Prácticas supersticiosas atraen a fieles que dicen "creer en Dios"

Puebla, Pue, septiembre 13.- Los bautizados, mujeres y hombres, de toda edad y condición social, que dicen creer en Cristo Jesús y en su Evangelio, pero también creen  en prácticas supersticiosas, son  adúlteros espirituales, expuso hoy  el sacerdote misionero Cristián Echeverry Sánchez.

Tal referencia la hizo en su homilía durante la misa que celebró ayer en la capilla de la Curia de la Arquidiócesis de Manizales, Colombia, en la conmemoración del Santísimo Nombre de María.

Explicó que cuando una mujer o un hombre vive de verdad unido a Cristo, se siente contento, experimenta libertad y puede hacer todo lo que le es lícito. Mas no le conviene recurrir a ídolos o falsos dioses.

Poe eso el Apóstol Pablo pedía en sus cartas a los corintios que tuvieran siempre presentes los tesoros que El Señor nos da a todos para servirle y darle gracias, y en tribulaciones o inquietudes acudir a Él y no a prácticas supersticiosas.

Así como la sociedad civil y autoridades humanas consideran como adulterio matrimonial el hecho de que uno de los cónyuges abandona al otro, así la Iglesia Católica considera adulterio espiritual cuando un creyente en vez de acudir siempre a Dios recurre a la idolatría o a prácticas no aprobadas por la Iglesia.

Quienes prenden una vela a Dios y otra al diablo, detalló el sacerdote Echeverry Sánchez, son el modelo de los adúlteros espirituales.

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El Papa Francisco en la audiencia de este 24 de junio continuó desarrollando el tema de la oración. En esta ocasión se centró en la figura del rey David, como pastor, poeta y soñador. “David tiene un sueño: el de ser un buen pastor”. La oración es la que asegura la relación con Dios y le permite ser “Compañero en medio de las travesías de la vida”.

Ciudad del vaticano, Italia. - El Papa Francisco desarrolló en la catequesis de la Audiencia General, el tema de la oración, centrándose en la figura del rey David. De la descendencia de este personaje bíblico se dirá que Jesús es heredero, porque, dice el Papa: “De la descendencia de David, según las promesas, viene el Mesías: un Rey totalmente según el corazón de Dios, en perfecta obediencia al Padre, cuya acción realiza fielmente su plan de salvación”.

David, ante todo un pastor

En la catequesis, Francisco describe el itinerario de la vida del rey David: “El episodio de David comienza en las colinas entorno a Belén, donde pastorea el rebaño del padre, Jesé. Es todavía un muchacho, el último de muchos hermanos”. Y citando 1 Samuel 16,1-13 nos recuerda que David “es ante todo un pastor: un hombre que cuida de los animales, que los defiende cuando llega el peligro, que les proporciona sustento. Cuando David, por voluntad de Dios, deberá preocuparse del pueblo, no llevará a cabo acciones muy diferentes respecto a estas”.

Francisco continúa y muestra que la imagen del pastor también se utiliza con Jesús a quien se define como ‘buen pastor’ y de él se dice: “Él ofrece si vida a favor de las ovejas, las guía, conoce el nombre de cada una de ellas (cf. Juan 10,11-18)”.

No todo fue positivo en la vida de David, por eso el Papa cita el pasaje en el que el profeta Natán le recrimina su pecado: “David entenderá inmediatamente que ha sido un mal pastor, que ha depredado a otro hombre de la única oveja que él amaba, que ya no era un humilde servidor sino un enfermo de poder, un furtivo que mata y saquea (2 Samuel 12,1-15)”.

David, su alma de poeta

El obispo de Roma plantea que un segundo aspecto presente en la vocación de David es su alma de poeta y lo describe como “una persona sensible, que ama la música y el canto. La cítara lo acompañará siempre: a veces para elevar a Dios un himno de alegría (cf. 2 Samuel 6,16), otras veces para expresar un lamento o para confesar su propio pecado (cf. Salmos 51,3)”.

“Su mirada acoge, detrás del desarrollo de las cosas, un misterio más grande”, afirma el Papa e insiste: “La oración nace precisamente de allí: de la convicción de que la vida no es algo que se desliza a nuestro lado, sino que es un misterio asombroso, que en nosotros provoca la poesía, la música, la gratitud, la alabanza o el lamento, la súplica. La tradición quiere por ello que David sea el gran artífice de la composición de los salmos”.

