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Prudencia, amparo y liberación

Sábado, 15 Noviembre 2025 19:29 Escrito por Víctor CORCOBA HERRERO / Escritor

Artículo | Algo Más Que Palabras 

 “Hay que hacer familia y rehacerse como  hogar: Esta es la gran misión que tenemos. Por el contrario, el hervidero de los conflictos, las heridas de la indigencia y el gemido de la tierra, nos recuerdan lo frágil que sigue siendo nuestro tronco común”. 

Sé prudente y escoge la ocasión, con la protección debida y la perseverancia necesaria, para recuperar el bienestar de salud física y mental, que todos nos merecemos trazar libremente, en un mundo tan inapropiado a veces para conjugar el rehacerse con el amor. La erudición de realidades que nos esclavizan están ahí, el abuso y la explotación sexual infantil permanecen encubiertos y sufren estigmatización en muchas regiones del orbe, la falta de escucha y de sintonía entre nosotros es otro de los tormentos en esa mirada global, tantas veces ausente y despreciada.  No olvidemos que la tierra es de todos y de nadie en particular, que el derecho a la vida sustenta los  derechos humanos y el cuidado de la creación, así como los conflictos armados, que son temibles y terribles para todos. 

La fuerza que no va orientada por la prudencia, se desmorona en el absurdo, ya que el valor es hijo de la sensatez, no de la precipitación. La persona reflexiva impulsa el espíritu creativo, se interroga, razona, evalúa, trata de comprender la complejidad de la situación y de poner oído bajo la salvaguardia, de no vincularse con nadie por interés mundano, nada más que con el sentido común. Cuidado con las gentes que todo lo corrompen de falsedades, con presiones y apariencias malvadas. Hoy más que nunca, se requiere de la protección conjunta, del auxilio colectivo y de la previsión vital para sobreponernos del aluvión de salvajadas. Ciertamente, liberarse de tantas cadenas impuestas no es fácil, pero tampoco imposible. ¡Ejercitemos la acción!, pues.

Ojalá aprendamos a entendernos y a atendernos, a liberarnos del poder de los lobos por medio de la no violencia, propiciando el culto a la cultura del abrazo desinteresado, llorando menos y sonriendo más, porque la risa libera al corazón de sus miedos, consuela a los desolados y reconforta, con nuevos aires, nuestros propios andares. Desde luego, podremos con esta actitud esperanzadora, mirar con optimismo el futuro y, particularmente, la propia existencia nuestra. Por desgracia, el relativismo moral y la inmoralidad manifiesta, unida a una falta de identidad, nos está entorpeciendo la ilusión por vivir. Esto explica muchos males, que rondan a la juventud: la evasión, el recurso a las adicciones, la falta de proyectos serios y hasta el mismo rechazo de la autoridad legítima. 

Ante el bochorno de este injusto contexto, sólo cabe pararse, hacer un alto en el camino para reencontrarse, cada cual consigo mismo; sólo así, renovaremos el entusiasmo, pasaremos página, asumiendo el reto de coexistir, desviviéndonos por vivir. Tomemos, en consecuencia, otro horizonte: el de la autenticidad. Huyamos de los ídolos opresores del poder, del dinero y del placer, será la gran liberación de nuestro interior. El gozo de ganar la batalla mar adentro, nos elevará al edén del verso y la palabra, del buen hacer y mejor obrar. Contribuiremos de este modo, a la creación de un planeta más solidario y humano, con tintes místicos que nos alegran los pasos, poniendo a los niños y a los mayores siempre primero, erradicando el abandono y que nadie quede postergado.

Estamos llamados a bucear más allá de lo que nos separa y a descubrir lo que nos une. Sin duda, no podemos continuar oscureciendo horizontes, alzando muros entre naciones, realzando contrariedades vecinales y haciéndonos imposible la vida.  Hay que hacer familia y rehacerse como  hogar: Esta es la gran misión que tenemos. Por el contrario, el hervidero de los conflictos, las heridas de la indigencia y el gemido de la tierra, nos recuerdan lo frágil que sigue siendo nuestro tronco común. Al fin y al cabo,  todo se reduce a cultivar los más excelsos bienes: la prudencia que evita errores, el amparo que protege contra la tentación del maligno y a liberarse de la maldad, que todo lo confunde e infunde de miserias. No forjemos el mal y no se hallará. La culpa es nuestra; ¡reconozcámoslo!

Víctor CORCOBA HERRERO / Escritor
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