Columna | P U L S O    P O L I T I C O

           Le comentábamos ayer, que según nos dijo Alejandro Delgadillo, candidato del PVEM a la diputación federal por el sexto distrito de esta capital, abandonó al PRI, como muchos otros, por la incomprensión de los dirigentes hacia la militancia a la que solo  ocupan y  desechan, colocando en candidaturas a puestos de elección popular, no a los militantes más destacados por su trabajo o su capacidad, sino a parientes y amigos. Disponen del destino de los militantes leales, como si el partido no fuera una institución que dice luchar por la democracia, sino algo de su propiedad en donde pueden hacer lo que se les venga en gana.

           Priístas amigos nuestros nos dicen que eso es absolutamente cierto y que tal vez la mayor parte del brinco a otras instituciones políticas, de parte de los priístas, se deba a eso precisamente.

           Pero también hay deserciones de ambiciosos que carecen de convicciones, que no tienen ninguna ideología política y que se pasan de un partido a otro, por pura ambición personal.

           El oportunismo es el que prevalece en muchos casos y el más reciente, nos dicen, ha sido el de Francisco Ramos, un muchacho que habla mucho y hace poco, que entró al PRI con el pie derecho, apoyado por el hijo de un gobernador y que pudo escalar puestos como una diputación, así como en posiciones de partido, como la presidencia de la Fundación Colosio en el Estado.

        Estaba desempeñando este último puesto, precisamente, cuando decidió emigrar a Morena, porque considera que es la fuerza política emergente que podría sustituir al PRI y con esa idea, se pasó a las filas morenistas, llevándose a su equipo y los trabajos de análisis de la situación del estado, para formular proyectos de solución de problemas, que es la misión de la Fundación Colosio, en los órdenes nacional, estatal y municipal.

        En el caso de Francisco Ramos, no fue el mal trato que recibió en el comité estatal el que lo hizo emigrar, pues al contrario, el siempre tuvo buen trato, sino una ambición desmedida, un evidente oportunismo y una absoluta carencia de ideología política. Y como éste, hay muchos casos, nos dicen.

        Hoy se celebra en México el Día de la Libertad de Prensa. Los que ejercemos el periodismo en los medios impresos y electrónicos, nunca pensamos vivir una época como la actual, en la que la violencia contra muchos periodistas ha colocado a nuestro país, entre los más peligrosos del mundo para ejercer este oficio. Lo peor es que en la mayoría de los casos, los crímenes contra periodistas, han quedado impunes.

       Esta celebración del 7 de junio, no tuvo un principio conmemorativo o heroico, sino todo lo contrario, un vergonzante afán de quedar bien con el Presidente de la República de entonces, Miguel Alemán Valdez.

        En esos tiempos, había una empresa paraestatal llamada PIPSA, que importaba el papel periódico y lo distribuía tanto a las grandes empresas periodísticas como a las pequeñas y además, les vendía el papel a crédito.

        En la década de los cincuenta, las grandes empresas estaban tan endeudadas con PIPSA, que el gobierno se vio obligado a exigir el pago correspondiente.

         Hubo alarma, pues la deuda era millonaria y entonces los empresarios de los medios decidieron hablar con el presidente para pedirle un plazo amplio a fin de ponerse al corriente.

          Pero el Presidente decidió perdonarles la deuda y todos se volcaron en elogios para el mandatario en turno (Miguel Alemán) y ya en reunión de los capitanes de la industria periodística nacional, acordaron ofrecer una comida al Primer Mandatario del país, en agradecimiento por su magnanimidad. Esa comida se realizó un 7 de junio de los primeros años de la década de los cincuenta.

          La comida fue todo un éxito: acudieron no solo los directores de los grandes diarios, sino también los de los periódicos de provincia y los de pequeñas publicaciones periódicas de la capital y de los Estados.

         El Presidente Miguel Alemán, nunca había sido tan elogiado por la prensa, como en ese día.

         Después de que se despidió el mandatario, quedaron celebrando los directores y dueños de las grandes empresas de comunicación y ya con algunos tragos encima, alguien dijo (el coronel García Valseca, dueño de la cadena de diarios que llevaba su nombre) ¿porqué no hacemos esta comida cada año, invitando al presidente, para celebrar el día de la Libertad de Prensa? La idea fue bien recibida y así quedó establecida esta fecha.

         La comida quedó cancelada desde el gobierno del panista Vicente Fox, pero la celebración continúa, aunque no haya muchas razones para eso.

        Aquí en Puebla, un grupo de colegas de diversos medios impresos, ha conformado una comisión que organiza un acto que se lleva a cabo en el jardín o plaza de la Libre Expresión, que es la que se ubica frente al paseo Bravo, sobre la avenida Reforma, a un costado de la iglesia de Guadalupe.

          El acto será a las 11 horas. Nos informan que habrá tribuna libre hasta las 13 hora y luego habrá una comida en un salón social a las 14 horas para celebrar el 44 aniversario de una pequeña publicación y por la tarde, habrá un acto en el salón de proyecciones del edificio carolino en honor del doctor Zito Vera Márquez, recientemente fallecido, quien fue un personaje relevante en la lucha por la reforma universitaria de 1961. Esto será a las 17 horas.

          Los organizadores son Federico Chilián Orduña, Fermín Muñoz Meléndez, Manuel Zenteno Lozano, Ernesto Cruz Quintas, Onésimo Gutiérrez Mendoza, Humberto Sotelo, Arturo Guzmán, Otilia Contreras y Alejandra Cruz.

          Estarán como invitados los periodistas Manuel Sánchez Pontón y Eladio Alvarado, ambos de más de noventa años y aun en activo.

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