Victoria

Domingo, 04 Diciembre 2022 18:36 Escrito por Fernando Vázquez Rigada

La gran movilización ciudadana del 13N tendrá efectos duraderos.

El más inmediato y tangible fue que doblamos al gobierno y quizá se ahorre el ridículo de presentar una reforma constitucional que será aplastada porque la gente quiere libertad y defiende la democracia.

Evitamos la muerte del INE. Una victoria sin paliativos de la sociedad civil. Un motivo de celebración y de esperanza.

Se recuperó el sentido de la democracia y restituyó la votación del 2021: los opositores somos más. En junio 6 del 2021, las oposiciones obtuvieron 22 millones de votos contra 20 millones de Morena y sus rémoras. Esa es la verdad olvidada, pero es la verdad. Quieren despedazar la Constitución, pero no pueden. No pueden porque no tienen los votos. No tienen los votos porque se los negamos.

La gran movilización fue un despertador. La sociedad, los ciudadanos, nos dimos cuenta que unidos y en marcha somos invencibles. Somos mucho más fuertes que los partidos: al grado que la potencia de las marchas forzaron al PRI a pronunciarse sin medias tintas en contra de la reforma.

De manera simultánea, el despertador actuó en sentido contrario: alertó a Morena sobre su fragilidad.

Ahora ya todas y todos sabemos que Morena no es ni intocable ni invencible.

El reto es, a partir de este momento, construir una ruta de salida del desespero entendible, lastimoso, para millones de personas que padecen hambre, enfermedad, abandono, desprecio.

Hay varias lecciones que debemos aprender.

Primero: la debilidad del régimen es inversamente proporcional a su reacción pasional. La marcha del oficialismo se apoyó en una movilización grosera y abusiva. Muchos analistas han subrayado que es un error pensar que los cientos de miles de morenistas fueron movilizados. Tienen razón.

No obstante, hay otro ángulo: ¿Qué hubiera ocurrido si la burocracia no recurre al acarreo? La respuesta es obvia. López Obrador no es el del 2018. Nadie fue acarreado la noche de su triunfo. El Zócalo se llenó de seguidores jubilosos. Ahora no. Si se recurrió a lo peorcito de sus mañas, a violar la ley, a desviar recursos, a chantajear a miles, se hizo por una razón y solo una: porque lo necesitaban.

No. López Obrador no es el del 2018, ni López Obrador es Morena.

Segundo. Viene el plan B electoral. Es el “¡fuera ropa!”. El gobierno quiere llevarse el control del padrón a Gobernación. Desnudo, el gobierno abandona ya sus sutilezas demagógicas y asume que su objetivo es, ha sido siempre, manipular las elecciones para robárselas. Habrá que impedírselo. Si no pudieron llevarse al árbitro, ahora quieren decidir quien alinea y quien juega. Es el autoritarismo desnudo, y en cueros se ve muy poco sexy.

Tercero: Llevarse el padrón vía una reforma secundaria viola abiertamente la Constitución. El artículo 41 fracción V, apartado B, inciso 3 le da esa facultad al INE. Las y los legisladores del morenato —de aprobarlo, como lo harán—se convertirán en golpistas. Esta violación generará juicios, acciones de inconstitucionalidad, acciones internacionales. Peor: puede concitar un flamazo en hierba seca.

Cuarto. Este es central. Si el morenato es tan fuerte, ¿por qué el empecinamiento de controlar las elecciones? Porque saben que pueden perder en el 24. El miedo lleva casi siempre a actos de desesperación.

Quinto. El morenato tiene presidente, pero no tiene candidato. La fuerza de la columna vertebral del 13N, la Ciudad de México, debió disparar las alarmas de Morena. Ahí, la Capital se desbordó en contra. No es sólo una inconformidad: es una premonición. La ciudad anticipa comportamientos electorales. Recuerden el 88. 97. 2000. ¿Por qué los habitantes de la ciudad desprecian a su Jefa de Gobierno? Porque la conocen.

La caricaturización de Claudia Sheinbaum de las últimas semanas (en patineta, vírula, con guante de box tamaño payaso, torturando la guitarra, anunciando su bodorrio en programa pagado, buscando vestido en la Lagunilla) advierte una superficialidad desconocida. ¿Sheinbaum es eso o es la pendenciera radical ultra? Electoralmente genera el mismo entusiasmo que un mameluco de franela en luna de miel: mala noticia para una candidata. Las recetas del gurú de ultramar no parecen muy afortunadas.

Sexto: Las oposiciones deberán tejer una potente alianza con las y los ciudadanos. Y hacerlo ya. El 13N podría confundir a los partidos: el éxito no fue de ellos. Fue pese a ellos. Fue de la gente. Ahí está la fuerza y ahí están las ideas. Los médicos saben cómo hacer funcionar hospitales. Los abogados qué reformas requiere el sistema judicial. Los maestros qué escuela requerimos para nuestros hijos. Las mujeres cómo impulsar una agenda de género. Los jóvenes cómo deben prepararse.

Si logramos construir una agenda de salvación para un país en ruinas, un bote salvavidas para tantas y tantos lastimados, no tengan duda, la victoria de esta semana será la primera de muchas.

Es el momento. No hay que dejarlo pasar.

Twitter | @fvazquezrig

Valora este artículo

Deja un comentario

Asegúrese de introducir toda la información requerida, indicada por un asterisco (*). No se permite código HTML.

Consola de depuración de Joomla!

Sesión

Información del perfil

Uso de la memoria

Consultas de la base de datos