Luces de la ciudad, los años 1970*

Domingo, 13 Agosto 2023 08:38 Escrito por Silvestre Hernando Alconedo*

¡Hernán!, -así me conocían en el gimnasio- ¡ya nada más falta el último round!, me indicaba el entrenador, José Jiménez del barrio de Tepito, era exboxeador y lo había conocido ahí en el gimnasio “Metropolitano”  ubicado en las calles de Tacuba, en pleno centro de la ciudad, Distrito Federal. Antes ya había entrenado en los Baños Jordán ubicado en Arcos de Belem y Salto del Agua a escasos metros de la avenida San Juan de Letrán; ahí llegábamos muy temprano a entrenar lucha libre, pero en realidad lo que más me gustaba era aprender box. De niño tenía algo así como debilidad y un hermano de los mayores, Ángel, cuando visitaba el pueblo, me llevaba un jarabe de moda, Emulsión de Scott y después, un balón de basquetbol y crecí fortaleciéndome en la cancha que había en el Palacio viejo aquí en Villagrande. A partir de 1968 tuvimos en casa televisión blanco y negro marca Admiral, en la cual pudimos ver los juegos olímpicos  de 1968 que se celebraron en nuestro país, aunque ya en radio escuchábamos en familia radionovelas y programas de música del momento en estaciones de radio como La Pantera y Radio Capital. Mis programas predilectos eran Kaliman El Hombre Increíble, y las peleas de box, que se transmitían cuando peleaban los boxeadores mexicanos cada sábado  peleas desde La Arena Coliseo; para mí en especial siempre paraba oreja cuando peleaba Rubén Olivares “El Púas”, siempre lo admiré, él llegaba a los Baños Jordán en esos tiempos en   la mañana, al igual que José “Mantequilla Nápoles.  Ya en la escuela secundaria – continuo el hombre barbado-, había tenido enfrentamientos con guantes de box con dos condiscípulos” El Tilín” y “La Torta” y ante buena experiencia, el gusto por el box, quedó marcado.

Prosigo con mi experiencia en el gimnasio. Era mi segunda pelea como esparring –ayudante- y sólo duraban  tres rounds y, en esta ocasión a medio round del segundo, ¡paren! grito el entrenador, sentí un gran alivio después de recibir golpes de jabs y cuando sentía unos zumbidos en los oídos  y líquido caliente que me escurría de una fosa nasal, deja que te acomode bien la concha y la amarre bien- dijo el entrenador- para luego, ¡termina este round y el último! Pesaba más y su altura también me superaba, pero era el único para ayudarlo. Sus jabs y los cruzados de derecha no me alcanzaban ya, agachaba la cabeza y la giraba en sentido contrario, y me metía a su guardia para esquivar los golpes que me mandaba mi oponente y con ello lograba conectar uno que otro gancho de izquierda pero esto sucedió cuando ya era el tercer round, no le hice daño pero ya estaba en la pelea, ¡ aaaltoooo! - ordeno el entrenador-, bajamos del ring y sentí que había realizado una pelea de quince rounds. Y como todas las mañanas tome mi baño de vapor, me dirigí a mi trabajo y acudí al médico – trabajaba en una dependencia de gobierno federal-  me llamó la atención y me revisó la nariz hinchada y llegué a mi oficina a laborar, era Jefe de Oficina. Esta experiencia la tengo marcada en esa época, donde hice amistad con un boxeador profesional de peso Mediano, Marco Antonio, de Guaymas, Sonora. que precisamente cuando llegó al Distrito Federal para pelear por el campeonato nacional  me invito a su pelea. Se hizo campeón y después peleó con los mejores,  como Ray Sugar Leonard, Marvin Hagler y otros, fue siempre indisciplinado, no atendía indicaciones de su entrenador, confiaba en su habilidad de boxear y como todo peleador exitoso lo invitaban a reuniones, y siempre era el alcohol, nuestra compañía. Me invitó a incursionar al profesionalismo, pero con mis experiencias y mi edad, vi que difícilmente podría destacar en este deporte, el alcohol había sido el elixir de mi vida en las reuniones que en esa época era lo más acostumbrado. El ambiente de dichos desahogos estaban de moda y compartirlos con compañeros de trabajo, nunca fue difícil y eso se  hizo una costumbre, diríamos religiosa cada fin de semana.

En esa época era un joven inexperto que se dejó deslumbrar por las luces de una ciudad en continuo movimiento. Los salones y los centros de diversión en pleno Anillo de Circunvalación, fue el Club Arenas donde en un tiempo, acudía cada semana y en lo personal me conformaba con verla, ella con sus labios pintados, bailando y regalándome siempre su mejor sonrisa, conocía su nombre pero sabía también que, no era el real. A una señal, cuando iniciaba una nueva pieza, acudía y bailaba a ritmo de cumbia y las melodías de la Sonora Santanera. Eran  noches esperadas, sí era amor, no lo percibía, era aún  joven, con ingresos y vivía una etapa nueva y sentirte acompañado y abrazado fue como un bálsamo que la vida te brinda, estar rodeado de gente en un espacio alumbrado con luces intermitentes y de colores  fuertes y sentir una cintura frágil, el olor fresco de su pelo negro bañado de brillantina; pelo negro y largo que caía bajo sus hombros como tela de seda; mostraba una cara inocente y sugestiva; éramos unos jóvenes provincianos, uno, estudiante del Politécnico y ella, iniciando un camino donde ofrecería su amor a cambio de unas monedas. Y  luego, pasadas esas noches de olor a mujer bonita y de amores pasajeros, para continuar con las copas y botanas en los bares donde acudía con compañeros del trabajo cada fin de semana y no se diga el día de quincena.

Era un joven que apenas rebasaba los 20 años con un trabajo seguro, en esa época con dos mensualidades podías comprar un Volkswagen del año, sin embargo ese ritmo de vida, que era vista color de rosa,  que más adelante tenía que ser cambiada. La carrera profesional había sido abandonada, Ya no importaba tener un Título profesional, el presente era disfrutado a plenitud ¿el futuro? , ¿cuál futuro?, para que pensar en el futuro si el presente era dulce, agradable y confortante. Y llegar a Villagrande el ritmo de vida era muy similar, porque para eso se requería solo dos cosas, tener dinero y amigos, los tenía y, nada me hacía falta…….Continuará….

Cholula de Rivadavia, Puebla, agosto de 2023

*Texto de Novela “ El hombre barbado….”, obra en proceso del autor.

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