La paciencia de Dios

Sábado, 30 Septiembre 2023 17:37 Escrito por Víctor CORCOBA HERRERO / Escritor

Reflexión Poética | Compartiendo Diálogos Conmigo Mismo

(El Señor toma su estación, lo hace en silencio y soledad, con todo el tiempo del verso y la palabra, camina siempre a nuestro lado, leyendo los signos de los tiempos, marcha con nosotros y, además, nos aguarda en su reino celeste hasta el final del itinerario viviente, forjando historia con nosotros. ¡Santa paciencia!)


I.- EL AGUANTE COMO HERALDO CÓSMICO

Hay que volverse manso y revolverse,
para ser más de corazón que de coraza,
para ser más de espíritu que de cuerpo,
para ser más del poema que de la pena;
pues, donde hay amor, vive lo armonía.

Atesoremos pausas y traguemos saliva,
acumulemos pulsos y esparzamos luz,
depositemos sueños y reservemos sol;
que no hay mejor aurora que la sonrisa
de la certeza y el gozo de la esperanza.
 
El soporte de la fe nos sostiene vivos,
nos concilia y reconcilia con humildad;
nos evidencia sus caminos liberadores,
los sentimientos propios del Redentor,
adquiriendo la constitución de cautivo.

II.- EL SALVADOR COMO ENVIADO DIVINO

Acogerse a la cruz y recogerse en Él,
como lo hizo María en todo instante,
Madre de Cristo y protectora nuestra;
anuncia a sus hijos que es admirable,
reconstruir la crónica del afecto níveo.  

Abrigados bajo el aliento del espíritu,
nos fundimos con Jesús en su pasión;
pues todo lo brota y se rebrota en paz.
Con calma lo recrea y no se desespera,
en instaurar el orbe del verso y la voz.

Su palabra es un naciente de libertad,
nos despoja de mundo y nos devuelve.
Solamente hay que optar por seguirle,  
tan sólo hay que anhelar reconocerle,
amar siempre, hasta abandonarse uno.  

III.- EL TIEMPO COMO MENSAJERO CELESTE

Como dueños del preciso y precioso
instante, hemos de serlo con estima,
porque el tiempo es del Supremo ser,
que nos insta al reencuentro entre sí,
pues hallados en el momento somos.

Estamos en el arco de este itinerario,
un período en el que la providencia,
nos enhebra en su verbo encarnado,
a través de la túnica de su existencia,
tan penetrante como contemplativa.

Así, por mandato del Padre, el turno
se trasciende como un requerimiento,
conocido y reconocido en Jesucristo,
que nos tutela hasta la verdad última,
el principio de toda punto culminante.
 
Víctor CORCOBA HERRERO
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