La transfiguración del señor

Lunes, 07 Agosto 2023 11:06 Escrito por Víctor CORCOBA HERRERO / Escritor

Reflexión Poética | Compartiendo Diálogos Conmigo Mismo

(Abrir los ojos del alma al sigilo de la luz de Dios, es como el reflejo de su gloria en nuestras vidas, infundiéndonos el espíritu del Padre e induciéndonos a ser una comunidad de amor, donde la verdad brilla por sí misma en cada amanecer y la savia resplandece en sabiduría).

I.- EN LA COMPAÑÍA DEL SEÑOR TRANSFIGURADO

A la humanidad como seres andantes,
como peregrinos en la senda de nadie;
se nos otorga recrearnos en la alianza,
en la compañía de Jesús trasfigurado,
siempre decidido y siempre próximo.

Si su rostro glorificado resplandeció,
hasta revertir la tenebrosidad en día;
su vestigio nos reconduce y conduce,
a ser amor y a vivir en el níveo amar,
porque solamente así seremos poesía.

Volvamos a los cánticos del consuelo,
que no agonicen los pulsos dinámicos,
que no se extinga el poema que somos;
pues estando en proceder de adoración,
todo reaparecerá en su belleza integral.

II.- BAJO LA CONTEMPLATIVA CELESTE

Dejemos que la contemplativa celeste,
entre en nosotros como júbilo original;
que nos traspase su oleaje de liberación,
la enérgica marea de nuestras miserias,
iluminados por la fisonomía redentora.

Todo está en Cristo, Salvador nuestro,
persona de amor y el amor en persona,
auténtico Altísimo y verídico andarín,
que supo dar los pasos para elevarnos,
previo bajarnos con hálito devoto a Él.

Desde la cruz todo se nos transforma,
uno le mira y Él nos colma de calma,
uno le conversa y Él nos versa la paz,
uno le lleva y Él nos llena de silencio,
para oír el verso y desoír los reversos.

III.- CON LA TRINIDAD EN LA TRANSFIGURACIÓN

La deidad de Jesucristo es una realidad,
comunicada por la locución del Padre,
manifestada por la aureola del espíritu,
presente y presencia viva en el trance,
que nos llama a llamear por la cúspide.

La dimensión trinitaria nos reverdece,
nos curte a mudar de aires y orearnos;
que purificarse es lo que nos remonta,
hasta devolver a este penitente cuerpo,
un corazón grandioso que nos alumbra.

El baluarte celeste es muy clarividente,
claro al ver e imaginativo al recogerse,
tan sólo hay que suscribir el Crucifijo,
para acoger este período de mil dones,
y poder transfigurar nuestras marchas.

Víctor CORCOBA HERRERO
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