Columna | P U L S O   P O L I T I C O

            Todos los políticos de carrera y además inteligentes, y el diputado federal Ignacio Mier Velazco lo es, saben perfectamente que el mensaje presidencial, sus palabras contundentes y el ánimo que mostró al decirlas, constituyen el punto final del proceso de selección de candidatos a las nueve gubernaturas en disputa, incluyendo la jefatura del gobierno de la ciudad de México.

           No solo expresó su satisfacción por el resultado, sino también, por “la urbanidad política de todos los contendientes”. Es decir, por la unidad mostrada en las filas del partido Movimiento de Regeneración Nacional, Morena”, que es esencial para seguir avanzando en la Cuarta Transformación, que tan buenos resultados ha estado dando, en lo social, en lo económico y en los político para bien de nuestro país.

           Ignacio Mier, que obtuvo el segundo lugar en las encuestas, sabe perfectamente que está considerado para una senaduría o para un puesto administrativo relevante, pues su actuación como coordinador de la bancada de Morena, dentro del Congreso Federal y su excelente desempeño como presidente de la Comisión de Coordinación Política lo avalan.

           En las filas de Morena hay gran satisfacción por el respeto que se tuvo a los resultados de las encuestas, en Puebla y en las diferentes entidades que renovarán a sus gobernadores el año próximo, no se han dado expresiones de descontento. Alejandro Armenta realizó una excelente campaña a ras del suelo, visito pueblos pequeños y grandes, ciudades, recorrió centros de trabajo, convivió con la gente pues, y eso, le aseguró el triunfo. No digo que los demás aspirantes no lo hayan hecho, pero tal vez Armenta supo trasmitir mejor su mensaje.

             EL SENADOR POBLANO, QUE PRESIDIÓ CON acierto la Cámara de Senadores mostró, junto con el presidente de la Cámara de Diputados, Mier Velazco, su oficio político, su capacidad de negociación y sacaron adelante asuntos sumamente difíciles, por el cerrado criterio de los opositores.

              PRI y PAN, dos partidos que fueron antagónicos y que lucharon con las armas en la mano en el silgo XIX, con los nombres de partido liberal y partido conservador, por el tipo de gobierno que cada uno proponía para nuestro país, recién independizado de España, volvieron a enfrentarse ideológicamente en los años 30 del siglo XX, contra el gobierno de Lázaro Cárdenas, que según los panistas llevaba al país al comunismo.

           El partido conservador resurgió en 1939 con el nombre de Partido Acción Nacional y desde entonces se opuso a los gobiernos revolucionarios hasta la llegada del neoliberalismo encabezado por Carlos Salinas de Gortari, que lo arropó y logró una alianza de PRI-PAN, este último representado por Diego Fernández de Ceballos, que llevaron al PRI a abandonar sus principios liberales y su política social de beneficio para campesinos, obreros y clases medias populares, entregándose a la clase empresarial que junto con la clase gobernante instituyeron la corrupción y la entrega de los bienes de la nación, al sector privado nacional y extranjero, provocando el empobrecimiento de millones de mexicanos que a punto estaban de explotar con violencia, cuando llegó el gobierno de la 4-T, que pregonaba el cambio por la vía pacífica y en eso estamos.

            VENDRÁ PRONTO EL PROCESO PARA DESIGNAR a los candidatos a diputados locales y federales, a senadores de la república, a presidentes municipales, regidores y síndicos que ojalá no provoque divisiones internas en los partidos, ya de por sí divididos por su falta de estructura, de organización, de unidad interna y por las ambiciones desmedidas de algunos de sus militantes.

            Ojalá esta sea la última vez que los partidos políticos lleguen a una elección tan desorganizados.

            Todos y todos es todos, carecen de militantes con educación política, con conocimiento de la historia de México, de sus desenvolvimiento a través de la Independencia, la Reforma y la Revolución Mexicana. Los políticos con carrera, se han hecho a sí mismos. Sus respectivos partidos no han hecho nada para formar cuadros capaces, disciplinados y honorables, para el desempeño de puestos públicos y de elección popular. Ya es tiempo de que los partidos sean reales escuelas de política.

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