Todosantos y Día de Muertos, mezcla de creencias prehispánicas y cristianas

Domingo, 30 Octubre 2016 16:20 Escrito por Jerónimo Morales Hernández

Las ofrendas, signo de alegría eterna y de comunión que se tendrá con los difuntos

La celebración de Todosantos y  Día de Muertos, el 1 y 2 de noviembre, es una mezcla de creencias prehispánicas y cristianas, y de ahí surgió la idea de que los “difuntos chiquitos” regresan a la tierra el día uno y los difuntos adultos al día siguiente.

Otra versión es que los religiosos franciscanos venidos de España, a raíz de la Conquista y respetando las tradiciones y costumbres de los nativos mexicas, establecieron la celebración religiosa para todos los difuntos que se supone ya están en el cielo, el día uno, y para los difuntos que aún purgan penas en el Mictlán o Purgatorio, se les recibe y festeja el día 2.

Desde hace siglos la Iglesia católica enseña que después de la muerte los difuntos  inician una vida distinta en la que ya no necesitan alimento ni bebida, y al estar ya en la presencia de Dios no necesitan viajar como almas tristes, solas ni sedientas o hambrientas.

De ahí que los bautizados y creyentes en México, además de hacer sufragios-oraciónes-, ponen una ofrenda para rendir homenaje a los difuntos  y dar gracias a Dios por todo el bien que hicieron en esta Tierra.

La ofrenda, así considerada, es un signo de alegría eterna  de que gozan ellos y de la comunión que se tendrá con ellos al final de esta vida terrenal.

En los países de tradición católica se celebra el Día de Todos Santos como una tradición instituida justamente en honor a todos los santos de la Iglesia, conocidos y desconocidos, como lo han expresado los Papas, “Para compensar cualquier falta a las fiestas de estos consagrados a Dios por parte de los fieles vivos,durante el año litúrgico”.

En estas fechas se recuerda que los habitantes del actual México realizaban un culto especial a los difuntos en el tiempo de cosechas, desde el mes de agosto. Su intención era compartir con los muertos la alegría  y los bienes materiales con que los había beneficiado la diosa Tierra.  Por tanto la ofrenda casera contaba con los mejores alimentos y bebidas para que el difunto pudiera saciarse y soportar el hambre hasta el año siguiente.

Esta creencia se modificó  con la llegada de los misioneros católicos y la fecha de agosto se cambió para noviembre, de acuerdo al calendario cristiano, y se dedicó para honrar a todos los santos en la Iglesia universal.

En esta conmemoración dedicada a los difuntos se unió la visita de familiares vivos a sus difuntos que yacen en los panteones, llamados también cementerios o camposantos, para “coronar” con arreglos florales  las tumbas de los seres queridos;  y por la noche del día uno muchos vivos mantienen como tradición las velaciones que consisten en permanecer en vigilia de oración  con rezos y cantos, a la luz de velas o veladoras hasta el amanecer,  para rogar por la salvación del alma del familiar o amigo.

Las ciudades en las cuales existe a la fecha  una mayor tradición acerca de estas celebraciones, son Pátzcuaro, Janitzio, Tzintzuntzan, así como en el Distrito Federal en el panteón de Mixquic, entre otras.

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