El llanto del arrepentimiento

Domingo, 14 Julio 2024 16:45 Escrito por Víctor CORCOBA HERRERO / Escritor

Reflexión Poética | Compartiendo Diálogos Conmigo Mismo

(Necesitamos ingerir nuestras propias lágrimas, sentir el dolor en el cuerpo, para una relación renovada con el Omnipotente y el prójimo, volviéndonos próximos y revolviéndonos contra sí, hasta sollozar internamente. Llorar por las caídas propias, como suspirar por el sufrimiento de los demás, es un gemido que nos purifica y vivifica, fortaleciéndonos para no cansarnos de pedir perdón, como penitentes que somos en ruta).

I.- EL CAMINO DE LA CONVERSIÓN:
YA NO SOY YO, ES CRISTO QUIEN ESTÁ EN MI  

La mutación que Dios nos pide,
es el retorno al estado extático,
la vuelta a la verdad de la vida,
el regreso a la pureza del viento,
la llegada al espacio del cambio.

Lo vital es acogerse y recogerse,
hallarse en paz, sentirse aurora,
vivir bajo una perspectiva clara,  
que radie pan e irradie corazón,
para vencer el mal y convencer.

Hay que despojarse de mundo,
entrar en uno mismo y advertir,
que el Libertador nos requiere,
nos designa a la reconciliación,
sólo hay que seguirle e imitarle.

II.- EL DISCÍPULO MISIONERO:
AUTORIDAD SOBRE LOS ESPÍRITUS INMUNDOS

La misión tiene un soplo, Jesús;
tiene un aura, el aire de la Cruz;
tiene un desvelo, el donar amor;
tiene una corriente, la de eximir;
y una luz para poder movernos.

Estamos llamados a testimoniar,
en los diferentes medios de vida,
el sistémico arranque de Cristo,
su evidencia en nuestro camino,
y su manifiesto reconstituyente.

El Maestro nos aguarda libres,
e incorpóreos de todo equipaje,  
fuertes tan sólo por su Palabra,
cargados de voluntades divinas,
y de briosa caridad recargados.

III.- NUESTRA SALVACIÓN ESTÁ CERCA:
EL TRIUNFO DEL SEÑOR EN SU VENIDA FINAL

Juntos es como se hace rastro,
volviendo el rostro a la unión,
sellando el pulso de los pasos,
a un regreso a la casa celeste,
donde nos espera el Patriarca.

Los que avanzan con decisión,
por el sendero de la santidad,
reciben los dones de la alegría,
previo enmendarse el espíritu,
para restaurar el ritmo natural.

En el nuevo reino, la poesía es
latido constante, convivencia
y vivencia donada y ofrecida,
deseo de celo del Crucificado,
por elevarnos del suelo al cielo.

Víctor CORCOBA HERRERO
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