Falta alegría nupcial y sobran tristezas de repudio

Domingo, 19 Enero 2025 09:12 Escrito por Víctor CORCOBA HERRERO / Escritor

Artículo | Compartiendo Diálogos Conmigo Mismo

EL PRIMERO DE SUS SIGNOS: Jesús, justo en el umbral de su intensa y extendida crónica de entrega, obediente y a petición de su Madre, con ocasión de un banquete de boda, abre camino y nos lo reabre hacia un horizonte de esperanza. Advierte, en ella, la aprobación de la bondad del matrimonio en la verdad; así como, la dulce proclama de que en adelante la santidad de la coalición, será un vínculo de unión conciliadora y de unidad reconciliadora, bajo la presencia viva de Cristo.

I.- VIVAMOS LA PASIÓN DE SUS SURCOS

El amor todo lo puede y alcanza,
es cuestión de amarse y quererse,
de vivir y de desvivirse por vivir,
de hacer y rehacerse hacia la luz,
pues corazón a corazón se renace.

El Creador nos habita y rehabilita,
no dejemos de nombrarle jamás;
lo necesitamos en cada despertar,
para llevar este mundo de cruces,
y para recibir el germen de la fe.

En el Hijo está presente el Padre,
en el Padre la presencia del Hijo;
vayamos a rebuscar estos signos,
y a buscar el acuerdo con María,
para unir la caridad a nuestro ser.

II.- CUIDEMOS LA MEMORIA DE SUS SEÑALES

Revivamos los instantes celestes,
en los que hemos experimentado,
la vivificante aparición del Señor,
que no es una primavera aguada,
sino un gozo complacido de sol.

Él se hace visible con su aliento,
ante nuestro confuso desaliento;  
se hace la evidencia en el verbo,
unida a la convicción del viento,
de ser de Dios y a Dios regresar.

Por muy grande que sea el vacío,
el ahogo y el orbe de la carencia,
a poco que le imploremos ardor,
la frondosa cepa de los sustentos
volverá a restablecernos la savia.

III.- SIGAMOS LA MIRADA DE SUS GESTOS

En Caná acaeció el dulce cambio,
el trueque del agua de las tinajas.
Fue la versión de un gusto nuevo,
la del banquete nupcial, símbolo
de unión, entre el cielo y la tierra.

El sendero de la antigua Alianza,
ahora emblema de conformidad,
de alegría y de disfrute perenne,
al convenir reclinarse en la cruz,
con los ojos puestos en el Mesías.

Sigamos su andar cada amanecer,
demos una ojeada a nuestra vida,
procuremos continuar su palabra,
entrelazarnos a su luminoso lazo,
para ser cada día más melódicos.

Víctor CORCOBA HERRERO
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