Chiautla de Tapia, año1968

Lunes, 20 Marzo 2017 21:54 Escrito por Silvestre Hernando Alconedo*

A Dolores, Fátima y Valentín

Mil novecientos sesenta y ocho, un hito en los anales de México: la rebelión histórica de nuestros jóvenes. En la ciudad de México, capital del país, se sucedían una serie de marchas de estudiantes tanto de la UNAM como del Politécnico, pedían ser escuchados en  demandas consideradas justas; jóvenes convencidos de que era el momento de cambios, un nuevo rumbo, El mundo sufría cambios, y esta generación, ya lo manifestaba en su forma de vestir, en letra de sus canciones. Amor y Paz, dejarlos ser; soñaban y aspiraban en un nuevo país, convencidos de que era posible. Sin duda, aspiraciones legítimas. El movimiento cobro la vida de estudiantes, detención y encarcelamiento de dirigentes. Los jóvenes de Chiautla no fueron ajenos a tales sucesos; en Puebla, Federico López Huerta y Albertina Domínguez Ruíz, lo vivieron intensamente; y en la capital los estudiantes Abel Domínguez, Jaime San Martín, Francisco Domínguez, Raymundo Sánchez, Manuel Alcaide y Marcos Benítez.

1968, el país tenía el compromiso de celebrar los Juegos Olímpicos. Los ojos del mundo estaban puestos en México. Y el movimiento estudiantil tenía que terminar. La represión a los estudiantes el día 2 de octubre, queda como una imborrable cicatriz en nuestra historia. Luego, la atención se centró en los juegos olímpicos.

1968, Chiautla, el municipio más grande de Puebla, ubicado en lo más recóndito del estado, una descripción muy atinada, nos habla no solo de su lejanía, para los naturales, hace referencia además, al olvido durante muchos años por el gobierno. La población se mantenía ocupada en sus nobles y genuinas tareas. La radio poco hablaba de lo que sucedía en la capital, si acaso, y si lo hacía, eran comentarios que le restaban importancia. Mientras, los chiautecos su atención estaba puesta  en  preparar sus tierras de cultivo;  tener listos y en óptimas condiciones los arreos y demás utensilios de labranza. La actividad ganadera requería dedicarle la mayor parte del día. Los comerciantes de Chiautla preocupados por tener la mercancía disponible para abastecer la demanda de los pobladores y rancherías cercanas. Ciertos hogares ya recibían dinero de los familiares que trabajaban en la capital, se iniciaba la llegada de remesas de los Estados Unidos, de aquellos que se habían incorporado al programa bracero. En lo económico, lo que cambiaría el rostro de Chiautla y el sur de Puebla, fue la incorporación de los profesores de la Normal por Cooperación “Luis Casarrubias Ibarra” al sistema educativo.

1968, Chiautla de Tapia, 20 kilómetros de terracería la separaban de la estación de ferrocarril, localizada en la junta auxiliar de Tlancualpicán que hacia cansado los trayectos: el transporte para pasajeros tenían como destino las ciudades   México y Puebla. Se caracterizaba por constituirse de familias numerosas, y asentarse por lo regular en la misma calle, en el mismo barrio. Dedicadas a la agricultura, la ganadería y al comercio. Familias que radicaban en el campo, se trasladaban a la cabecera municipal sólo para abastecerse y para asistir a misa los domingos, y a las fiestas religiosas. Algunos niños y adolescentes –afortunados- se trasladaban desde las rancherías a caballo o asno para asistir a la escuela, o en todo caso a pie. Las escuelas primarias “Filiberto Quiroz” y  “Leona Vicario”, atendían a la niñez de Chiautla,  la primera para niños y la segunda para niñas. La escuela “Dionisio Conde” de religiosas, ofrecía educación primaria. La escuela secundaria “Mariano Antonio Tapia”, dirigida por el profesor Manuel González Romero, fue donde tanto mujeres como hombres ya compartían las mismas aulas. La mayoría de los egresados de la escuela secundaria continuaban sus estudios en la escuela Normal “Luis Casarrubias Ibarra”, creada por el director de la escuela secundaria.

Año 1968, los habitantes viven en una pobreza dependiente del  campo, la siembra del maíz, frijol, calabaza, ajonjolí, cacahuate; la cría de aves como la gallina, el guajolote. La mujer de Chiautla tuvo el ingenio y la sabiduría de conservar las recetas de sus ancestros. Ellas saben combinar todos los elementos a su disposición, para cocinar ricos alimentos para la familia. Lo que la mujer  hizo fue  dar vida a una rica gastronomía chiauteca con su mole de cuahuayote, pipián con tamales de frijol y el enjococado, al mole de guajolote le incorporan los tamales de ceniza. A estas familias las distinguía la convivencia familiar. Papá, mamá e hijos, todos alrededor del pretil, de la mesa; bajo el techo de teja o de palma y una pila de silletas. Todos juntos comiendo, todos juntos escuchando la radio; Juntos y atentos en los capítulos de las radionovelas del momento y los habidos lectores, devoraban revistas vaqueras y de romance.

Chiautla 1968, en lo más recóndito del estado, se escuchan aires de cambio. La sangre derramada debía dar frutos al país. Para Chiautla, 1968 no fue un año cualquiera, estaba en la antesala de nuevos tiempos. Una nueva generación de chiautecos se alistaba para incorporarse en la tarea educativa, otros, egresados de instituciones de educación superior, estarían en oficinas de gobierno y empresas privadas. Todo ello sin duda produciría un mejor bienestar en las familias. Los que hicieron su hogar en el campo, ya se integraban a la cabecera.

1968, las calles de Chiautla, tierra suelta, vestidas de tepetate y piedra, abren paso al parroquiano. Un ambiente de quietud y silencio que descubre la intimidad de los hogares. Llegada la tarde, el trajín de quienes retornan a casa después de cumplir los jornales. Tardes de rezos de un familia que acompañada de vecinos recuerdan a un ser querido. Las campanas de la Parroquia de San Agustín puntual anunciando cada atardecer; momentos de diversión de la niñez, la plazuela del Palacio viejo y los tanques de agua al pie del majestuoso Puente de las Flores, son los espacios preferidos de una niñez en cierne.
 
1968, Chiautla tierra caliente, gente alegre surcando los campos y sementeras; calles que en cada tarde se impregnan de olores y sabores. Pueblo de fiestas y ferviente en el culto a sus santos y la festividad de su barrio. Un año, que inicia con la celebración de la procesión del Santísimo, para concluir con la fiesta para honrar a la Virgen de Guadalupe el día 12 de diciembre en su imponente e histórico ex convento agustino. Para tan importante fiesta, se organizan eventos que tienen que ver con la actividad agrícola, ganadera y comercial. Un pueblo que sabe disfrutar la vida, para otro día al amanecer, continuar con sus faenas. Pueblo que se niega a perder sus costumbres, su historia, su identidad. Pueblo que vive y que sufre. Que sueña y ríe. Que sabe mantener con dignidad, una realidad y condición, Chiautla en el olvido.

*Miembro fundador de Alianza Ciudadana Mixteca de Chiautla de Tapia, A.C.

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