Miércoles, 08 Noviembre 2023 12:19

Es evangelizando como somos evangelizados: Francisco

•    El Papa en su catequesis de hoy habla del testimonio de la Sierva de Dios francesa Madeleine Delbrêl. Desde la periferia, en un barrio obrero de París, ella pudo experimentar que “es evangelizando como somos evangelizados”.

Ciudad del Vaticano. - El Papa en su catequesis presenta el testimonio de la Sierva de Dios francesa Madeleine Delbrêl. El Señor nos haga redescubrir también a nosotros, como a Madeleine, que la fe es «un tesoro extraordinario y extraordinariamente gratuito» para llevar a las calles del mundo. Esta Sierva de Dios nos enseña que los ambientes secularizados también nos ayudan a convertirnos y a fortalecer nuestra fe. No olvidemos que la vida en Cristo, dijo el Papa, es “un tesoro extraordinario y extraordinariamente gratuito”, que estamos llamados a compartir con todos.

Entre los muchos testigos de la pasión por el anuncio del Evangelio, esta mañana Francisco presentó en su catequesis la figura de una mujer francesa del siglo XX, la Sierva de Dios Madeleine Delbrêl. Nacida en 1904 y fallecida en 1964, fue asistente social, escritora y mística, y vivió durante más de treinta años en la periferia pobre y obrera de París.

Evangelizando es como somos evangelizados

“Deslumbrada por el encuentro con el Señor, escribió: «Una vez que hemos conocido la palabra de Dios, no tenemos derecho de no recibirla; una vez recibida no tenemos derecho de no dejar que se encarne en nosotros, una vez encarnada en nosotros no tenemos derecho de tenerla para nosotros: desde ese momento pertenecemos a aquellos que la esperan» (La santidad de la gente común, Milán 2020, 71)”.

Hablando de la historia de la Sierva de Dios, el Papa recordó que vivió una adolescencia en el agnosticismo hasta que encontró al Señor a los 20 años, tocada por el testimonio de algunos amigos creyentes. A partir de ese momento, se pone en la búsqueda de Dios, dando voz a una sed profunda que sentía dentro de sí, afirmó el Pontífice, y llega a comprender que ese «vacío que gritaba en ella su angustia» era Dios que la buscaba (Deslumbrada por Dios. Correspondencia 1910-1941, Milán 2007, 96).

La conversión incluso en medio de ambientes secularizados

La alegría de su fe la llevó a abrazar una vida enteramente entregada a Dios, en el corazón de la Iglesia y en el corazón del mundo, simplemente compartiendo en fraternidad la vida de la "gente de la calle". Con ella, señaló el Santo Padre, aprendimos que el Señor Jesús está presente en todas las situaciones de la vida y que es ahí donde nos llama a vivir nuestro tiempo y a compartir la vida de los demás.

Para Madeleine, continuó Francisco, el fuego del Dios vivo tenía que arder tan intensamente en nuestro interior que no nos dejara descansar hasta que su nombre hubiera llegado a quienes aún no lo conocen. Y así, es evangelizando como somos evangelizados, y ella llegó a exclamar: "¡Ay de mí si al evangelizar no me evangelizo a mí misma!".

Redescubrir lo esencial de la fe

En particular, nos enseña que incluso los ambientes secularizados nos ayudan a convertirnos, porque el contacto con los no creyentes reta a los creyentes a revisar continuamente su manera de creer y a redescubrir lo esencial de la fe. Madeleine -dijo Francisco- experimentó todo esto en su propia vida, al vivir durante muchos años en un barrio obrero donde impregnaba la ideología marxista. Allí se convenció de que los ambientes ateos o secularizados son lugares donde los cristianos, precisamente porque tienen que luchar, pueden fortalecer la fe que les dio Jesucristo.

“Mirando a esta testigo del Evangelio, también nosotros aprendemos que en toda situación y circunstancia personal o social de nuestra vida, el Señor está presente y nos llama a habitar nuestro tiempo, compartir la vida de los otros, mezclarnos en las alegrías y los dolores del mundo. En particular, nos enseña que también los ambientes secularizados son de ayuda para la conversión, porque los contactos con los no creyentes provocan al creyente a una continua revisión de su forma de creer y a redescubrir la fe en su esencialidad (cfr Nosotros de las calles, Milán 1988, 268s)”.

