Ante la indignación e impotencia que causó entre la ciudadanía de todo el país, la aprobación del gasolinazo aprobado por la Cámara de Diputados y avalado por la Cámara de Senadores, al aprobar el presupuesto de ingresos de la Federación 2017, los reclamos y protestas, se han centrado esencialmente en la persona del Presidente Peña Nieto y de su secretario de Hacienda José Antonio Meade, a quienes se ubica como los principales responsables de esta medida y de los efectos en la economía familiar de todos los mexicanos que ha causado la misma, con los incrementos ahora del gas doméstico, energía eléctrica, así como de las alzas que ya se han anunciado en diversos servicios como el transporte público y como consecuencia de todo ello, de la canasta básica, que se ha vuelto inalcanzable para quienes ganan el salario mínimo y hasta cinco salarios mínimos, de acuerdo a estudios de analistas. Sin embargo, estamos perdiendo de vista, que dicho aumento en los precios de las gasolinas y diésel no hubiera sido posible, sin el voto de quienes integran las bancadas de los Diputados y senadores en el Congreso de la Unión, quienes como es su costumbre emiten su voto de acuerdo a la línea que les marcan los líderes de sus bancadas, sin tomar en cuenta, la opinión de sus “representados”, es decir en ambas cámaras se decide el destino y la vida de más de 115 millones de mexicanos, quienes somos los últimos en enterarnos de como seremos afectados en nuestro patrimonio y subsistencia; ante este panorama cabe preguntarnos:  ¿cuáles fueron los motivos que llevaron a los legisladores federales a apoyar esta medida? ¿Qué obscuras negociaciones se llevaron a cabo entre los líderes de los grupos parlamentarios para apoyar la propuesta del Presidente de la República? ¿Se ponderaron los efectos de la medida? ¿Se creyó que los mexicanos somos unos retrasados mentales e incapaces para organizarnos y manifestar nuestra inconformidad ante la serie de errores cometidos durante los últimos 16 años por los presidentes? ¿Alguna vez les preocupó la imagen que tenemos de ellos los ciudadanos, ante tantos excesos y complicidades de las que hemos sido testigos, así como de la corrupción que azota a nuestro país y que ellos representan? ¿Tienen el valor de ver de frente a sus hijos y familiares después de vender su voto para afectar a millones de ciudadanos? ¿Tendrán cara para presentar sus informes legislativos anuales, como si lo que hicieron fuera una gracia o un acto de buena voluntad? ¿Serán capaces de buscar otros cargos al concluir su mandato, como si los mexicanos no tuviéramos memoria de quienes son y que representan? ¿No tienen miedo de que al llegar a sus domicilios cualquier ciudadano indignado les reclame su voto y hasta los agreda físicamente por su torpe actuar? En mi opinión, y por la situación imperante, que se ha salido del control de las autoridades, ante la ola de protestas y reclamos en casi todo el país, nuestros “flamantes legisladores” ya empiezan a preocuparse porque muchas voces se han alzado para incluirlos también como responsables del gasolinazo, pidiendo su renuncia o que den la cara y expliquen el por qué apoyaron la propuesta del Presidente de la República dando la espalda a los ciudadanos, cuyos intereses supuestamente deben defender. Definitivamente nunca lo previeron y al día de hoy, empiezan a preguntarse ¿cómo salir bien librados del problema? Si normalmente los ciudadanos hemos sido omisos en cuanto a reclamarles el sentido de sus votos y las leyes que han aprobado para quedar bien con sus partidos políticos, negociando todo tipo de beneficios a su favor y de sus familiares, sin darse cuenta que muchos ya hemos llegado al hartazgo ante su forma de proceder y de sus excesos, así como de que jamás se hayan ocupado de consultar a sus representados. Señores Diputados y senadores que apoyaron el gasolinazo, si aún les queda algo de dignidad, los invito a que renuncien a sus cargos, antes de que el pueblo los eche a la calle en forma vergonzosa.