Tres personas que son un solo Dios

Sábado, 25 Mayo 2024 18:29 Escrito por Víctor CORCOBA HERRERO / Escritor

Reflexión Poética | Compartiendo Diálogos Conmigo Mismo

(Estamos llamados a abrirnos a la inspiración de la gracia divina, para poder trascender a la vivencial conjugación del amor de amar amor, tanto con el Creador nuestro como con el prójimo, al que hemos de sentirnos próximos. Nos fortalece la gloriosa Trinidad, que puso su morada en nosotros el día del Bautismo, para regenerarnos y guiarnos. La acción es recordada y fortalecida, cada vez que nos santiguamos, ¡hagámoslo!).  

I.- PORQUE EL PADRE ES AMOR:
NO SOY PARA SOLEDAD,
SINO PARA MUTUA COMUNIÓN

Somos hijos del amor y del amar,
existimos en relación imborrable,
y coexistimos para ser estimados,
como germen inagotable de vida,
que se entrega y revela sin cesar.

Tenemos que volver al Altísimo,
proclamar nuestra fe en el Padre,
viviendo con la estela Trinitaria,
conocida en la expresión del don,
y con la paz entre todos nosotros.  

No se puede repudiar de ser uno,
porque uno es por y para el otro,
pues indivisos es como subimos,
a la morada celestial de la virtud,
y bajamos desprendidos de tierra.

II.- PORQUE AMOR ES EL HIJO:
NO SOY PARA SÍ,
SINO PARA MUTUA DONACIÓN

Un único Salvador nos aguarda,
y un único Redentor nos redime,
aunque sean tres latidos en labor,
en hacer y en continuo quehacer,
personas distintas y no distantes.

El Crucificado nos dio el apego,
versado en la cruz conciliadora,
en un angelical poema sin pena,
porque el llanto surge del dolor,
y no hay más daño que el olvido.

Todo el gozo está en entregarse,
en darse de verdad y con bondad,
en sacrificarse para embellecerse,
porque es la unidad lo que brota,
e injerta calma a la voz del alma.
 
III.- PORQUE EL ESPÍRITU ES AMOR:
NO SOY PARA ELUDIR,
SINO PARA MUTUO VERSE

Alimentarse con los ojos cada día,
es rodearse de miradas conjuntas,
componente vital de dulce aliento,
preámbulo y ofrenda de sí mismo,
verbo que recibe barro y es verso.

No hay mejor soplo que el celeste,
orienta nuestro recorrido terrenal,  
y encauza nuestro andar mundano,
con la vivencia de la neta palabra,
que se hace sol para fraguar savia.

El afecto tiene el efecto del albor,
que todo lo manifiesta y esclarece,
lo que nos demanda ser personas,
en guardia perpetua como poetas,
de escucha y de silencio profundo.

Víctor CORCOBA HERRERO
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