Aun y cuando muchos integrantes de las fuerzas políticas que contendieron en el pasado proceso electoral del 5 de junio han tratado de justificar el bajo nivel de participación de los votantes que se reflejó en las urnas, con el argumento de que por tratarse de una elección atípica en la que sólo estaba en juego una minigubernatura de 18 meses, a los ciudadanos no les interesó acudir a emitir su voto, por lo que quien definiría el resultado del proceso serían las estructuras partidistas.

La realidad que vivió el PRI y su aliado el PVEM, en este sentido, fue mucho más allá de cualquier escenario imaginable, ya que la gran mayoría de los Presidentes Municipales emanados de la alianza de ambos partidos, los líderes de las colonias y Presidentes de las Juntas de vecinos, así como los representantes distritales, o bien fueron cooptados por el PAN que les ofrecieron desde hace varios años, mejores posibilidades de mantener su capital político y continuar manteniendo sus privilegios entre sus representados, o en otros casos prometieron apoyar a la abanderada del PRI, Blanca Alcalá, pero en los hechos hicieron trabajo por Antonio Gali Fayad recibiendo apoyos económicos y creando redes que les permitieron aportar un número importante de votos el día de la elección.

Derivado de lo anterior, podemos afirmar que el PRI perdió la vieja estructura partidista, que en elecciones anteriores le permitió lograr el triunfo en las elecciones a gobernador de Melquiades Morales Flores y Mario Marín Torres, éste último excluido de la campaña, sin poder realizar en forma abierta campaña a favor de la candidata por órdenes de la dirigencia estatal, incluso y cuando en muchos de los Municipios del interior del Estado, como la Sierra Norte y Sierra Negra, aún hay pobladores de las comunidades más alejadas que piensan que Mario Marín sigue siendo el mandatario estatal.

Pero además de todas estas circunstancias que originaron el debilitamiento y la pérdida de las estructuras del PRI, para afrontar la elección, se encuentra el grave problema para los líderes que permanecieron fieles al Partido, de no contar con interlocutores, ni de apoyos para dar solución a los problemas que les plantean los miembros de sus organizaciones y comunidades, es decir, tanto los Delegados federales, Diputados federales, Senadores y Diputados locales emanados del Partido, sólo se han ocupado de sus carreras políticas y de alcanzar mejores posiciones y han dejado de lado, el trabajo en los Pueblos, colonias, juntas auxiliares y entre los sectores, obrero, campesino, de profesionistas y de universitarios en el Estado, lo anterior explica, el por qué muchos de los simpatizantes del PRI, desde hace cinco años, decidieron no poner en juego sus negocios y seguridad para luchar por el Partido, si sabían que en el caso, de tener algún problema con el Gobierno estatal, no contarían con el apoyo de la dirigencia partidista, mucho menos de los legisladores o de la dirigencia nacional y los hechos así lo han demostrado.

Mención aparte merece el papel que ha jugado el Presidente de la república y los miembros de su gabinete, quienes le han dado la espalda a los militantes del PRI en el estado, en aras de sacar adelante acuerdos a nivel nacional, por lo que desde hoy, se ve muy complicado que la Dirigencia estatal, pueda rescatar todo lo perdido en estos años y mucho más, que para el proceso electoral de dos mil dieciocho, presenten candidatos competitivos para ganar las elecciones en las que se renovarán la gubernatura, el Congreso, doscientos diecisiete Presidencias Municipales, Diputaciones federales, senadores y la Presidencia de la República, sólo si tiene la capacidad de renovar sus cuadros, revisar a sus organizaciones afines como la CTM, FROC, CROM, CNOP cuyos líderes han perdido fuerza y representatividad y se aboquen a atender las demandas de las clases más vulnerables del Estado, se puede esperar las cosas se modifiquen a su favor, de no hacerlo, por lo menos en Puebla,  cambiarán sus siglas de PRI a RIP.