El sueño de ser buen pastor

La vida de David, afirma Francisco muestra como “David tiene un sueño: el de ser un buen pastor. Alguna vez será capaz de estar a la altura de esta tarea, otras veces, menos; pero lo que importa, en el contexto de la historia de la salvación, es que sea profecía de otro Rey, del que él es solo anuncio y prefiguración”.

En medio de una vida llena de contrastes e incoherencias, se puede dibujar a David como “Santo y pecador, perseguido y perseguidor, víctima y verdugo. David fue todo esto”, afirma el Papa. Sin embargo, prosigue, “Hay un solo hilo rojo, en la vida de David, que da unidad a todo lo que sucede: su oración”.

Más adelante, el Papa insiste en esta imagen: “El santo David, reza; David pecador, reza; David perseguido, reza; David perseguidor, reza; David víctima, reza. También David el verdugo, reza. Este es el hilo rojo de su vida. Un hombre de oración. Esa es la voz que nunca se apaga: ya sea que tome los tonos del júbilo, o los del lamento, es siempre la misma oración, sólo cambia la melodía”.

El diálogo con Dios

“David nos enseña a hacer entrar todo en el diálogo con Dios: tanto la alegría como la culpa, el amor como el sufrimiento, la amistad o una enfermedad. Todo puede convertirse en una palabra dirigida al “Tú” que siempre nos escucha”, subraya Francisco.

La oración tiene una fuerza particular en todos aquellos que le dan espacio en su vida, afirma Francisco, porque “es capaz de asegurar la relación con Dios, que es el verdadero Compañero de camino del hombre, en medio a las miles de travesías de la vida”.

“La oración nos da nobleza: es capaz de asegurar la relación con Dios, que es el verdadero compañero de viaje del hombre, en medio de las mil dificultades de la vida, buenas o malas: pero siempre la oración. Gracias, Señor. Tengo miedo, Señor. Ayúdame, Señor. Perdóname, Señor. Es tanta la confianza de David que, cuando fue perseguido y tuvo que huir, no dejó que nadie lo defendiera: "Si mi Dios me humilla así, Él lo sabe", porque la nobleza de la oración nos deja en manos de Dios. Esas manos plagadas de amor: las únicas manos seguras que tenemos”, concluye el Papa.

El Papa Francisco saludó a diversas comunidades lingüísticas, a los de lengua española y recordó la memoria de san Juan Bautista, “La memoria de san Juan Bautista, el profeta precursor del Mesías”, también recordó a la comunidad polaca a quienes invitó a seguir cuidando de la salud de todos, a disfrutar en este tiempo de verano de las bellezas de la creación reforzando los lazos con los hombres y con Dios.

El Papa Cercano al pueblo mexicano

Al finalizar su mensaje, el Papa Francisco tuvo presente al pueblo de México: Ayer un violento terremoto azotó el sur de México, causando algunas víctimas, heridos y enormes daños. Rezamos por todos ellos. Que la ayuda de Dios y de los hermanos les dé fuerza y apoyo. Hermanos y hermanas les estoy muy cercano.

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A pesar de la esterilidad que a veces marca nuestra existencia, Dios tiene paciencia y nos ofrece la posibilidad de cambiar y progresar en el camino del bien. Lo dijo el Papa este mediodía en su Ángelus dominical, al hablar de la misericordia de Dios y nuestra conversión, podemos confiar mucho en su misericordia, pero sin abusar de ella

Ciudad del Vaticano.- Tomando la parábola del Evangelio de hoy, que habla de la higuera estéril, el Papa afirma que el dueño de la higuera representa a Dios Padre y el viñador es la imagen de Jesús, mientras que la higuera es el símbolo de la humanidad indiferente y árida. Jesús intercede ante el Padre por la humanidad y le pide que espere y le dé más tiempo, para que en él broten los frutos del amor y de la justicia. Podemos confiar mucho en la misericordia de Dios, pero sin abusar de ella. No debemos justificar la pereza espiritual, dijo Francisco, sino aumentar nuestro compromiso de responder prontamente a esta misericordia con sinceridad de corazón.

