Reflexión Poética | Compartiendo Diálogos Conmigo Mismo

(Aproximándonos y tocando el corazón de Cristo, se percibe su gran amor y se manifiesta la compasión del Padre hacia todos nosotros; que hemos de reencontrarnos entre sí, con la ternura del bien y el apego a la bondad. Volvamos al oleaje de la navegación conciliadora, tomemos los remos del bien, que es el que nos cura de la lepra del mal, expandiendo la mirada para abrazarnos e infundiendo la reconciliación del tormento y sus ramas).

I.- PURGUÉMONOS EL CORAZÓN,
CON REVISIÓN DE NUESTROS ANDARES

Necesitamos la pureza para hallarnos;
hallados buscamos la luz para vernos;
viéndonos es como nos notamos bien;
pues sí lejos del hermano nada somos,
lejos de Dios se acrecientan las llagas.

La compasión que faena en nosotros,
no busca la tendencia sensacionalista,
sino la senda de la auténtica santidad,
el camino de la sanación del espíritu,
donde se asienta el cielo con la tierra.

Jesús nos enseña a extender la mano,
a no tener miedo a cubrirnos entre sí,
a reconducirnos unos con otros el ser,
pues nada se es distanciados del alma,
a su lado es como se acrisola la savia.

II.- CONFESÉMONOS ANTE EL ALTÍSIMO;
CON REPARACIÓN POR NUESTRAS CULPAS

Las falsedades en las que incurrimos,
nos apartan del decoro de la rectitud,
desuniéndonos de la conexión celeste,
desligándonos de la comunión etérea,
enfermándonos por dentro y por fuera.

Tomaré la pena y descubriré mi dolor,
exteriorizaré al Señor mi culpabilidad,
e interiorizaré el perdón de mi caída;
pues aspiro a regresar a su horizonte,
con la paz interior y la unión radiante.

Confiar en la firmeza divina nos sitúa,
en el tabernáculo del gozo y la alegría,
en la infinita misericordia libertadora,  
en la poética inocencia de un corazón,
encaminado al encuentro de la certeza.

III.- HAGÁMOSLO RECOGIDOS;
CON DEVOCIÓN A NUESTRA SEÑORA DE LOURDES

Nuestra Señora de Lourdes nos llama,
nos invita a rezar con el santo rosario,
a contemplar con ardiente amor puro,
el rastro y el rosto del Cristo viviente,
que nos resucita cada día y acompaña.

María, Abogada y gloriosa caminante,
queremos recorrer de nuevo tu esfera,
orando a la par contigo los misterios,
en los que tu amado Hijo se nos revela,
como la luminaria que todo lo redime.

Mi buena Madre, ten clemencia de mí,
dame una mirada que acaricie sin más,
que arda íntegramente por el Salvador,
en la profundidad del silencio orante,
y en la fertilidad ineludible de la cruz.

Víctor CORCOBA HERRERO
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Publicado en COLUMNAS

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