Columna | P U L S O P O L I T I C O
El partido “Movimiento de Regeneración Nacional”, Morena, que en las elecciones del 2018 logró el triunfo más arrollador en una elección presidencial, al alcanzar un número de votos, más de treinta millones, nunca logrado en México ni en ningún país latinoamericano, pudo hacerse del poder casi total en nuestro país controlando las cámaras de senadores y diputados, numerosos congresos locales, un buen número de gobiernos estatales e importantes ayuntamientos.
Un año después, todo parece indicar que Morena es el partido de un solo hombre; Andrés Manuel López Obrador. Que sin este personaje carismático, conocedor de la realidad nacional, tres veces candidato a la presidencia de la república, jefe del gobierno del Distrito Federal, el triunfo de su partido, no hubiera sido posible.
Las consecuencias de esto, las estamos viendo: para un gran número de mexicanos, que siguen confiando totalmente en el presidente de la república, no pueden hacer lo mismo con su partido, Morena, que parece sufrir de los mismos males que todos los partidos políticos mexicanos; carente de línea ideológica clara, contundente, común a todos sus agremiados; carente de estructura, de organización y lógicamente de disciplina, como ya lo hemos dicho en este espacio.
Pero además, con una división interna que se hace evidente en el pleito que traen la dirigente nacional provisional de ese partido, doña Yeidckol Polenvski y la senadora Berta Luján, que están luchando por quedarse con la dirigencia nacional a como de lugar, sin importarles las consecuencias de la división que están provocando y el acabar con un proyecto político que se inició exitosamente y que podría derrumbarse por culpa de los propios “morenistas”.
Y estas luchas absurdas, torpes, contrarias al interés del propio partido y a los intereses del gobierno y del país, parecen no tener fin.
Las ambiciones personales y de grupo, son las que prevalecen, como en el PRI, en el PAN, en el PRD y en todos los demás y esto parece el cuento de nunca acabar.
A López Obrador, el Presidente, lo golpean un día y el otro también, los conservadores que han visto menguados sus privilegios, pues en el combate a la corrupción se han hecho cosas que nunca esperabamos que acontecieran. El necesita que su gente, los políticos progresistas encuadrados en el partido que lo llevó al poder, lo respalden, le brinden todo su apoyo, pero estos andan ocupados en sus broncas internas personales y de grupo y dejan que el presidente se defienda solo, en las mañaneras o en las giras semanarias por el interior del país.
Los cambios que se están haciendo dentro del gobierno, el cambio de mentalidad de una sociedad tan desigual, tan llena de problemas como la inseguridad y la criminalidad, la pobreza, el desempleo, el abandono del campo y de otros sectores importantes de nuestra economía, el rescate de nuestra juventud para no caer en manos de los delincuentes organizados y de la drogadicción, requieren el apoyo de todos los sectores sociales y no se está haciendo nada para brindar ese apoyo al gobierno actual. Y para colmo de males, sus cúpulas dirigentes, andan en pleitos, propiciando la división y la confrontación en sus filas, que es lo peor para una organización política, como lo hemos visto en los partidos de la vieja guardia.
Si las cúpulas nacionales de Morena no llegan a acuerdos serios en los próximos días. Si no se deciden a dialogar y a conformar un partido bien organizado, con militantes bien capacitados en su ideología partidista, disciplinados y con fuerte sentido patriótico, el próximo año, el 2021, iniciarán su decadencia y nuestro país, habrá perdido la oportunidad de salir del enorme barranco en que ha caído, para seguir sobreviviendo en medio de la corrupción, de la inseguridad, de la impunidad, de la pobreza y la desigualdad, guiada por políticos mediocres, sin oficio, sin sensibilidad social, sin patriotismo.
Los problemas que confronta el PAN en Puebla, son mucho más graves de lo que se cree. Nos comentan que la división provocada por las mujeres panistas capitaneadas por Ana Teresa Aranda, tienen con fin, sacudirse de una vez por todas a la corriente morenovallista, que fue dueña absoluta del panismo poblano, sin que los integrantes de ese grupo, supieran qué fue el PAN en el pasado, qué es el PAN en el presente y solo pensaban en que ellos estarían en el poder en las próximas décadas, poder absoluto como lo estaban ejerciendo en la entidad a la que por primera vez habían llegado al poder.
El Partido Acción Nacional, nació en 1939, con el fin de combatir al cardenismo priísta en forma democrática. Su fundador Manuel Gómez Morín, había sido alto funcionario del gobierno de Alvaro Obregón, creador del Banco de México y rector de la UNAM. A él se unieron destacados líderes empresariales y católicos, como Efraín González Luna, Luis Calderón Vega, Estrada Iturbide, y otros básicamente de Jalisco, Guanajuato, Michoacán....
Durante muchos años luchó para llegar al poder democráticamente, pero nunca alcanzó más que una raquítica presencia en el Congreso de la Unión.
Los empresarios organizados, estaban con el PRI, hasta que López Portillo nacionalizó la banca en los años setenta. Entonces se enojaron y decidieron combatir al partido de la revolución, de frente con un partido que ellos manejarían.
Fundaron dos agrupaciones derechistas con miras a conformar el partido que querían pero sobre todo necesitaban: el DIHAC y la ACIFEM, que tuvieron fuerza mediática.
Alguien les sugirió, que mejor se adueñaran del PAN, pues el gobierno nunca les daría registro para que tuvieran un partido propio y así lo hicieron.
Doña Ana Teresa en Puebla, fue la dirigente del ACIFEM y de ahí pasó a formar parte de la primera ola de neopanistas, cuando Acción Nacional se alquiló por primera vez, como franquicia política.
Hubo otra ola de neopanistas a nivel nacional y una tercera a nivel estatal, con los priístas como dueños de la franquicia. Los priístas eran todos, controlador por quien fue gobernador 2010-2016, Rafael Moreno Valle Rosas.
Logró, dejar como sucesora, después de un breve periodo de transición, a su esposa Martha Erika Alonso, que fue la que nombró como dirigente a Genoveva Huerta, para el estado de Puebla.
Es lógico que ella trabajara para el grupo que quedó huérfano después del trágico accidente en el que fallecieron la gobernadora y su esposo el ex gobernador y que pretendiera que continuara el predominio del morenovllismo, pero ya en México la dirigencia nacional, había decidido rescatar al panismo poblano y pues, a la mejor contra su voluntad, don Marko Cortés, el dirigente nacional, vino para poner en su lugar a doña Genoveva y dejar que los panistas más o menos convencidos, se hicieran cargo de las cosas.
Doña Geno, quedará anulada una vez que llegue el delegado o delegada nacional y resucitará doña Ana Teresa y su grupo.
Decepciona Morena
Lunes, 27 Enero 2020 06:39 Escrito por Gabriel Sánchez AndracaDeja un comentario
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