Permanecer en el cuerpo del señor

Lunes, 16 Septiembre 2024 18:23 Escrito por Víctor CORCOBA HERRERO / Escritor

Reflexión Poética | Compartiendo Diálogos Conmigo Mismo

(Quedarse con el huésped del alma a transitar por uno mismo, nos hace discípulos de Jesús, hasta el extremo de hacer nuestro su estilo de vida y las razones por las que Él ha coexistido y fenecido. También los dolores de María, nos reproducen este itinerario de seguimiento como Madre. Nos hará bien hacer un alto para meditar y expresarle: nuestra gratitud por haber aceptado ser Madre, tanto cuando el Ángel se lo dijo, como después, cuando su Hijo se lo rememoró).

I.- DESPOJARSE DE MUNDO;
RETORNAR AL CIELO

Huir de sí es percibir la gloria,
desertar de los vicios y vacíos,
renunciar a este orbe de masa;
para acoger al hombre nuevo,
redimido por Cristo como luz.
 
Salgamos de esta mundanidad,
en la que sólo emergen males,
activemos el bien en nosotros,
para que se produzca la unión,
la conversión en versión viva.

Es el instante de decir que no,
de irse de la manada del odio,
para unirse al espíritu donante,
en constante plegaria y sigilo,
que es como uno se restablece.

II.- GRAVITAR CON LA CRUZ;
RECHAZAR LA VANIDAD

El Redentor nos llama a diario,
nos interroga en nuestro hacer,
quiere que sigamos sus sendas,
que nos donemos unos a otros,
para resistir el peso de la cruz.

Necesitamos purgar maldades,
ofrecer nuestros movimientos,
celebrar la compañía de Jesús,
mostrar su obra de compasión,
que no es otra que el apego fiel.  

El Salvador vive y nos da vida,
nos quiere y nos otorga afecto,
nos conduce y nos reconduce:
lo hace al clarear y sin decaer,
reponiendo el señorío de Dios.  

III.- HABITAR EN LO PROFUNDO;  
DESHABITAR LO SUPERFICIAL

La misión es brotar fuera de sí,
salir de este calvario de cruces,
para entrar en el pulso místico,
crecer y recrearnos en el verso;
volver al verbo, hacer silencio.
 
Asentarse en la palabra celeste,
es ascender y encender el alma,
pues la eternidad nos enternece,
nos libra de clavos cada aurora,
y nos hace libres como la brisa.

La sanación viene del Altísimo,
que es el que nos sirve la savia,
y nos estimula a sentir el Amor.
Bajo esta fecunda marea bíblica,
todo se calma y nada se acalora.

Víctor CORCOBA HERRERO
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