Columna | P U L S O P O L I T I C O
No sabemos lo que pasó en el resto del país, pero en Puebla, los priístas, que según el padrón avalado por las muy bien pagadas autoridades electorales, se acercan a los siete millones de afiliados, no acudieron a las mesas de recepción para votar por el candidato de sus preferencias para dirigir su partido nacionalmente en los próximos tres años.
Personalmente observé cuatro mesas de recepción de votos (así se llamaron) y en ninguna de ellas había un solo votante. Mi observación fue de cinco minutos en cada una. Fueron tres en municipios de la región sur del estado, una en esta capital.
El sábado, había priístas reconocidos, que buscaban información sobre la ubicación de las casillas. “Llamen por teléfono a las oficinas del partido” les aconsejamos y la respuesta fue: “ya hemos estado llamando, pero nadie contesta”.
¿Fueron elecciones mal organizadas? No, el PRI ya no es el PRI de antes. Ya no es el partido fuerte, con estructura, con organización, con liderazgos distritales y municipales.
Sus comités municipales están prácticamente deshechos; no se diga sus comités seccionales, que durante mucho tiempo fueron la base de su organización, pues eran las células que desde las bases, lo movían todo, lo organizaban a pequeña escala y juntos conformaban la organización municipal, estatal y nacional.
Pero además de todo eso, el PRI ya no tiene líderes. Los liderazgos que le quedan son débiles y eso debido a que de militantes entusiastas, se volvieron militantes desilusionados.
En esos liderazgos descansaba la organización del partido, la movilización de sus fuerzas para las actividades internas y para las actividades electorales propiamente dichas.
¿Qué fue lo que pasó con líderes, de pueblos, de municipios, de distritos? Que un día se dieron cuenta que para los priístas de cúpula, no eran otra cosa sino peones, que que tenían que trabajar a su servicio, sin ofrecerles absolutamente nada después de una elección.
Internamente las bases priístas estaban para trabajar, callar y obedecer. No había más. Un buen priísta no podía aspirar a un cargo público, sino contaba con la autorización de un padrino, a quien una vez conseguido el puesto, debía de seguir sirviendo.
Hubo un tiempo en que las cosas fueron diferentes: los muchachos valiosos, inteligentes, activos, leales y trabajadores, tenían futuro político dentro de las filas del Revolucionario Institucional.
Por eso se explica que personas, profesionistas o no, de cuna humilde, podían alcanzar los más importantes puestos dentro de la política nacional. Hacían carrera escalando desde regidores, síndicos, presidentes municipales, diputados locales y así sucesivamente. Era lo que llamaban carrera política.
Con el priísmo tecnocrático de Carlos Salinas, todo cambió: lo importante no era la persona, el trabajo partidista realizado durante años, la lealtad al partido, el conocimiento de los postulados de ese partido, de su política social, de su programa de acción, de sus principios. Lo importante eran los títulos académicos obtenidos en el extranjero o en las más prestigiadas universidades privadas de México.
Y de ahí arrancó la costumbre de las cúpulas priístas, de nombrar a sus parientes cercanos, a sus amigos o a los hijos de sus amigos, altos funcionarios del gobierno; arrancó la costumbre de elogiar a un político, no por su trabajo como tal, por su compromiso con el pueblo, con su partido y los ideales de ese partido, sino por sus títulos académicos de Harvard, de Boston o de alguna otra universidad gringa.
Y vino la debacle del país pues lo gobernaban gentes completamente ajenas a la historia, a la economía, a las costumbres de un pueblo milenario, que se volvió mestizo y occidental después de la Conquista, pero que siguió conservando raíces de su pasado prehispánico que a los tecnócratas les parecía aberrante.
Y también desde entonces, empezó a decaer el Partido Revolucionario Institucional, que en el año 2000, tuvo que entregar el poder a los conservadores de antaño, a los panistas, que hicieron un papel tan lamentable en el poder con Vicente Fox, que tuvieron que realizar un fraude monumental para que continuara el panismo en la Presidencia, con Felipe Calderón, que inició el periodo de violencia, de inseguridad, que todavía padecemos.
Por eso pues, hasta los priístas le hacen el feo al PRI actualmente, además de que a ninguno de los tres aspirantes a dirigir al partido, le ven las agallas para rescatarlo de la debacle.
Hemos platicado con muchos priístas de todos los niveles amigos nuestros y en todos existe la duda de que su partido pueda salvarse de la debacle total, en estos momentos.
No hay líderes ni siquiera medianitos, nos dicen y así no podrá lograrse nada, pero hay que esperar, pues el PRI representa la corriente histórica del liberalismo mexicano, que aun sigue arraigada firmemente en muchos sectores de provincia, como sigue arraigada la corriente conservadora, también histórica, representada por el PAN, que hay que decirlo, no tiene ni siquiera un líder medianito en su presidencia nacional.
Ayer domingo, el gobernador Miguel Barbosa Huerta, estuvo en Tepexco, municipio donde la semana pasada fueron linchados, siete presuntos secuestradores y un ciudadano a quien en su huída, pretendieron robarle su camioneta.
El gobernador fue claro y contundente: “No seré instrumento de ninguna infamia, pero tampoco alguien que permita excesos e ilegalidades”.
Señaló que el respeto a la ley es necesario para la convivencia social y que su gobierno, no está dispuesto a consentir que el orden legal sea roto por personas justamente indignadas por algún hecho delictuoso, pero para eso están las autoridades, para hacer valer el derecho.
Dijo estar dispuesto a dar la cara, a escuchar y a proceder conforme a la ley. Lamentó los acontecmientos en Cohuecan, perteneciente al municipio de Tepexco y señaló que se hará justicia.
Hubo una mesa de trabajo en Tepexco, con autoridades municipales de varias partes de esa región, para acordar las medidas que se adoptarán para garantizar la seguridad de sus habitantes y el castigo de quienes pretendan alterar la paz y la tranquilidad de la región.
El pasado viernes 9 de agosto, se cumplieron 33 años del fallecimiento del profesor Jorge Murad Macluf, uno de los presidentes municipales más queridos de Puebla-capital.
Para recordarlo, hubo un acto celebrado en el atrio del templo de Santo Domingo, ubicado en la 5 de Mayo y 2 oriente, atrio que fue rescatado por el maestro Murad siendo presidente municipal, pues en él había un edificio donde funcionaba una papelería con venta al público. El rescate devolvió una hermosa vista al templo colonial que alberga ahí la famosa capilla del Rosario, muy visitada por turistas nacionales y extranjeros.
El discurso en el acto, fue pronunciado por el licenciado Héctor Méndez Arroyo, quien fuera secretario particular del entonces presidente de Puebla.
Asistieron su espsosa, la maestra Derbilia González Vda. De Murad, su hija Derbilia Murad González, su hijo Emilio y sus nietos, además se contó con la presencia del ex gobernador Melquíades Morales Flores, de la regidora Silvia Tanús, de quien fuera su jefe de prensa el licenciado Raún Torres Salmerón acompañado de su esposa, la también periodista Leticia Montañer y muchos otros amigos y ex alumnos del maestro.
Se recordó que con él se inició la recuperación de Puebla y se creó el Primer Consejo Consultivo Ciudadano, para el Reordenamiento Comercial y Cultural de la ciudad.
Los priístas ¿especie en extinción?
Domingo, 11 Agosto 2019 20:04 Escrito por Gabriel Sánchez AndracaDeja un comentario
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