“En el tiempo de Cuaresma, el Señor nos invita a la conversión. Cada uno de nosotros debe sentirse interpelado por esta llamada, corrigiendo algo en su vida, en su manera de pensar, actuar y vivir las relaciones con el prójimo. Al mismo tiempo, debemos imitar la paciencia de Dios, que confía en la capacidad de todos para "levantarse" y reanudar su camino.  Dios es Padre y no apaga la llama débil, sino que acompaña y cuida a los débiles para que se fortalezcan y aporten su contribución de amor a la comunidad”.
El egoísmo de la humanidad contrasta con el amor del Viñador

Luego Francisco dijo en su alocución previa al Ángelus, que la higuera que el dueño de la parábola quiere erradicar representa una existencia estéril, incapaz de dar, de hacer el bien. Es el símbolo del que vive para sí mismo, lleno y tranquilo, tumbado en su propia comodidad, incapaz de volver los ojos y el corazón a los que están a su lado y que están en estado de sufrimiento, pobreza, incomodidad. Esta actitud de egoísmo y esterilidad espiritual contrasta con el gran amor del viñador por la higuera: tiene paciencia, sabe esperar, le dedica su tiempo y su trabajo. Prometió a su señor que cuidaría especialmente de ese árbol infeliz.

Esta semejanza manifiesta la misericordia de Dios, que nos deja un tiempo de conversión. A pesar de la esterilidad que a veces marca nuestra existencia, Dios tiene paciencia y nos ofrece la posibilidad de cambiar y progresar en el camino del bien. Pero el retraso implorado y concedido a la espera de que el árbol dé finalmente sus frutos indica también la urgencia de la conversión, añade el Papa y dijo:  El viñador dice al dueño: "Déjalo de nuevo este año". La posibilidad de conversión no es ilimitada; por lo tanto, es necesario aprovecharla inmediatamente; de lo contrario, se perdería para siempre.

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El Papa Francisco presidió la Santa Misa con el rito de canonización de siete beatos. Entre ellos, el Papa Pablo VI y Mons. Óscar Romero, dos sacerdotes, un joven laico y dos religiosas, este domingo 14 de octubre, en la Plaza de San Pedro en el Vaticano.

Ciudad del Vaticano.- “Jesús es radical. Él lo da todo y lo pide todo: da un amor total y pide un corazón indiviso. También hoy se nos da como pan vivo; ¿podemos darle a cambio las migajas? A él, que se hizo siervo nuestro hasta el punto de ir a la cruz por nosotros, no podemos responderle solo con la observancia de algún precepto. A él, que nos ofrece la vida eterna, no podemos darle un poco de tiempo sobrante. Jesús no se conforma con un «porcentaje de amor»: no podemos amarlo al veinte, al cincuenta o al sesenta por ciento. O todo o nada”, lo dijo el Papa Francisco en su homilía en la Santa Misa con el rito de canonización de siete beatos, entre ellos, el Papa Pablo VI y Mons. Óscar Romero, dos sacerdotes, un joven laico y dos religiosas, este domingo 14 de octubre, en la Plaza de San Pedro en el Vaticano.

La Palabra de Dios transforma el corazón

Comentando las lecturas bíblicas que la liturgia propone este XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario, el Santo Padre señala que, la Palabra de Dios no es un conjunto de verdades o una edificante narración espiritual; no, dice el Papa, es palabra viva, que toca la vida, que la transforma. Allí, Jesús en persona, que es la palabra viva de Dios, nos habla al corazón. En el Evangelio, en particular, afirma el Pontífice, nos invita a encontrarnos con el Señor, siguiendo el ejemplo de ese «uno» que «se le acercó corriendo y que preguntó a Jesús cómo «heredar la vida eterna».

“La respuesta de Jesús lo desconcierta. El Señor pone su mirada en él y lo ama. Jesús cambia la perspectiva: de los preceptos observados para obtener recompensas al amor gratuito y total. Aquella persona hablaba en términos de oferta y demanda – precisa el Sucesor de Cristo – Jesús le propone una historia de amor. Le pide que pase de la observancia de las leyes al don de sí mismo, de hacer por sí mismo a estar con él. Y le hace una propuesta de vida «tajante»: «Vende lo que tienes, dáselo a los pobres […] y luego ven y sígueme». Jesús también te dice a ti: «Ven, sígueme». Ven: no estés quieto, porque para ser de Jesús no es suficiente con no hacer nada malo”.

