Una historia de amor con Jesús

Domingo, 04 Agosto 2024 16:53 Escrito por Víctor CORCOBA HERRERO / Escritor

Reflexión Poética | Compartiendo Diálogos Conmigo Mismo

(Queremos ver tu rostro y continuar el rastro providencial. Con el pan de la imperecedera savia espiritual, nos saciamos de verdad, prueba de nuestra restauración. Sólo hace falta que la búsqueda sea auténtica y nos abandonemos al Ser Supremo, que es el que nos renueva la mente y nos repone el entusiasmo vivencial. Además, Jesucristo es el viviente amor de amar amor, el cáliz de eterna salvación, que nos acompaña en el camino y vivifica los andares).

I.- LABORAD POR EL MISTICISMO;
QUE ETERNIZA Y NOS ENTERNECE  

Cuando uno se despoja de mundo,
y hace suya la imagen de lo veraz,
uno deja de vivir para uno mismo,
entra en comunión con los demás,
modelando su vida en la de Cristo.

Precisamos explorarnos y cambiar,
satisfacer la firmeza con la certeza,
formarse al deseo sublime de Dios,
rechazando los vacíos y los vicios,
respondiendo a una sana evolución.

Nada puede estancarse en los días,
nos valemos de una esencia nueva,
la de perseguir a la cruz redentora,
que es la que nos colma de alegría,
y la que nos calma según su querer.

II.- TRABAJAD POR EL ALIMENTO;
QUE PERDURA Y NOS PERDONA

Ganarse el pan que no se termina,
el que nos alienta y nos alimenta,
es lo que nos hace más hermanos,
menos de aquí abajo y más amor,
que es lo que nos modifica el ser.

Lo primordial radica en hallarse,
en oírse y en percibirse penitente,
en reencontrar lo que da sentido,
que no es otro que el plan celeste,
como obra que hemos de amparar.

La fe es fundamental cohabitarla,
siguiendo el axioma de la caridad,
fundamento de nuestra esperanza,
razón del verdadero rostro divino,
un don que el Creador nos ofrece.

III.- LUCHAD POR EL MORTAL;
QUE PERSISTE Y NOS PERPETÚA

Lo mortal hay que inmortalizarlo,
glorificarlo y expandirlo de luces,
acogerlo y recogerlo de negruras,
alzarlo y realzarlo de buen hálito,
vivirlo y revivirlo con el espíritu.

Ahuyenta, Señor, con tu destello,
con la luz diurna de tu sabiduría,
las tinieblas fúnebres de la mente,
para que avivados por tu bondad,
te sirvamos con fuerza renovada.

Te pedimos que aquella belleza
anímica, que tu ardor nos injerta,
nos haga ver la virtud que somos,
de tal manera que el ser humano,
viva el edén con Jesús en el alma.

Víctor CORCOBA HERRERO
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