Columna | P u l s o P o l i t i c o
Lo más dramático de todo lo que está ocurriendo en México, es además de la violencia y la inseguridad, la terrible ola de descontento social que se manifiesta por todas partes.
La violencia que ha dado ya seis mártires a la causa del la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, que ha provocado incendios de oficinas y automóviles de uso público, cierres de carreteras y autopistas, heridos, golpeados, en fin, un serie de problemas en estados como Michoacán, Guerrero y Oaxaca y también en Puebla, Morelos y otras entidades de la zona sur y sureste del país.
El temor a estallidos violentos se está generalizando en pueblos y ciudades y muchos delincuentes se aprovechan para realizar sus fechorías, sabiendo de antemano que no comparecerán ante la justicia, por la incompetencia y complicidad de numerosos servidores públicos y miembros de los cuerpos de seguridad.
Pero lo más grave es que los partidos políticos que tanto dinero cuestan al país, pues reciben millonarias cantidades de los gobiernos federal y locales, por eso que llaman “prerrogativas”, parece que andan en otras galaxias papando moscas.
Nuestro país, nos dicen, tiene una democracia partidista, es decir, quienes la hacen posible son los partidos políticos registrados y apoyados totalmente, económicamente por el estado, pues constitucionalmente, los partidos políticos son organismos “de interés nacional”.
Además de que en su gran mayoría no llenan los requisitos para ser partidos, sus dirigencias no hacen, en gran parte de los casos, ningún esfuerzo para crecer, para constituir fuerzas políticas organizadas, orientadoras de la opinión pública. Solo hacen presencia en época de elecciones para aliarse con los cuatro partidos grandes, pues si no lo hicieran no alcanzarían el porcentaje de votos (3 por ciento) necesario para mantener el registro y seguir recibiendo las prerrogativas.
Algunos de esos partidos son propiedad de algunas familias con el poder suficiente para obtener una franquicia de esa naturaleza.
Todos, incluyendo a los grandes: PRI, PAN, PRD, han perdido su identidad ideológica o nunca la han tenido.
El PRI, ya no es el partido surgido de la Revolución, liberal, nacionalista y revolucionario con fuerte inclinación a desarrollar políticas de beneficio social para las grandes masas; el PAN, ya no es el partido conservador, clerical, que lucha por la enseñanza de la religión en las escuelas públicas y porque el gobierno de la república se identifique con la religión católica mayoritaria en este país, aunque no tanto como ellos creían; y el PRD, con sus alianzas con el que debería ser su principal adversario, el PAN, ha perdido la seriedad que tuvo en sus inicios y además, los gobiernos surgidos de sus filas, no han sido modelo de eficiencia y honestidad (lo de Ayotzinapa es un ejemplo) En el caso de Morena, hay que esperar su arranque.
Los demás partidos, son solo una carga para el erario público y no sirven para nada.
Pero los grandes tampoco. Solo les interesan las elecciones pasadas, para pelear entre sí y las elecciones por venir, para colocar a su gente en posiciones para ganar senadurías o diputaciones plurinominales.
No hay propuestas, no hay proyectos ni de nación, ni estatales y menos municipales. Solo unos cuantos se salvan.
Y en situaciones, como la surgida esta semana en Oaxaca, donde un enfrentamiento con la policía provocó la muerte de seis civiles; 56 civiles lesionados y 55 policías también (nueve de bala) los dirigentes partidistas no fijan una posición que sea orientadora para la población, siguen en sus discusiones internas por las pasadas elecciones del 5 de julio. El PRD ya está por cambiar dirigente nacional y los grupos o tribus que hay en ese partido, andan interesadísimos en lograr posiciones para participar en el manejo de la organización partidista o lo que queda de ella.
En el PRI, hay algo semejante. También ahí hay grupos que se disputan el poder interno para lo que viene y que tratan de eliminarse unos a otros.
Y en el PAN, están en plena lucha por la candidatura presidencial, pues piensan que tienen la oportunidad de regresar a Los Pinos, porque el pueblo, de flaca memoria, ya olvidó los sexenios de Fox y Calderón, que no fueron ejemplo de nada bueno para el país.
Los partidos creen que cumplen con su función, solo exigiendo la presencia de los secretarios de Gobernación y Educación ante las cámaras de diputados y senadores, para que expliquen lo que pasó en Oaxaca.
Sus dirigentes nunca han asumido su responsabilidad, pues nunca han pensado que la crisis que vive el país, se debe en gran parte a la crisis de unos partidos que han perdido su ideología, que no tienen propuestas para nada, ni para combatir el desempleo, la pobreza extrema, la mala educación que imparte el estado, los servicios de salud, menos para resolver los problemas de inseguridad y violencia, que se desataron a extremos no vistos desde la Revolución de 1910, con los gobiernos panistas.
Seguramente saldrán con su embajada de siempre: el gobierno es el único culpable. Máxime que ya estamos en época pre electoral, en la que habrán de elegirse desde presidente de la república, gobernadores, senadores, diputados y hasta presidentes municipales y regidores de más de 2 mil ayuntamientos del país. Si para entonces, 2018, no estalla una revolución, ya no estalló.