    “Sígueme: no vayas detrás de Jesús solo cuando te apetezca, sino búscalo cada día; no te conformes con observar los preceptos, con dar un poco de limosna y decir algunas oraciones: encuentra en él al Dios que siempre te ama, el sentido de tu vida, la fuerza para entregarte”

Vaciar el corazón para hacer espacio a Jesús

El Papa Francisco dijo que hoy, Jesús sigue diciendo: «Vende lo que tienes y dáselo a los pobres». El Señor no hace teorías sobre la pobreza y la riqueza, sino que va directo a la vida. Él te pide que dejes lo que paraliza el corazón, que te vacíes de bienes para dejarle espacio a él, único bien. “Verdaderamente – señala el Pontífice – no se puede seguir a Jesús cuando se está lastrado por las cosas. Porque, si el corazón está lleno de bienes, no habrá espacio para el Señor, que se convertirá en una cosa más. Por eso la riqueza es peligrosa y –dice Jesús–, dificulta incluso la salvación. No porque Dios sea severo, ¡no! El problema está en nosotros: el tener demasiado, el querer demasiado sofoca nuestro corazón y nos hace incapaces de amar”.

Jesús es radical. O todo o nada

En este sentido, el Santo Padre precisa que, Jesús es radical. Él lo da todo y lo pide todo: da un amor total y pide un corazón indiviso. También hoy se nos da como pan vivo; ¿podemos darle a cambio las migajas? A él, que se hizo siervo nuestro hasta el punto de ir a la cruz por nosotros, no podemos responderle solo con la observancia de algún precepto. A él, que nos ofrece la vida eterna, no podemos darle un poco de tiempo sobrante. Jesús no se conforma con un «porcentaje de amor»: no podemos amarlo al veinte, al cincuenta o al sesenta por ciento. O todo o nada.

¿Cómo va nuestra historia de amor con Dios?

Asimismo, el Papa Francisco recuerda que, nuestro corazón es como un imán: se deja atraer por el amor, pero solo se adhiere por un lado y debe elegir entre amar a Dios o amar las riquezas del mundo; vivir para amar o vivir para sí mismo. E invita a Preguntarnos de qué lado estamos. “Preguntémonos cómo va nuestra historia de amor con Dios. ¿Nos conformamos con cumplir algunos preceptos o seguimos a Jesús como enamorados, realmente dispuestos a dejar algo para él? Jesús nos pregunta a cada uno personalmente, y a todos como Iglesia en camino: ¿somos una Iglesia que solo predica buenos preceptos o una Iglesia-esposa, que por su Señor se lanza a amar? ¿Lo seguimos de verdad o volvemos sobre los pasos del mundo, como aquel personaje del Evangelio? En resumen, ¿nos basta Jesús o buscamos las seguridades del mundo?”

    “Pidamos la gracia de saber dejar por amor del Señor, dejar las riquezas, la nostalgia de los puestos y el poder, las estructuras que ya no son adecuadas para el anuncio del Evangelio, los lastres que entorpecen la misión, los lazos que nos atan al mundo”

Un corazón desprendido de los bienes, ama libremente al Señor

Así sucedió para ese hombre, que –cuenta el Evangelio– «se marchó triste». Se había aferrado a los preceptos y a sus muchos bienes, no había dado su corazón. Y aunque se encontró con Jesús y recibió su mirada amorosa, se fue triste. La tristeza es la prueba del amor inacabado. Es el signo de un corazón tibio. En cambio, un corazón desprendido de los bienes, que ama libremente al Señor, difunde siempre la alegría, esa alegría tan necesaria hoy. El santo Papa Pablo VI escribió: «Es precisamente en medio de sus dificultades cuando nuestros contemporáneos tienen necesidad de conocer la alegría, de escuchar su canto» (Exhort. ap. Gaudete in Domino, 9). Jesús nos invita hoy a regresar a las fuentes de la alegría, que son el encuentro con él, la valiente decisión de arriesgarnos a seguirlo, el placer de dejar algo para abrazar su camino. Los santos han recorrido este camino.

