La comunión con Cristo

Sábado, 26 Agosto 2023 19:39 Escrito por Víctor CORCOBA HERRERO / Escritor

Reflexión Poética | Compartiendo Diálogos Conmigo Mismo

(Nuestra identidad se nos descubre en la correlación de latidos. Pensamos ser y somos lo que somos: más debilidad que habilidad. A diario necesitamos rehacer el alma de nuestro rotativo: unir y reunir pulsos, establecer pausas y restablecer continuidades. No es fácil cargar con la cruz, resistir uno y asistir a los demás. Lleva consigo entrar en relación con el Crucificado y sentir la nostalgia de la reconciliación. Fórjese, pues, el espíritu conciliador en nuestras vidas. Refórmese y fórmese, corazón a corazón, el contemplativo deseo de la actitud donante).
 
I.- ¿QUIÉN SOY YO PARA EL SEÑOR,
 COMO PENITENTE DE TODOS LOS DÍAS?

Soy para el Señor parte del todo,
el motivo de su venida y llegada,
la causa que nos encauza de luz,
la fuerza que nos aúpa cada día,
y la clemencia que nos absuelve.

Nos llama cada amanecer a vivir,
nos abraza con apasionado amor,
nos brinda la bondad y la senda;  
quiere que nos movamos felices,
con su mismo gozo y ser divino.

Nos insta a vaciarnos de mundo,  
a llenarnos de su idílica pureza,
a seguirle para dar continuidad,
al reinado del verbo y del verso,
a la inmortal mística que somos.

II.- ¿QUIÉN ES EL SEÑOR PARA MÍ,
EN LA SANTIDAD DE TODOS LOS DÍAS?

Cristo es nuestra asistencia viva,
la impecable voz entre nosotros,
el único mediador que nos ama,
que nos redime y lleva al Padre,
regenerados de alma y de cuerpo.

Necesitamos al Redentor nuestro,
para reconocer nuestro caminar,
para sentirnos hallados y fuertes,
para diferenciar el bien del mal,
para reprobar nuestras maldades.

Requerimos de su buen proceder,
para librarnos de la desesperanza,
y comprometernos con la verdad,
hasta el encuentro final con Jesús,
fraternizados entre sí y para Dios.

III.- ¿    QUIÉN ES QUIÉN,
EN LA REPRODUCCIÓN DE TODOS LOS DÍAS?

Nada es por sí mismo, unámonos;
cada momento es para convidarlo,
para ofrecerlo, darse y corregirse,
para romper esquemas mundanos,
y para juntar el cielo con la tierra.

La analogía celestial nos alumbra,
que su lumbre no nos deslumbre,
ni nos endiose en la falsa pompa;
lo importante es hallar el camino,
y ver que el Salvador nos nombra.

Conviene conocerse y reconocerse;
cada cual, desde su lugar viviente;
en la ejemplaridad única de María;
Madre magnífica del don supremo,
y fuente de esperanza en el mundo.

Víctor CORCOBA HERRERO
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