¡La violencia política y sus efectos en las elecciones!

Viernes, 23 Marzo 2018 22:35 Escrito por *Dr. Julián Germán Molina Carrillo.

El ejercicio de la democracia no se reduce a las prácticas electorales! No obstante, la democracia moderna es inconcebible sin una íntima asociación con las elecciones, a tal grado que el indicador fundamental de las sociedades democráticas es la realización de elecciones libres, es decir, democracia y elecciones no es una sola ni la misma cosa, pero si podemos decir que no hay democracia sin elecciones.

Por lo que, los procesos electorales y el resultado de estos, se convierten en una condición necesaria más no suficiente para hablar de democracia. Porque a diferencia de las otras fórmulas de gobierno (autoritarias, dictatoriales o totalitarias o teocráticas), la democracia asume como un bien la coexistencia de la pluralidad de corrientes de pensamiento, y por ello, intenta ofrecerles un cauce para su expresión y recreación. En base a lo que las elecciones resultan indispensables, puesto que se convierten en el escenario donde esa diversidad de opciones compite y son los ciudadanos, con su voto, quienes deciden quienes deben gobernar y legislar.

Asimismo, la importancia que dentro de la democracia tienen los procesos electorales y la concurrencia de los ciudadanos a las urnas en los regímenes políticos en que más de un candidato o partido contienden por el poder público, constituyen uno de los instrumentos clave en la designación de los gobernantes, la participación política de la ciudadanía, el control del gobierno por ella y la interacción entre partidos o grupos políticos. La democracia moderna no podría funcionar sin los procesos electorales. Y también las elecciones pueden convertirse eventualmente en un instrumento para transformar un régimen no democrático en otro que sí cubra suficientemente las características de ese modelo político

Como observamos, las elecciones son la forma legal por antonomasia para dirimir y disputar lo político en las modernas sociedades de masas, el fenómeno electoral adquiere una relevancia y una complejidad crecientes, que ha captado la atención de políticos e intelectuales, debido al surgimiento de la violencia en torno a los procesos electorales, que los ha convertido en un indicador significativo del debilitamiento y la crisis de la democracia, acentuada en 2017, el año más violento desde que en 1997 se empezaron a llevar registros (oficialmente 29 mil 168 homicidios).

El proceso electoral iniciado el pasado 8 de septiembre acumula ya un total de 70 aspirantes políticos asesinados, esto según datos evidenciados por consultora de análisis de riesgos Etellekt, presentados el jueves 8 de marzo del año en curso. Donde el estado con mayor incidencia de asesinatos de actores políticos lo ocupa Guerrero con 16 casos, seguidos por Oaxaca con nueve e inmediatamente después Puebla y Veracruz con ocho.

Estados donde la controversia política y los intereses particulares de los grupos de poder y delictivos han manchado el camino a las urnas de sangre, completando la lista de los 19 estados se encuentran: el Estado de México con cuatro casos, Chihuahua, Hidalgo y Jalisco con tres; Tamaulipas, San Luis Potosí, Colima, Michoacán y Guanajuato con dos y con solo uno Nayarit, Zacatecas, Chiapas, Baja California, Durango y Tabasco.

Situación que coloca a México en un escenario inédito de violencia que incluye secuestros, amenazas y todo tipo de agresiones, que están abonando al abstencionismo por parte del ciudadano, por el temor fundado de asistir a la urna y sobre todo porque no se sienten cobijados por las autoridades encargadas de revestir el proceso electoral de seguridad y confianza con un ambiente libre de violencia.





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