Dos de octubre no se olvida

Martes, 01 Octubre 2019 20:31 Escrito por Gabriel Sánchez Andraca

Columna | P U L S O    P O L I T I C O

            Son muchas las opiniones recabadas en pláticas de café, entre políticos de diverso signo y entre amigos de Morena, que consideran, después de ver lo ocurrido durante la manifestación conmemorativa de los hechos de hace cinco años, en los que desaparecieron 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa, Guerrero, hechos todavía no aclarados satisfactoriamente, que las autoridades deben actuar con energía y no con tantas contemplaciones, contra quienes pretenden alterar el orden o lo alteran realmente, destruyendo aparadores comerciales, agrediendo edificios gubernamentales, incluso el Palacio Nacional, para no caer en la ingobernabilidad.

           Entienden perfectamente, sobre todo los simpatizantes de los diversos partidos, que los gobiernos emanados de Morena no quieren ser represores, como lo fueron los gobiernos priístas y panistas del pasado reciente, pero tampoco deben ser tan permisivos como se vio la semana pasada en la ciudad de México.

           En ningún momento se está pidiendo que se impidan las manifestaciones de protesta, sino que se frene a quienes se comportan en forma agresiva, violenta, y además se tapan el rostro para no ser reconocidos y evitar cualquier acción de la autoridad, lo que demuestra su mala fe. Se asumen como anarquistas, pero el anarquismo no significa desorden, destrucción o agresión, es una corriente política que propone una sociedad educada en la solidaridad, que no requiera de la autoridad para vigilarse a sí misma y que emprenda acciones de gobierno con el consenso de todos sus integrantes, algo utópico, pero bueno, es una corriente de pensamiento que ha existido desde hace mucho tiempo.

           En la forma en que está actuando el gobierno, por el contrario, da la impresión de ingobernabilidad, de abusos permitidos contra la autoridad, de debilidad del gobierno, opinan.

            Los cuerpos de seguridad del Estado, deben ser respetados por la sociedad y ellos deben ser respetuosos de los derechos humanos, pero lo que está ocurriendo parece ser indicativo de que las autoridades tienen miedo de actuar con energía contra los facinerosos y maleantes.

             El gobierno de Andrés Manuel López Obrador, lo ha dicho ya en repetidas ocasiones, quiere serenar a la sociedad mexicana, alterada por tantos hechos violentos, crímenes, asaltos, secuestros que han venido ocurriendo desde los sexenios panistas, sobre todo el de Felipe Calderón y que se han venido incrementando hasta llegar a la época actual, en que priva la inseguridad y la violencia en todas partes y parece que los delincuentes le están ganando la batalla a las autoridades: En pequeños pueblos, grupos de mujeres incluso, se enfrentan con palos y piedras a las fuerzas de seguridad y han llegado a inmovilizarlas. Se dice que los pobladores que se lanzan contra soldados, marinos, guardias de seguridad y corporaciones policíacas estatales y municipales, están pagados por el crimen organizado, lo cual puede ser cierto o falso, pero no justifica la pasividad de las fuerzas del orden.

          Hemos visto que en países que se dicen democráticos y civilizados como Estados Unidos, Francia, Inglaterra, etc., las fuerzas de seguridad actúan con energía, a veces, demasiada energía, para disolver o enfrentar a los violentos “chalecos amarillos”, a los opositores a la salida del Reino Unido de la Unión Europea o para protestar contra Trump. Tal vez en nuestro medio y dados los antecedentes represivos de nuestros anteriores gobiernos no se quiera eso, pero sí que se imponga el orden, el respeto a la autoridad y el respeto a los ciudadanos y a sus propiedades, así como a nuestros monumentos históricos.

            Hace dos o tres semanas, este columnista tuvo que viajar a su natal Guerrero por un asunto familiar. La ciudad cabecera municipal de unos 40 mil habitantes, tenía movimiento vehicular intenso, pues era sábado, víspera del día de plaza. Pero a las 19 horas, todavía con sol, todo se paralizó. Los comercios estaban cerrados, poca gente en los dos mercados municipales y las calles estaban desiertas. Como si hubiera toque de queda. Las calles estaban vacías, de gente y de autos y motocicletas, parecía una ciudad desierta.

              En Chilpancingo, capital del estado, había movimiento intenso hasta las 20 o 20.30 horas y luego todo se paralizaba.

               La gente tiene miedo, vive en la zozobra pues muchas familias hemos sufrido la pérdida de algún pariente cercano, consecuencia de la violencia.

                Es urgente pues, que se cambie la estrategia para regresar la confianza a los ciudadanos. La Guardia Nacional, ha despertado muchas esperanzas, pero apenas empieza y ya por lo menos tres elementos de ese cuerpo de seguridad, han sido abatidos.

                Nadie, ninguno de nuestros entrevistados, quiere que regrese la represión oficial a nuestro país, pero tampoco que con ese pretexto, se permita la acción desestabilizadora de grupos violentos que destruyan propiedades privadas, comercios, edificios públicos, monumentos históricos y que atenten contra los integrantes de quienes deben mantener el orden.

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