Los santos han traducido con la vida la Palabra

Pablo VI lo hizo, siguiendo el ejemplo del apóstol del que tomó su nombre. Al igual que él, gastó su vida por el Evangelio de Cristo, atravesando nuevas fronteras y convirtiéndose en su testigo con el anuncio y el diálogo, profeta de una Iglesia extrovertida que mira a los lejanos y cuida de los pobres. Pablo VI, concluye el Obispo de Roma, aun en medio de dificultades e incomprensiones, testimonió de una manera apasionada la belleza y la alegría de seguir totalmente a Jesús. También hoy nos exhorta, junto con el Concilio del que fue sabio timonel, a vivir nuestra vocación común: la vocación universal a la santidad. No a medias, sino a la santidad. Es hermoso que junto a él y a los demás santos y santas de hoy, se encuentre Monseñor Romero, quien dejó la seguridad del mundo, incluso su propia incolumidad, para entregar su vida según el Evangelio, cercano a los pobres y a su gente, con el corazón magnetizado por Jesús y sus hermanos. Lo mismo puede decirse de Francisco Spinelli, de Vicente Romano, de María Catalina Kasper, de Nazaria Ignacia de Santa Teresa de Jesús y de Nuncio Sulprizio. Todos estos santos, en diferentes contextos, han traducido con la vida la Palabra de hoy, sin tibieza, sin cálculos, con el ardor de arriesgar y de dejar. Que el Señor nos ayude a imitar su ejemplo.

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Reflexionando sobre el Evangelio dominical en el que Jesús responde las provocativas cuestiones de los fariseos sobre el matrimonio, el Santo Padre recuerda que la intención original del Creador en cuanto a la unión de un hombre y una mujer es que sean "una sola carne"; y explica que ante los fracasos amorosos la Iglesia no debe condenar sino "redirigir los corazones heridos hacia Dios".

El 7 de octubre, XXVII domingo del tiempo ordinario, el Papa Francisco rezó la oración mariana del Ángelus junto a miles de fieles y peregrinos reunidos en la plaza de San Pedro, y comentó la lectura del Evangelio (cf. Mc 10,2-16), que relata cómo Jesús responde con sabiduría y autoridad a los fariseos ante sus provocativas cuestiones sobre el matrimonio, interrogándolo sobre si es lícito que un marido repudie a su mujer, como lo dispone la ley de Moisés (cf. vv. 2-4).

No dividir lo que Dios ha unido

En este contexto, el Santo Padre explicó que Jesús, en primer lugar, "redimensiona la ley mosaica", afirmando que el antiguo legislador "escribió para el pueblo esta norma a causa de la dureza de su corazón". En otras palabras, es una concesión que sirve para tapar las lagunas producidas por nuestro egoísmo, pero no corresponde a la intención original del Creador.

Por ello, Jesús retoma el libro del Génesis: "Desde el principio de la creación, Dios, los hizo varón y mujer; por eso el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y los dos serán una sola carne" (vv. 6-7). Y concluye: "Por tanto, el hombre no debe dividir lo que Dios ha unido" (v. 9).

Jesús defiende la dignidad del matrimonio

"En el proyecto original del Creador, no existe el hombre que se casa con una mujer y, si las cosas no van bien, la repudia. ¡No! En cambio, si hay un hombre y una mujer llamados a reconocerse, a completarse, a ayudarse mutuamente en el matrimonio", argumentó Francisco haciendo hincapié en que esta enseñanza de Jesús es muy clara y defiende la dignidad del matrimonio, como una unión de amor que implica fidelidad.

"Lo que permite a los esposos permanecer unidos en el matrimonio es un amor de donación recíproca sostenido por la gracia de Cristo. Si por el contrario prevalece en los cónyuges el interés individual, su propia satisfacción, entonces su unión no podrá resistir".

La belleza de las relaciones humanas

Asimismo, Jesús no admite el repudio ni todo lo que puede llevar al naufragio de la relación.

"Lo hace para confirmar el plan de Dios, en el que destaca la fuerza y la belleza de las relaciones humanas", subrayó el Pontífice destacando que la Iglesia, madre y maestra que comparte las alegrías y los esfuerzos de las personas, por un lado, "no se cansa de confirmar la belleza de la familia tal como nos ha sido transmitida por la Escritura y la Tradición; a la vez que se esfuerza por hacer sentir su cercanía materna de manera concreta a quienes viven la experiencia de relaciones rotas o llevadas a cabo de una manera dolorosa y cansada".