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La catequesis de hoy se trató sobre el séptimo mandamiento: no robarás. Tras hacer un análisis de este concepto en las culturas del mundo, el Papa invitó a abrirse al sentido más amplio de la Doctrina Social de la Iglesia sobre este mandamiento

Ciudad del Vaticano.- En la mañana del  7 de noviembre, como todos los miércoles, el Papa Francisco presidió la Audiencia General e impartió su catequesis. Lo hizo en la Plaza de san  Pedro, ante los fieles provenientes de diversas partes del mundo. La catequesis de este día se trató sobre el séptimo mandamiento “no robarás”.

Hoy reflexionamos sobre el séptimo mandamiento del decálogo: «No robarás»-dijo en español-. Lo primero que nos viene a la mente es el tema de la sustracción o retención ilícita de los bienes ajenos, y el debido respeto a la propiedad de los demás. En toda cultura, robar es inaceptable, pues todas defienden el derecho a poseer bienes.

Si bien el concepto es que en todas las culturas robar es inaceptable, el Papa Francisco invitó a abrirse a una lectura más amplia de esta palabra, focalizando el tema de la propiedad de los bienes a la luz de la sabiduría cristiana. De este modo recordó cuanto afirma el catecismo de la Iglesia católica sobre la destinación universal de los bienes y afirmó:

La sabiduría cristiana nos dice que, por voluntad divina, los frutos de la creación están destinados a todo el género humano. El destino universal de los bienes y su distribución justa es anterior al derecho a la propiedad privada, que debe estar en función de las necesidades primarias del hombre.
El mundo es uno solo y las riquezas están en manos de pocos

Sin embargo, Francisco recordó que la Providencia no ha dispuesto un mundo “en serie” , hay  diferencias y condiciones diversas, y así se puede vivir proveyendo los unos a los otros:

El mundo es rico en recursos para asegurar a todos el acceso a los bienes fundamentales; sin embargo, muchos viven en una situación de pobreza escandalosa. Y los recursos naturales mal usados, se van deteriorando y destruyendo. La propiedad, muy en especial cuando afecta los recursos naturales, debe estar siempre al servicio de las necesidades de los pueblos. No podemos considerarnos dueños absolutos de las cosas.

"El mundo es uno solo",  afirmó el Papa, "la humanidad es una sola", y la riqueza del mundo de hoy “está en las manos de las minorías de pocos y la pobreza es el sufrimiento de muchos, de la mayoría”. Si en la tierra hay hambre – prosiguió – no es porque falta el alimento. Es más, debido a las exigencias del mercado se llega a veces a tirarlo. Lo que falta es un “espíritu empresarial libre y previsor, que garantice una producción adecuada, y un enfoque de apoyo, que garantice una distribución justa”.

El Señor nos llama a ser administradores responsables

De ahí que en esta perspectiva aparece el significado positivo y amplio del mandamiento no robarás:

En sentido positivo, - dijo en español - «no robarás» significa que el Señor nos llama a ser administradores responsables de su Providencia, a aprender a multiplicar con creatividad los bienes que poseemos para usarlos con generosidad en favor de nuestro prójimo, y de este modo crecer en la caridad y en la libertad.

El Papa aseguró que si eres rico, es una responsabilidad que tienes: “lo que poseo verdaderamente es lo que sé donar”, dijo. “Esta es la medida para evaluar cómo yo logro tener las riquezas, si logro bien o mal”. “Si yo puedo donar soy rico no sólo en lo que poseo sino también en la generosidad, generosidad como un deber de dar para que todos participen”. Y esto porque, de hecho, si no logro donar algo es porque esa cosa me posee: "soy esclavo, tiene poder sobre mí y  soy esclavo", reiteró.

En la catequesis en italiano Francisco concluyó iluminando con Jesús: cómo el Maestro, una vez más, nos devela el sentido pleno de las escrituras.

“No robarás significa ama con tus bienes, aprovecha tus medios para amar como puedes. Entonces tu vida se vuelve buena y el poseer se convierte verdaderamente en un don. Porque la vida no es tiempo para poseer, sino para amar”.

En los saludos a los fieles de lengua española Francisco rogó que “el Señor Jesús nos conceda entender que la vida no es un tiempo para poseer sino para amar con nuestros bienes, porque solo tenemos aquello que sabemos donar". "Que la Virgen María nos ampare e interceda por nosotros”, concluyó.

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Con el deseo de que volvamos a descubrir y revivamos los mandamientos, para que alcancemos una vida plena, el Santo Padre dio inicio a una nueva serie de catequesis sobre el tema

Ciudad del Vaticano.-  En el miércoles de la X semana del tiempo ordinario el Papa Francisco inició un nuevo ciclo de catequesis, sobre el tema de los mandamientos, para ver cada uno de ellos como “la puerta que el Padre celeste ha abierto para conducirnos a la vida verdadera”.

