Cholula, Puebla, a 5 de junio de 2018.- En México de 1960 a 2010 la temperatura del medio ambiente aumentó 4 grados, número que parece inofensivo a simple vista; sin embargo, en estados del país donde se rebasan los 40 grados, esos cuatro dígitos pueden ser mortales; así que la sociedad y los gobiernos deben comenzar a crear programas para la atención de las ondas de calor, advirtió el Dr. Polioptro Martínez Austria, catedrático del Departamento de Ingeniería Civil y Ambiental de la Universidad de las Américas Puebla.

Lo que representa una incomodidad se puede convertir en deshidratación, después en sufrir golpes de calor, paulatinamente agravará padecimientos como diabetes, cardiovasculares, renales o pulmonares, y lo que sigue es la muerte. Así es el impacto de las ondas de calor, un efecto del cambio climático en la temperatura que acongoja al mundo y que ya es revisado por la Cátedra UNESCO – UDLAP en Riesgos Hidrometeorológicos a fin de dar recomendaciones preventivas que mitiguen el choque del fenómeno.

A través del mencionado organismo, el Dr. Martínez Austria presentó un estudio en el cual pone de ejemplo a Culiacán, Sinaloa, un estado con tendencia de temperaturas altas que desde 1960 a 2010 ha sufrido del aumento de 4 grados centígrados, dígitos que parecen inofensivos si no tuviera días de más de 40º, cuestión que afecta a la salud humana de diversas maneras e incluso provoca la muerte de grupos de personas. “Se ha demostrado que durante las ondas de calor la mortalidad se incrementa de manera sustancial. Por ejemplo, en Chicago en 1995 causó 514 muertes, en Europa en 2003 produjo casi 15,000 muertes, en la Federación Rusa produjo 55,376 muertes relacionadas con este fenómeno en el año 2010”, aseguró.

Asimismo, afirmó que la gravedad de las ondas de calor depende de factores como la adaptación de los habitantes, las condiciones de humedad, su duración y el cambio de temperatura entre el día y la noche. Por esta razón, es urgente desarrollar estudios que determinen umbrales de riesgo y medidas preventivas tanto en las grandes ciudades como en las regiones donde la humedad y la alta temperatura se combinan para producir temperaturas percibidas como mayores. En estos casos, además de las medidas preventivas de hidratación y disminución de la exposición, debe prestarse atención a cualquier síntoma de agravamiento de los padecimientos y acudir de manera oportuna al médico.

El catedrático de la UDLAP también afirmó que cuando las ondas de calor duran varios días y en especial si la temperatura alta se mantiene durante la noche se pueden presentar síntomas de fatiga térmica, una llamada de atención para mejorar el cuidado y la prevención. En cualquier caso, se recomienda no subvalorar los riesgos de las ondas de calor, mantener la vigilancia y seguir los avisos y las recomendaciones de autoridades de salud y otras relevantes como las municipales, el Servicio Meteorológico Nacional y Protección Civil. Siempre que se considere que existe un riesgo por calor extremo, se debe acudir a los servicios de salud.

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Estudio médico advierte: hasta jóvenes furiosos están propensos a problemas cardiacos

Ira y  enojo, sentimientos que tienen en muchos momentos mujeres y hombres en cualquiera etapa de la vida, no sólo causan reacciones destructivas en el organismo, sino el mayor daño lo hacen al corazón y pueden provocar un ataque cardíaco.

Cualquiera que sea el motivo de un enojo, origina que el pulso se acelere, la sangre se suba a la cabeza y haga sentir fuerte impulso por hacer algo violento como gritar, romper algo, golpear la mesa con los puños, y aunque es una emoción normal y hasta sana, en exceso no es bueno para la salud.

Un estudio realizado por el Johns Hopkins School of Medicine, evaluó a 1,337 hombres estudiantes de medicina y encontró que aquellos propensos al enojo presentaron tres veces más probabilidades de sufrir un ataque al corazón siendo jóvenes, o al menos, más propensos a desarrollar problemas cardíacos a lo largo de su vida.

Y un ataque de rabia puede hacerle mucho daño al corazón. Aunque los científicos aún siguen investigando más a fondo el tema, se sabe que el enojo y otras emociones fuertes afectan directamente al corazón y a las arterias.

Cuando alguien se enoja, tiene ira o cólera, su cuerpo activa un mecanismo de combate o pelea, le pone alerta y es entonces cuando se liberan hormonas como la adrenalina y el cortisol; se aceleran sus latidos del corazón, su respiración se hace más agitada y siente una descarga de energía. Los vasos sanguíneos se contraen y su presión arterial sube. Cuando esta reacción ocurre con demasiada frecuencia, el sistema cardiovascular se sobrecarga y se gasta.

Agrega el estudio señalado que existen evidencias de que estas reacciones pueden causar acumulación de placas de grasa en las arterias y por lo tanto, se dañan.

Esto debilita el sistema cardiovascular y hace que el enojado o enojada estén a las puertas de sufrir un infarto, aunque sean jóvenes.

Por eso, cuando algo nos cause enojo, ¡respiremos profundo! Contemos hasta diez, hagamos una pausa, pongamos  las cosas en una balanza y no reaccionemos con violencia, recomiendan médicos generales y especialistas.

El practicar técnicas de relajación puede ayudar a controlar estos ataques y a evitar que el corazón sea el más afectado.

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