Miércoles, 22 Julio 2020 18:45

Inventemos otra realidad

Artículo | Algo Más Que Palabras

“Nada puede destruir a la humanidad, excepto ella misma”

Somos un mundo de contrastes. Hay una incongruencia entre los moradores, sobre todo entre su decir y su hacer. Luego está la desproporción de los caudales entre países pobres y ricos. Nos falta compromiso y nos sobra endiosamiento. Fallamos en todo o en casi todo. De ahí, lo importante que es reconocer nuestra inconfundible debilidad para poder enmendar ciertas relaciones, ya sean entre nosotros y nuestros análogos y también con el hábitat natural. Todas estas divergencias podrían ser erradicadas si tuviésemos otro talante, o si quieren un espíritu más poético que poderoso, para poder forjar otra realidad menos abusiva y más justa. Hay una manera de contribuir a la protección armónica, y es no resignarse jamás, por muy desbordante que sea la aglomeración de discordancias.

Tampoco podemos continuar con este ánimo desolador. La mayor tristeza es no saber hacer frente a este huracán de oposiciones, a este ciclón de contrariedades, derrumbarse y no resistir para renacer a un nuevo pasaje viviente, mucho más agradecidos. Ojalá aprendamos la lección, y al menos nos dejemos conquistar por el humilde, aunque no tenga pedestal alguno, pues rechazando la arrogancia del orgulloso, cuando menos habremos despertado de esta actual degradación que venimos soportando. Lo importante es renacer a un pensamiento nuevo, evadirse de este espíritu deshumanizante, con la solidaridad necesaria y la sencillez deseada. Ciertamente, todos somos frágiles, tan solo latiendo unidos podremos abrirnos a una sabiduría distinta, a una realización del ser humano diferente, a un espíritu constructor renacentista en principios y en acciones conjuntas.

El hechizo del encumbramiento nos aborrega, hasta el punto de volvernos despreciativos, restándonos horizontes y empujándonos a nuestra particular decadencia como seres pensantes. Desde luego, estamos perdiendo el afán de superación, la lucha constante por sobrevivir, el desvelo por crecer humanamente. ¡Cuántas vidas podrían enmendarse, cuántas  tristezas podrían sonreír, cuánto dolor se evitaría a poco que nos esforzáramos en la mano tendida! Nada somos por sí mismos. Nuestra interconexión es un hecho. Sin embargo, la auxiliadora cadena humana permanece impasible, dejando a semejantes olvidados en el camino. Continuamos siendo nuestro peor enemigo. Nada puede destruir a la humanidad, excepto ella misma, a través del vacío moral, el egoísmo y la avaricia, o el individualismo consumista; atmósferas, todas ellas, que nos están dejando sin entrañas y sin conciencia alguna.

Por eso, es vital la cooperación conjunta entre los moradores. Esto requiere un compromiso real de cambio de actitudes, en tono humilde; y, el poner en valor, una consciente ética como timbre comunicante. Justamente, con la implicación de todos, como un deber, tanto de los países ricos a pagar el precio requerido por el llamado a la supervivencia de los pobres y la sostenibilidad de todo el planeta, como también de los países pobres a querer salir de esa pobreza, poniendo la fuerza necesaria y el tesón en ello, podremos conquistar una existencia que nos renazca humanizándonos, asentando un proyecto de convivencia que permita un futuro mejor para todos y cada uno de nosotros. No desaprovechemos entonces el diálogo, el gran instrumento y el lazo común de la sociedad. Tampoco la escucha.

Siempre se ha dicho que del oír procede la sabiduría y del auténtico diálogo los avances. A propósito, se me ocurre pensar en la exhortación apostólica postsinodal “Querida Amazonia” del Papa Francisco, que podría convertirse en un sueño universal. Sí, en una visión para todo el planeta que integre y promueva a todos sus habitantes para que puedan consolidar un buen vivir, cohabitando hermanados en la batalla por los derechos de los más descartados, para que su voz sea escuchada y su dignidad sea promovida. No olvidemos que nuestra propia vida es un camino comunitario, donde las tareas y las responsabilidades se comparten y han de dividirse, según la misión encomendada y en función del bien colectivo, que parece encontrarse hoy en día más que erosionado.

Naturalmente, en esa nueva realidad necesitamos que surja un nuevo anhelo capaz de reequilibrar las profundas desigualdades que prevalecen en todas las sociedades. Tal vez, debamos considerar seriamente la posibilidad de aplicar una Renta Básica Universal bien diseñada, de modo que las crisis puedan golpear, pero no demoler vidas humanas. ¡Pongámoslas en valor!    ¡Protejámoslas!

