacerdotes de los cuales “nadie conoce su nombre”. Y prosigue:

Los sacerdotes anónimos, los curas del campo que son párrocos en cuatro, cinco, siete pueblos, en las montañas, y van de uno a otro, que conocen a la gente... Una vez, uno de ellos me dijo que sabía el nombre de toda la gente de los pueblos. "¿En serio?" Le dije. Y dijo: "Incluso el nombre de los perros". Conocen toda la proximidad sacerdotal: bien. Buenos sacerdotes.

Sacerdotes calumniados y pecadores

En este día Francisco lleva a todos en su corazón, y los lleva “al altar”. Lleva a los sacerdotes calumniados que muchas veces no pueden ir a la calle porque les dicen cosas malas en referencia “al drama del descubrimiento de los sacerdotes que han hecho cosas malas”: “Algunos me dijeron que no pueden salir con el collar clerical porque los insultan, y ellos siguen”.

Lleva también al altar a los sacerdotes pecadores, “que junto con los obispos y al Papa pecador” no olvidan de “pedir perdón” y “aprenden a perdonar”.

No sean tercos como Pedro

Lleva consigo a los sacerdotes que sufren algunas crisis, que no saben qué hacer, que “están en la oscuridad”:

Hoy todos ustedes hermanos sacerdotes, están conmigo en el altar, ustedes, consagrados. Sólo les digo una cosa: no sean tercos como Pedro. Déjense lavar los pies. El Señor es su siervo, Él está cerca de ustedes para darles fuerza, para lavarles los pies.

Generosidad en el perdón

Concluyendo la homilía, el Pontífice exhorta a los sacerdotes a ser “grandes perdonadores”:

Perdonen. Corazón grande de generosidad en el perdón. Es la medida con la que seremos medidos. Como has perdonado, serás perdonado: la misma medida. No tengan miedo de perdonar. A veces tenemos dudas: miren a Cristo. Allí está el perdón para todos. Sean valientes. Incluso arriesgando en el perdonar, para consolar. Y si no pueden dar un perdón sacramental en ese momento, al menos den el consuelo de un hermano que acompaña y deja la puerta abierta para que vuelva.

Por último, la gratitud a Dios padre por la gracia del sacerdocio y el recordatorio a cada uno de ellos:

 Jesús los ama. Sólo pide que ustedes se dejen lavar los pies.

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“El Señor nos unge para ir a las diversas multitudes, siguiendo la dinámica de lo que podemos llamar una preferencialidad inclusiva”, lo recordó en su homilía el Santo Padre en la Misa Crismal celebrada en la Basílica de San Pedro este 18 de abril, con la bendición de los Santos óleos y la renovación de las promesas sacerdotales.

Ciudad del Vaticano.- “Al ungir bien uno experimenta que allí se renueva la propia unción. Esto quiero decir: no somos repartidores de aceite en botella. Ungimos repartiéndonos a nosotros mismos, repartiendo nuestra vocación y nuestro corazón. Al ungir somos re-ungidos por la fe y el cariño de nuestro pueblo”, lo dijo el Papa Francisco en su homilía en la Misa Crismal celebrada en la Basílica de San Pedro, con la bendición de los Santos óleos y la renovación de las promesas sacerdotales, al inicio del Triduo Pascual.

“La Iglesia siempre tiene los ojos fijos en Jesucristo, el Ungido a quien el Espíritu envía para ungir al Pueblo de Dios”

La mira fija en el Señor

En su homilía, el Santo Padre comentando el Evangelio de Lucas que la liturgia presenta para este día, dijo que este relato nos hace revivir la emoción de aquel momento en el que el Señor hace suya la profecía de Isaías. “Los evangelios – señaló el Pontífice – nos presentan a menudo esta imagen del Señor en medio de la multitud, rodeado y apretujado por la gente que le acerca sus enfermos, le ruega que expulse los malos espíritus, escucha sus enseñanzas y camina con Él”.

“Mis ovejas oyen mi voz. Yo las conozco y ellas me siguen”

La gracia de la cercanía con el pueblo

El Papa Francisco también afirmó que, el Señor nunca perdió este contacto directo con la gente, siempre mantuvo la gracia de la cercanía, con el pueblo en su conjunto y con cada persona en medio de esas multitudes. Lo vemos en su vida pública, y fue así desde el comienzo y también fue así en la Cruz; su Corazón atrae a todos hacia sí: Verónicas, cireneos, ladrones, centuriones. “No es despreciativo el término multitud. Quizás en el oído de alguno, multitud pueda sonar a masa anónima, indiferenciada. Pero en el Evangelio vemos que cuando interactúan con el Señor – que se mete en ellas como un pastor en su rebaño – las multitudes se transforman. En el interior de la gente se despierta el deseo de seguir a Jesús, brota la admiración, se cohesiona el discernimiento.

