Aunque prefiere que sean sepultados los cuerpos, acepta la cremación

En la proximidad de la conmemoración anual de los fieles difuntos, el Papa Francisco recuerda a los creyentes y no creyentes del mundo, que  la Iglesia Católica ha puesto orden ante las nuevas prácticas tanto de sepultura como de cremación de los cuerpos.

La mañana de este martes 25 de octubre,  fue presentada en la Oficina de Prensa de la Santa Sede, en Roma, la Instrucción de la Congregación de la Fe denominada “Ad resurgendum cum Christo”, aprobada en este año, acerca de la sepultura de los difuntos y la conservación de las cenizas en caso de cremación.

Explica este documento difundido en la mayor parte de su contenido por agencias noticiosas y redes sociales, que aunque la Iglesia Católica sigue prefiriendo que los difuntos sean sepultados, acepta la cremación, pero prohíbe que se esparzan sus cenizas, que se dividan entre familiares o que se conserven en casa.

Textualmente  señala: “Para evitar cualquier malentendido panteísta, naturalista o nihilista, no será permitida la dispersión de las cenizas en el aire, en la tierra o en el agua o en cualquier otra forma, o la conversión de las cenizas en recuerdos conmemorativos, en piezas de joyería o en otros artículos”.

Advierte además que “en el caso de que el difunto hubiera dispuesto la cremación y la dispersión de sus cenizas en la naturaleza por razones contrarias a la fe cristiana, se le han de negar las exequias”.

Sobre este punto especifica que la negación de exequias será sólo si el difunto mantuvo, en sus últimas voluntades, el deseo de esparcir sus cenizas con expreso rechazo de las prácticas de la fe cristiana.
 
Aclara además que “no se pueden permitir actitudes y rituales que impliquen conceptos erróneos de la muerte, considerada como anulación definitiva de la persona, como momento de fusión con la Madre naturaleza o con el universo, como una etapa en el proceso de reencarnación, o como la liberación definitiva de la ‘prisión’ del cuerpo”.

Reitera la Iglesia: “la conservación de las cenizas en un lugar sagrado puede ayudar a reducir el riesgo de sustraer a los difuntos de la oración (por ellos), el recuerdo de los familiares y de la comunidad cristiana; evita la posibilidad de olvido, la falta de respeto y los malos tratos que pueden sobrevenir  sobre todo una vez pasada la primera generación, así como prácticas inconvenientes o supersticiosas”.

En conferencia de Prensa para la presentación del  documento expuesto, el consultor de la Congregación de la Doctrina de la Fe, Ángel Rodríguez Luño, explicó que el ex  Santo Oficio dice que la conservación de las cenizas en el hogar está permitida sólo “en casos de graves y excepcionales circunstancias”, y cuando una persona lo pida “por piedad o cercanía”.

Agrega que las cenizas del difunto, “por regla general, deben mantenerse en un lugar sagrado, es decir, en el cementerio o, si es el caso, en una iglesia o en un área especialmente dedicada a tal fin por la autoridad eclesiástica competente”.

El prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, cardenal Gerhard Mueller, explicó ante estas decisiones que “los muertos no son propiedad de los familiares” y que “son hijos de Dios, forman parte de Dios y por ello no se celebran ritos privados, sino ceremonias públicas y esperan en un campo santo su resurrección”.

La Iglesia, aunque autoriza la cremación “por razones de tipo higiénico, económicas o sociales”, sigue prefiriendo la sepultura porque “favorece el recuerdo y la oración por los difuntos por parte de los familiares y de toda la comunidad cristiana, y la veneración de los mártires y santos.

 “la Iglesia, agrega,  no ve razones doctrinales para evitar esta práctica, ya que la cremación del cadáver no toca el alma y no impide a la omnipotencia divina resucitar el cuerpo”.

Mas para el secretario de la Comisión Teológica Internacional,  Serge-Thomas Bonino, quien intervino en la rueda de prensa, “la cremación es algo  brutal. No es un proceso natural sino que interviene la técnica y no permite a las personas cercanas acostumbrarse a la falta de un ser querido”.

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“Retornan” los difuntos del Mictlán o del Purgatorio  el 1 y 2 de noviembre

Al vivir días antes del 1 y 2 de noviembre en Puebla, México y algunos otros países latinoamericanos las familias, en su mayoría, se preparan para colocar en sus hogares las tradicionales ofrendas dedicadas a los seres queridos que han partido de este mundo al más allá.

El origen de  estas celebraciones, muy mexicanas,  se remonta a las prácticas y creencias de las culturas prehispánicas, a las que hoy en día se incorporan elementos también del cristianismo  y hasta toques modernos.

Según la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas, los elementos clave que adornan las ofrendas para dar un recibimiento perfecto a los espíritus, además de la flor de cempasúchil y el pan de muerto, están imágenes de los difuntos, papel picado, sal, agua, velas, veladoras, calaveritas de azúcar, amaranto o chocolate, el copal e incienso, frutas de temporada, alimentos y bebidas que en vida gustaban al difunto (a).

Según la tradición, durante la conmemoración del Día de Muertos las almas de los difuntos salen del lugar donde llegaron al morirse, como el Mictlán en el caso de los indígenas, o el Purgatorio para los católicos, y regresan a visitar a sus descendientes y seres queridos en este mundo.

Y por eso aquí los vivos arman un altar en el cual ofrecen a sus difuntos  cosas que disfrutaron en esta vida, como comida favorita, bebida predilecta, cigarros, juguetes y todo lo que en vida tuvieron, como ropa que más usaron.

En México los altares, como se manifiesta en Huaquechula principalmente, tienen tres niveles: uno simboliza el cielo, otro la tierra y otro el inframundo, niveles que los “visitantes” deben escalar para retornar a nuestro mundo.

Como cada elemento mencionado tiene su significado, las flores son símbolo de la conmemoración, por sus colores y estelas aromáticas, pues adornan y aromatizan el lugar durante la estancia de las ánimas que al marcharse se irán contentas.

El alhelí y la nube no pueden faltar, ya que su color significa pureza y ternura, y acompañan a las ánimas de los niños, como las flores de cempasúchil y terciopelo acompañan a los difuntos adultos.

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