Columna | P U L S O    P O L I T I C O

         Los dos actos que en el inicio de su campaña en Puebla, presidió el candidato presidencial de la coalición con México al Frente, Ricardo Anaya, fueron exitosos por la asistencia y el entusiasmo mostrado por quienes asistieron.

        Tanto la reunión de jóvenes en la capital (unos quinientos) como en el mitin realizado en Amozoc, tuvieron una buena o regular concurrencia.

        Ni el PAN, ni el PRD y mucho menos Movimiento Ciudadano, los partidos que conforman la mencionada coalición, hubieran sido capaces de reunir a más de doscientas personas en un acto partidista y menos que hubiera cierto entusiasmo como lo hubo. ¿A qué se debió esto?

       A  una cosa muy simple: los coordinadores de la organización de los actos, fueron dos expriístas de primera línea: José Alarcón Hernández, dirigente del partido local Compromiso por Puebla; y del dirigente estatal de Movimiento Ciudadano, Fernando Morales Martínez, ambos formados y entrenados en las filas tricolores, desde hace años y ambos también, ex dirigentes estatales del Revolucionario Institucional.

        Fueron por años, figuras relevantes del PRI en la entidad y renunciaron a él, por serias dificultades con la dirigencia local, que tenía todo preparado para expulsarlos, pero le ganaron la partida y presentaron su renuncia, antes de que la decisión de sacarlos del partido, se diera.

        Anaya regresó a la capital del país ayer y el sábado reanudará su gira por Puebla, a partir de Ciudad Serdán, centro neurálgico de la actividad política de Fernando Morales, donde habrá un acto importante, lo mismo que en Zacatlán, Huauchinango, Tehuacán, Tepeaca y otras importantes poblaciones del Estado.

         Llama la atención la insistencia con la que Anaya acusa al Partido Revolucionario Institucional, de corrupto e ineficiente. Acusa a los prisitas, como durante su campaña lo hizo Vicente Fox, de todos los males que el país sufre y parece haber olvidado completamente, que su partido, el PAN, estuvo doce años, sí, dos sexenios seguidos en el poder, pues Fox cumplió su palabra de sacar al PRI de Los Pinos, donde había estado más de 70 años, que el ex presidente decía, que habían sido “años perdidos”.

         Un libro de Hugo Vargas, periodista y editor, llamado: “La Derecha Mexicana, historia y desafíos” cuya primera edición salió a la luz en el 2015,  en su capítulo: “El saldo de los gobiernos panistas”, señala: “México es otro y es el mismo de hace doce años. Es diferente porque los mexicanos se han decidido por la alternancia política. Es el mismo porque persisten los vicios y problemas del viejo régimen”.

         En el primer sexenio panista, el de Vicente Fox, se vio claramente que el desencanto de los mexicanos con los nuevos inquilinos de Los Pinos, era elevado: En las elecciones intermedias, las del primer trienio, los panistas perdieron 50 escaños en el Congreso de la Unión y tres años más tarde, el discutido triunfo de Felipe Calderón fue logrado, con muchos trabajos y después de que los panistas habían negociado con la en otro tiempo combatida (por el panismo) líder sindical del magisterio, Elba Esther Gordillo, el apoyo de sus huestes. El triunfo calderonista, fue de menos de un punto porcentual.

           El PRI regresó a Los Pinos y el error que cometió ese partido, de no haber informado al país, las condiciones en que había encontrado la administración pública nacional, le costó muy caro, tanto que Anaya Cortés, sigue pregonando a los cuatro vientos, que ellos, los panistas, son los buenos y los priístas los malos. No habla del derrumbe del empleo en los tiempos de Fox, del derrumbe de la economía nacional, de la inamovilidad del gobierno, en fin, del surgimiento de la guerra contra la delincuencia organizada, que todavía continúa; de que Felipe Calderón no cumplió su ofrecimiento de ser “el presidente del empleo” pues fue exactamente lo contrario, al grado que hubo épocas en que tuvimos bajas tan graves, que Haití, considerado el país más pobre de Latinoamérica, nos supero en unas décimas en porcentaje de desarrollo.

          Anaya es buen orador, tiene buen rollo. Acusa a Andrés Manuel de ser un político con teorías atrasadas, ya rebasadas por la historia y dice no hacer caso al PRI, porque es un partido que ya tiene perdida la partida. El PRI ya se va, afirma, y al parecer se va, porque Anaya quiere que se vaya.

           Los priístas que han caído en los mismos errores que sus adversarios: formación de grupos internos, corrientes o tribus, que se enfrentan y luchan entre sí; en el nepotismo, pues casi todos los priístas distinguidos, quieren dejar en puestos de elección popular a sus hijos o parientes cercanos, parecen no tener ideas o argumentos para enfrentar los ataques que les hacen sus adversarios, que han cometido tantos errores o tantas faltas al sentido común, como ellos.

           Definitivamente estamos viviendo, políticamente hablando, una etapa de mediocridad propiciada por la ignorancia que los políticos de todos los partidos, tienen de nuestra historia y de la realidad nacional. Una prueba de esto, es que los militantes de toda la partidocracia mexicana, parecen haber perdido su ideología, su identidad, sus principios básicos. Todos parecen tener como objetivo final, llegar al poder y hacerse ricos.

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