Misa Crismal presidida por el Papa Francisco

La gracia del seguimiento

El Santo Padre en la Misa Crismal invitó a reflexionar acerca de estas tres gracias que caracterizan la relación entre Jesús y la multitud. La primera es la gracia del seguimiento. Dice Lucas que las multitudes «lo buscaban» (Lc 4,42) y «lo seguían» (Lc 14,25), “lo apretujaban”, “lo rodeaban” (cf. Lc 8,42-45) y «se juntaban para escucharlo» (Lc 5,15). El seguimiento de la gente va más allá de todo cálculo, es un seguimiento incondicional, lleno de cariño. Contrasta con la mezquindad de los discípulos cuya actitud con la gente raya en crueldad cuando le sugieren al Señor que los despida, para que se busquen algo para comer. Aquí, creo yo, empezó el clericalismo: en este querer asegurarse la comida y la propia comodidad desentendiéndose de la gente. El Señor cortó en seco esta tentación. «¡Denles ustedes de comer!» (Mc 6,37), fue la respuesta de Jesús; «¡háganse cargo de la gente!».

La gracia de la admiración

La segunda gracia que recibe la multitud cuando sigue a Jesús – precisó el Papa – es la de una admiración llena de alegría. La gente se maravillaba con Jesús (cf. Lc 11,14), con sus milagros, pero sobre todo con su misma Persona. A la gente le encantaba saludarlo por el camino, hacerse bendecir y bendecirlo, como aquella mujer que en medio de la multitud le bendijo a su Madre.  Y el Señor, por su parte, se admiraba de la fe de la gente, se alegraba y no perdía oportunidad para hacerlo notar.

La gracia del discernimiento

La tercera gracia que recibe la gente – señaló el Pontífice – es la del discernimiento. «La multitud se daba cuenta (a dónde se había ido Jesús) y lo seguía» (Lc 9,11). «Se admiraban de su doctrina, porque enseñaba con autoridad» (Mt 7,28-29; cf. Lc 5,26). Cristo, la Palabra de Dios hecha carne, suscita en la gente este carisma del discernimiento; no ciertamente un discernimiento de especialistas en cuestiones disputadas. Cuando los fariseos y los doctores de la ley discutían con Él, lo que discernía la gente era la autoridad de Jesús: la fuerza de su doctrina para entrar en los corazones y el hecho de que los malos espíritus le obedecieran; y que además, por un momento, dejara sin palabras a los que implementaban diálogos tramposos. La gente gozaba con esto.

“Preferencialidad inclusiva: la gracia y el carisma que se da a una persona o a un grupo en particular redunda, como toda acción del Espíritu, en beneficio de todos”

Visión evangélica de la multitud

El Santo Padre profundizando aún más en la visión evangélica de la multitud, dijo que el Evangelio de Lucas señala cuatro grandes grupos que son destinatarios preferenciales de la unción del Señor: los pobres, los prisioneros de guerra, los ciegos, los oprimidos. Los nombra en general, pero vemos después con alegría que, a lo largo de la vida del Señor, estos ungidos irán adquiriendo rostro y nombre propios. Así como la unción con el aceite se aplica en una parte y su acción benéfica se expande por todo el cuerpo, así el Señor, tomando la profecía de Isaías, nombra diversas “multitudes” a las que el Espíritu lo envía, siguiendo la dinámica de lo que podemos llamar una “preferencialidad inclusiva”.

Los sacerdotes, hemos sido ungidos para ungir

El Papa Francisco dirigiendo su mirada a los sacerdotes dijo que, no tenemos que olvidar que nuestros modelos evangélicos son esta “gente”, esta multitud con estos rostros concretos, a los que la unción del Señor realza y vivifica. Ellos son los que completan y vuelven real la unción del Espíritu en nosotros, que hemos sido ungidos para ungir. Hemos sido tomados de en medio de ellos y sin temor nos podemos identificar con esta gente sencilla. Ellos son imagen de nuestra alma e imagen de la Iglesia. Cada uno encarna el corazón único de nuestro pueblo. “Nosotros, sacerdotes, somos el pobre y quisiéramos tener el corazón de la viuda pobre cuando damos limosna y le tocamos la mano al mendigo y lo miramos a los ojos. Nosotros, sacerdotes, somos Bartimeo y cada mañana nos levantamos a rezar rogando: «Señor, que pueda ver» (Lc 18,41)”.

“Nosotros, sacerdotes somos, en algún punto de nuestro pecado, el herido molido a palos por los ladrones. Y queremos estar, los primeros, en las manos compasivas del Buen Samaritano, para poder luego compadecer con las nuestras a los demás”

Ungimos ensuciándonos las manos

Antes de concluir su homilía, el Santo Padre confesó que, cuando confirma y ordena le gusta esparcir bien el crisma en la frente y en las manos de los ungidos. “Al ungir bien uno experimenta que allí se renueva la propia unción. Esto quiero decir: no somos repartidores de aceite en botella. Ungimos repartiéndonos a nosotros mismos, repartiendo nuestra vocación y nuestro corazón. Al ungir somos re-ungidos por la fe y el cariño de nuestro pueblo. Ungimos ensuciándonos las manos al tocar las heridas, los pecados y las angustias de la gente; ungimos perfumándonos las manos al tocar su fe, sus esperanzas, su fidelidad y la generosidad incondicional de su entrega”.