Víctor CORCOBA HERRERO / Escritor
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Publicado en COLUMNAS
Miércoles, 30 Noviembre 2016 14:13

La referencia de europa en el mundo

Artículo | Algo Más Que Palabras

    Hoy más que nunca se requiere la referencia de una Europa fuerte y unida, que pueda defender y proteger a sus ciudadanos de las muchas incertidumbres del mundo. Por desgracia, las políticas populistas han debilitado ese proceso integrador de los padres fundadores, que no era otro que reconstruir un continente con un espíritu conciliador y de servicio mutuo. Por ello, la Comisión Europea acaba de proponer un Fondo Europeo de Defensa y otras acciones, a mi juicio muy acertadamente,  para apoyar el gasto más eficiente en las capacidades de defensa conjuntas; fortaleciendo, así, a los ciudadanos europeos de los Estados miembros, al fomentar la seguridad de una base industrial competitiva e innovadora. En este sentido, ya se han propuesto veinticinco millones de euros para la investigación de defensa como parte del presupuesto 2017, y se espera que esta asignación presupuestaria crezca hasta un total de noventa millones de euros hasta el año 2020. Es evidente que si este espacio geográfico mínimo, de máxima diversidad cultural, no se ocupa de salvaguardarse así mismo, nadie más lo hará, teniendo en cuenta que las capacidades deben ser acordadas por los Estados miembros, para justamente poder reforzar el mercado único de defensa.

    Personalmente, pienso, que ha llegado el momento de trabajar coordinados desde la fortaleza, máxime cuando se trata de asuntos de seguridad y defensa. Tengámoslo en cuenta, únicamente avanzaremos hacia una mayor integración si se lucha en la misma dirección y hay confianza entre los países .  Por otra parte, la Unión Europea tiene que favorecer mucho más el interés general común, y no el concreto de algunos socios en particular. A propósito, hace tiempo que el Presidente del BCE, Mario Draghi, viene alertando sobre la necesidad de acabar con el paro estructural y de aumentar el porcentaje de personas que están trabajando. La alta tasa de paro juvenil, sin duda, no sólo va a comprometernos a la baja productividad, también a una frustración social sin precedentes en nuestra historia. Quizás tengamos que recapacitar y volver a ese referente europeísta en favor de la paz, el pleno empleo, la libertad y la dignidad humana. Desde luego, creo que hay que generar un nuevo dinamismo social, donde la ciudadanía en su conjunto pueda comprometerse e involucrarse, en favor de un proceso constante de humanización, o sea de promoción de los derechos humanos, que enlazan con el desarrollo de la democracia y el estado de derecho.

    Europa tiene que volver a tomar aliento, a entusiasmarse, a hacerse valer con la energía del pasado. A veces me da la sensación de que estamos un poco cansados, tal vez pesimistas, a pesar de que tengamos las mimbres de la innovación, de un inmenso patrimonio histórico que ahí está y que ahora, con un nuevo coraje, ha de tomar las riendas de edificar un nuevo territorio más prospero, igualitario y seguro para todos. La ciudadanía, en su conjunto, tiene la última palabra. No es de recibo, en un continente que tanto propicia la cohesión social, lleve consigo la losa de ciertos grupos de población que están quedándose atrás o son excluidos. De ahí la importancia de llevar a la realidad las políticas sociales de acceso universal, además de modificar las normas sociales, culturales y políticas excluyentes, así como las actitudes que perpetúan la marginación. Ha llegado el momento, pues, de que la dimensión social de la integración europea tome raíces y se expanda. No olvidemos que constituye un aspecto clave de la Estrategia Europea 2020, que tiene por objeto asegurar un "crecimiento integrador" con elevados niveles de empleo y una reducción del número de personas que viven en la pobreza o que están expuestas al riesgo de exclusión social. Cumplamos, en consecuencia, con la palabra dada.

    Si en verdad queremos construir una Unión Europea humana y creíble, no podemos  dejar de ahondar en la cooperación de todos, haciendo pleno uso de todos los instrumentos, combinando para ello, todos los activos de manera coherente, de modo que toda la ciudadanía se sienta protagonista y parte de esa edificación de valores europeístas. Hoy los ciudadanos quieren también respuestas contundentes a la inmigración, a la defensa y protección de las fronteras, lo que nos exige nuevamente réplicas globales. Seguramente sea una manera de hacer más Europa, el convivir y escuchar, el intervenir en términos de mediación, por ejemplo con Irán, Arabia Saudí y otros actores regionales, sin el cual Europa corre el riesgo de perder ese espíritu humanista que, en su historia, tanto ha amado y defendido.

 Víctor Corcoba Herrero / Escritor
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