Para realizar la introducción, y como él mismo lo dijo, tomó como punto de partida el pasaje del Evangelio oído en la plaza de San Pedro, Marcos capítulo 10, versículos 17 al 21, en el que un hombre pregunta al Maestro cómo hacer para heredar la Vida Eterna. Una pregunta en la que – señaló el Papa- se encuentra el desafío de toda existencia, es decir, el deseo de una vida plena e infinita.

“Comenzamos hoy una nueva serie de catequesis dedicada a los mandamientos. Nos sirve de introducción el diálogo de Jesús con aquel hombre que se acercó a preguntarle lo que tenía que hacer para heredar la vida eterna. En su pregunta latía el deseo de una vida plena, auténtica. Jesús le responde indicándole el camino del cumplimiento de los mandamientos”.
Para alcanzar la vida eterna vivir una existencia noble

Reflexionando sobre cómo alcanzar esa vida plena el Pontífice posó su pensamiento en los jóvenes, que tratan de “vivir” y en cambio se destruyen yendo detrás de cosas efímeras:

“Quisiera decir – expresó el Papa-  especialmente a los jóvenes : nuestro peor enemigo no son los problemas concretos, por cuan serios y dramáticos sean. El peligro más grande de la vida es un mal espíritu de adaptación que no es mansedumbre o humildad, sino mediocridad, pusilanimidad”.

De allí que - tras citar al Beato Pier Giorgio Frassati que afirmaba la necesidad de “vivir”, y no de “ir tirando”-  el Santo Padre pidiera para ellos el don de la “sana inquietud”, la capacidad de “no contentarse de una vida sin belleza”, porque, se preguntó Francisco, “si los jóvenes no serán hambrientos de vida auténtica, ¿adónde irá la humanidad?”.

El Santo Padre manifestó sucesivamente que de la pregunta del hombre del Evangelio a Cristo, - que también está dentro de cada uno de nosotros, y a la Jesús responde citando el decálogo de los mandamientos - se evidencia precisamente, que ese hombre no tiene la vida plena:

“Pero él, a pesar de que cumple los mandamientos desde pequeño, siente que le sigue faltando algo. Así, mediante un proceso pedagógico, Jesús lleva a esa persona a reconocer sus propios límites para que confíe en él, el Hijo de Dios, el único que puede dar una vida plena. El hombre debía convencerse de que ya no puede vivir de sí mismo, de sus propias obras, de sus propios bienes; es necesario que lo deje todo para seguir al Señor, porque Él es la vida plena, el amor verdadero y la riqueza auténtica”.

El desafío es encontrar el “original”, no la “copia”

"¿Quién pudiendo elegir entre un original y la copia, elige la copia?" Esta pregunta el Pontífice propuso a los presentes para remarcar que la vida plena, el amor verdadero, puede darlo sólo Jesús:

“Jesús no ofrece sustitutos, ¡sino la vida real, el amor verdadero, la verdadera riqueza! ¿Cómo pueden los jóvenes seguirnos en la fe si no nos ven elegir el original, si nos ven adictos a las medias medidas? Se necesita el ejemplo de alguien que me invita a un “más allá”, a algo “más. San Ignacio lo llamó el “magis”, “el fuego, el fervor de la acción que sacude dormideras”.

El Papa concluyó  afirmando que “el camino, de lo que falta pasa por lo que hay”, es decir, que “debemos escudriñar lo ordinario para abrirnos a lo extraordinario”, y adelantó que “en estas catequesis intentaremos ver cada uno de los mandamientos como esa puerta que el Padre celeste ha abierto para conducirnos a la vida verdadera, dejando que Jesús nos tome de la mano y nos ayude a atravesarla”.
«Que María nos de la gracia de revivir los diez mandamientos como camino de amor»

Tras saludar a los fieles de diferentes nacionalidades dirigió, como de costumbre, su pensamiento a los jóvenes, los ancianos, los enfermos y los recién casados. Recordando la memoria de San Antonio de Padua, oró para que el Santo Doctor de la Iglesia y Patrono de los pobres les enseñe la belleza del amor sincero y gratuito: “sólo amando como Él amó, ninguno alrededor de ustedes se sentirá marginado  y, al mismo tiempo, ustedes serán cada vez más fuertes en las pruebas de la vida”, les dijo.

A los fieles de lengua española invitó a pedir “a la Virgen María que obtenga para nosotros la gracia de volver a descubrir y revivir los diez mandamientos como un camino de amor que nos llevará a la vida verdadera, que es Cristo” y les impartió su bendición.

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