“El que aprende a ungir y a bendecir se sana de la mezquindad, del abuso y de la crueldad”

Que, metiéndonos con Jesús en medio de nuestra gente, el Padre renueve en nosotros la efusión de su Espíritu de santidad y haga que nos unamos para implorar su misericordia para el pueblo que nos fue confiado y para el mundo entero. Así la multitud de las gentes, reunidas en Cristo, puedan llegar a ser el único Pueblo fiel de Dios, que tendrá su plenitud en el Reino.

El Papa regala a los sacerdotes el libro de sus homilías en las Misas Crismales

Los pobres

Los pobres (ptochoi), dijo el Papa, son los que están doblados, como los mendigos que se inclinan para pedir. Pero también es pobre (ptochè) la viuda, que unge con sus dedos las dos moneditas que eran todo lo que tenía ese día para vivir. La unción de esa viuda para dar limosna pasa desapercibida a los ojos de todos, salvo a los de Jesús, que mira con bondad su pequeñez. Con ella el Señor puede cumplir en plenitud su misión de anunciar el evangelio a los pobres. Paradójicamente, la buena noticia de que existe gente así, la escuchan los discípulos. Ella, la mujer generosa, ni se enteró de que “había salido en el Evangelio” —es decir, que su gesto sería publicado en el Evangelio—: el alegre anuncio de que sus acciones “pesan” en el Reino y valen más que todas las riquezas del mundo, ella lo vive desde adentro, como tantas santas y santos “de la puerta de al lado”.

Los ciegos

Los ciegos están representados por uno de los rostros más simpáticos del evangelio: el de Bartimeo (cf. Mc 10,46-52), el mendigo ciego que recuperó la vista y, a partir de ahí, solo tuvo ojos para seguir a Jesús por el camino.     ¡La unción de la mirada! Nuestra mirada, a la que los ojos de Jesús pueden devolver ese brillo que solo el amor gratuito puede dar, ese brillo que a diario nos lo roban las imágenes interesadas o banales con que nos atiborra el mundo.

Los oprimidos

Para nombrar a los oprimidos (tethrausmenous), señaló el Santo Padre, Lucas usa una expresión que contiene la palabra “trauma”. Ella basta para evocar la Parábola, quizás la preferida de Lucas, la del Buen Samaritano que unge con aceite y venda las heridas (traumata: Lc 10,34) del hombre que había sido molido a palos y estaba tirado al costado del camino. ¡La unción de la carne herida de Cristo! En esa unción está el remedio para todos los traumas que dejan a personas, a familias y a pueblos enteros fuera de juego, como excluidos y sobrantes, al costado de la historia.

Los cautivos son los prisioneros de guerra

Finalmente, están los cautivos son los prisioneros de guerra (aichmalotos), los que eran llevados a punta de lanza (aichmé). Jesús usará la expresión al referirse a la cautividad y deportación de Jerusalén, su ciudad amada (Lc 21,24). Hoy las ciudades se cautivan no tanto a punta de lanza sino con los medios más sutiles de colonización ideológica. Solo la unción de la propia cultura, amasada con el trabajo y el arte de nuestros mayores, puede liberar a nuestras ciudades de estas nuevas esclavitudes.

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Este Jueves Santo durante el inicio del triduo Pascual el Obispo Auxiliar de Puebla Felipe Pozos Lorenzini encabezo, el Lavatorio de los pies sustituyendo al Arzobispo Víctor Sánchez Espinoza.

El Obispo auxiliar en esta ocasión como sucede año con año lavado de los pies de 12 ancianos que habitan en el Asilo Particular de Caridad Santa Inés, quienes están al cuidado de Siervas del sagrado Corazón de Jesús quienes representaron a los 12 apóstoles que acompañaron a Jesús.

En este contexto durante la Homilía el Obispo Auxiliar hace un exhorto a los sacerdotes en general con el objetico de reflexionar, en torno al ejemplo de amor de nuestro Padre Jesús y en el caso menciono que en el municipio de Puebla existe un promedio de un millón 600 mil habitantes que viven en pobreza

Reitero que esta ceremonia debe recordar a todos los sacerdotes la necesidad de pedir perdón y tener humildad entre hermanos, no solo entre familias sino debe extenderse también entre quienes integran una comunidad.

Que es necesario abrir los ojos ante las 247 mil personas que en Puebla capital tienen hambre, y en el caso informo que cada cuatro días muere una persona por no tener que comer.

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