Abandonarse al dolor sin resistir; es nuestra mayor debilidad

Miércoles, 08 Octubre 2025 10:27 Escrito por Víctor CORCOBA HERRERO / Escritor

Artículo | Algo Más Que Palabras 

“Ojalá cultivemos de manera abierta y responsable, redes de apoyo, para salvar vidas. No olvidemos que, quitarse la vida o ayudar a quitársela, es una tragedia y un desamor considerable”. 

Vivir no es únicamente batallar, sino persistir e innovar con los sueños, estar fuerte en el sufrimiento y alegre al despertar; porque la vida nos ha sido ofrecida para desvivirse por ella y no abandonarse jamás, lo que requiere un cambio humanístico en la forma con la que valoramos y respetamos las emociones. Jamás olvidemos ese innato afán, de creer en lo invisible, tampoco dejemos que esa esperanza muera. Edifiquemos unidos un mundo donde cada turbación, por dolorosa que sea, encuentre un espacio para ser escuchada, validada y sanada. Quizás, por ello, tengamos que tomar conciencia sobre la magnitud del suicidio como problema de salud pública mundial, haciendo saber a las personas que están pasando por momentos difíciles que no están solos. 

Sentirse protegido es ya un gran avance, frente a la resignación que es una inmolación cotidiana. Igual sucede con toda violación de lo auténtico, no es tan sólo una especie de trastorno del patrañero, sino también una puñalada en la salud de la sociedad humana. Bajo esta atmósfera enfermiza a más no poder, que no respeta edades, cada suicidio es una tragedia a una familia, a una comunidad o a todo un país, teniendo consecuencias duraderas en las personas cercanas a la víctima. En consecuencia, identificar, evaluar, manejar y dar seguimiento de manera temprana a cualquier persona afectada por pensamientos y conductas desesperantes, es fundamental para tomarnos en serio lo de hallarse vivo y con fuerzas para alentar caminos de luz.

La resistencia pasa por negarse a llevar un contexto lamentable; por ello es trascendente intentar el cambio, desafiar, persistir, perseverar, ser fiel a sí mismo, pelear a brazo partido con el destino, hasta dejarnos el último aliento por existir. Revelarse contra uno hasta quedar sin fuerzas, plantar cara a las vicisitudes sin miedo, nos ayudará a redescubrirnos, involucrando a toda la sociedad en la elaboración de estrategias efectivas, máxime en un momento cuando se tiene recelo a la pluralidad, resultando complicado hacer familia, porque esa misma sociedad psicológica y culturalmente se suicida, porque no se entiende, cuestión vital para asistir y existir en gozosa comunión.  Con el tiempo, yo incluso aprendí a reprenderme, a caminar hacia adelante sin tristeza.

Ojalá cultivemos de manera abierta y responsable, redes de apoyo, para salvar vidas. No olvidemos que, quitarse la vida o ayudar a quitársela, es una tragedia y un desamor considerable. Uno tiene que quererse para poder amarse y amar a los demás, sin tener aprensión a ser un ser de acción y reacción mística, pues nuestra fuente viviente radica en el corazón. Todas estas situaciones suicidas son prevenibles, es un grave problema mundial de salud pública que debe abordarse imperativamente; puesto que, la vida es un derecho, no la muerte, que debe ser acogida, nunca suministrada. A propósito, recuerdo que se debe privilegiar siempre la obligación al cuidado, la custodia sin exclusiones, para que los más débiles, en particular los ancianos y enfermos, nunca sean descartados. 

Conseguida la cátedra viviente, con el natural equilibrio mental, el juicio recto y la moral como abecedario de subsistencia, percibiremos la audacia y la firmeza debida, para sacar el mayor bien a los contratiempos, comenzando por ser más clementes con nuestros análogos. De ahí, la importancia de dejarnos acompañar y no ser piedras en el camino, más bien un soplo de buenos deseos fusionado con mil caricias en la mirada, salvaguardándonos de toda soledad y desolación. No depongamos la lucha. Que el hábitat de la crueldad cese o lo compartamos; y, al menos, nos quite el silencio ensordecedor de la indiferencia, recargándonos de enérgica entereza. En la debilidad, es más fácil sucumbir, que soportar sin tregua una crónica cargada de dolores, saturada de amarguras.  

Víctor CORCOBA HERRERO / Escritor
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