La Iglesia redirige hacia Dios los corazones heridos

"La manera en que Dios mismo actúa con su pueblo infiel -es decir, con nosotros - nos enseña que el amor herido puede ser sanado por Dios a través de la misericordia y el perdón", añade el Obispo de Roma asegurando que ante tantos fracasos matrimoniales dolorosos, la Iglesia está llamada a vivir su presencia de caridad y misericordia, para redirigir hacia Dios los corazones heridos y perdidos.

"Invoquemos a la Virgen María, para que ayude a los esposos a vivir y renovar siempre su unión a partir del don original de Dios", concluyó el Pontífice.

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Durante el Regina Coeli del VI domingo de Pascua, el Papa explicó que el amor por los demás no puede reservarse para momentos excepcionales, sino que debe convertirse “en la constante de nuestra existencia”.

Ciudad del Vaticano.- En el VI domingo del tiempo Pascual, el Papa Francisco aseguró que “la Palabra de Dios continúa indicándonos estilos de vida coherentes para ser la comunidad del Señor resucitado” y concretamente el Evangelio de hoy, representa “la entrega de Jesús”.

Antes de rezar la oración mariana del Regina Coeli asomado desde el balcón de la Plaza de San Pedro, el Papa indicó que debemos vivir “en la corriente del amor de Dios” para que nuestro amor no pierda por la calle su ardor y su audacia e invitó a “recibir con gratitud el amor que viene del Padre” tratando de no separarnos “con el egoísmo y el pecado”, algo que – puntualizó – es un programa “difícil pero no imposible”.

Lo primero a tener en cuenta – señaló Francisco – es que “el amor de Cristo no es un sentimiento superficial, sino una actitud fundamental del corazón” que se manifiesta en vivir como Él quiere. Y es por ello que el amor se debe realizar “en la vida cotidiana, en las actitudes y en las acciones” o de lo contrario son sólo "palabras, palabras y palabras". "Eso no es amor" exclamó, el amor es "concreto cada día".

Disponibilidad para amar al prójimo

Y es un amor, que debemos compartir con los demás. “Jesús ha indicado en diversas ocasiones quién es el otro para amar” dijo Francisco, amor que debe ser expresado “no en palabras sino con hechos”.      

Es a él a quien encontramos en nuestro camino – continuó - y quien, con “su rostro y su historia” nos llama. También es “Él” quien, con su propia presencia “me aleja de mis intereses y mis certezas” y quien “espera mi disponibilidad a escuchar y hacer un trozo del camino juntos”. Una disponibilidad – dijo el Papa – que debemos tener hacia “cada hermano y hermana”: “sea quien sea y en cualquier situación que sea, empezando por aquellos cercanos a mí en la familia, en la comunidad, en el trabajo, en la escuela...” detalló. 

El Papa también explicó que “este amor por los demás no puede reservarse para momentos excepcionales”, sino que debe convertirse “en la constante de nuestra existencia”. Y es por eso que estamos llamados – dijo el Santo Padre – a mantener a los ancianos “como un tesoro precioso y con amor”, incluso “si crean problemas económicos e inconvenientes”. Y es por eso que a los enfermos, “incluso en la última etapa, les debemos brindar toda la asistencia posible”. “Esta es la razón por la que los niños por nacer son siempre bienvenidos”, porque “la vida siempre debe ser protegida y amada desde la concepción hasta su ocaso natural”.

Por último, afirmó que somos amados por Dios en Jesucristo, quien nos pide de amarnos como Él nos ama, “pero esto no lo podremos hacer si no tenemos su mismo corazón” y es por ello que estamos llamados a asistir a la Eucaristía cada domingo – explicó el Papa – que tiene como finalidad “formar en nosotros el corazón de Cristo”.

El Papa en el Regina Coeli

Día también en el que además de saludar a todos los peregrinos presentes en la Plaza de San pedro, recordó la beatificación de Clara Fey, que tuvo lugar ayer en Alemania, agradeciendo a Dios por su ejemplo de testimonio del Evangelio, siendo una educadora solidaria de los jóvenes desfavorecidos, y pidió oración por la población de la República Centroafricana, donde en los últimos días se han perpetrado episodios de violencia que han dejado muchos muertos y heridos, entre ellos, el fallecimiento de un sacerdote.

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