Columna | Sin Límites

*Don Antonio Vanegas, poblano, y José Guadalupe Posadas, los iniciadores de la tradición

Antes de entrar en materia, algunos datos históricos. José Guadalupe Posada nació en Aguascalientes el 2 de febrero de 1852 y murió el 20 de enero de 1913. Dibujante y grabador famoso junto con un poblano, quien ha sido poco reconocido por las autoridades estatales, Antonio Vanegas Arroyo, quien imprimía hojas y versos para regocijo de todos, de crítica social y política, hasta temas relacionados con la muerte.

El acuerdo 64 de la SEP de fecha 2 de febrero de 1982, declaró monumento histórico el inmueble 27 de la calle Penitenciaría de la colonia Penitenciaría de la CDMX, donde estuvo el taller de imprenta y grabado de Antonio Vanegas Arroyo, quien nació en Puebla el 6 de julio de 1852, murió en México en 1917 y produjo las hojas sueltas de José Guadalupe Posada.

Vale la pena comentar que Arsacio Vanegas, luchador de profesión y nieto de don Antonio,  imprimió en ese lugar los Manifiestos del Movimiento 26 de Julio de Fidel Castro en 1956.

Es una experiencia adentrarse a las obras de Posada y Vanegas, ya que inevitablemente provocan la risa, la curiosidad, el horror y la indignación, ya que reproducen las características de una sociedad en crisis como la de hoy.

Posada y Vanegas imprimieron las famosas calaveras, versos con alusión a la muerte que se ilustraban con esqueletos vivos personificados, género que Posada dibujó de manera extraordinaria.

La muerte es democrática, ya que a fin de cuentas, güera, morena, rica o pobre, toda la gente acaba siendo calavera, escribió Posada.

Las calaveras son asociadas al Día de los Muertos, ya que interpretan la vida y las actitudes sociales del pueblo mexicano, representadas en sus grabados vestidos de gala, en fiesta de barrios, en calles citadinas, en las casas de los ricos. Posada dibujó calaveras montadas a caballo y en bicicleta, donde señalaba las lacras, la miseria y los errores políticos. Es el caso original de La Catrina, un grabado que representa una burla a la clase alta del porfiriato.

En fin, para estar a tono, aquí están las Calaveras Políticas de Puebla para festejar el Día de los Muertos:

Es primero de noviembre
dijo la flaca temblando,
ya viene el 2 de noviembre,
debo irme preparando.

Al visitar varios pueblos,
en Puebla se aposentó,
había muchos funcionarios
para llevarse al panteón.

Visitó el Ayuntamiento,
a Luis Banck le hizo ojitos,
aunque el edil se negaba
se lo cargó completito.

Jorge Fouad no hizo leyes,
los diputados enmudecían;
López Toledano temblaba,
y los magistrados morían.

En Casa Puebla vio botín
digno de mejores causas
y no sabía qué escoger,
a Gali o tantísimas almas.

Al llegar a Casa Aguayo
observó de un vistazo,
la sala de juntas pletórica,
allí estaba el gabinetazo.

Carrasco, de Gobernación,
bien agarrado al hueso,
no quería irse al panteón,
buscaba mejor protección.

Sin embargo, sus empleados
pensaron que con la flaca,
se librarían de problemas
¡y de un fuereño de Oaxaca!

Carrancá, el Fiscal General,
quiso enfrentar a la muerte,
mandó policías por delante,
pero eran muy deficientes.

Tocó la puerta de Xaxalpa
y se encontraba dudosa,
pues la oferta era buena:
“Te doy un buen porcentaje”.

Al principio lo pensó
la oferta era excelente,
mas luego reflexionó
y los dientes castañeó.

Si me llevo al tal Marcelo,
a toda la comunicación
dejaré sin esos boletines
que manejan información.

Gutiérrez es buen comienzo
para aumentar el panteón,
aunque es recién llegado
desordena la comunicación.

Sánchez Kobashi no quería
que lo mandaran al panteón,
pues entonces no tendría
más, la misma diversión.

¡Ay! la Vázquez del Mercado,
el otro, Islas Maldonado,
no se hicieron ilusiones
pues rápido los enterraron.

Quedaban los políticos,
Enrique Doger y Urzúa
que se portaban rejegos,
pero los jaló de los pelos.

Juan Carlos Lastiri gritaba,
Cárdenas y Armenta gemían.
Lozano impávido estaba,
Barbosa dizque corría.

Pero la flaca no se olvidó
de otros tres elementos:
Jiménez, Zavala y Lucero,
los que sonreían contentos.

Cuando la vieron llegar
corrieron despavoridos,
pues no pensaban dejar
sus cómodas oficinas.

Uno a uno los convenció
con tremenda cortesía,
Giles con Martha Érika
fueron a la tumba fría.

Buscaba un político alto,
pelo relamido, ignorante,
fue acusado de corrupto
y de sensibilidad carente.

Serio, Rafael presumía:
hablé con Marga y declinó,
voy también con Anaya
y declina porque digo yo.

Sin dar tiempo de nada,
la parca lo vio hacia abajo,
vámonos para el panteón,
allá seguirás tu trabajo.

En el infierno poblano
Paredes y Marín temblaron,
al llegar los nuevos invitados
con el negocio ya acabaron.

Allí, políticos de todo Puebla,
cantaban en nutrido coro:
¡Regresen Bartlett y Melquiades
que les perdonamos todo!

Así se cumplió aquello
que nos decían las abuelas:
Nadie sabe el bien que tiene
hasta que lo pierde todo.

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