Sábado, 15 Julio 2023 20:11

Stella Maris

Reflexión Poética | Compartiendo Diálogos Conmigo Mismo

(En el génesis del verso aparece nuestra morada común y reaparece constituida por una amplia ramificación de azules celestes. Sustento esencial para el poeta que todos llevamos dentro y puntal de inspiración en nuestra propia biografía de soñador. El empuje es el pulso con su pausa de tintes. Y el destino, un oleaje que se hace a la lírica, justo cuando nace el flujo y el reflujo de las corrientes de aire, con los loores al Creador y los dolores de las cadenas; pretendiendo remar, en un recogimiento náutico).

I.- LA STELLA MATUTINA;
PARA GLORIA Y ALABANZA NUESTRA

Al romper el alba en el océano celeste,
todo se colma de paz y se calma de luz,
todo se torna de Dios y a Dios regresa,
todo se crece de sueños y nada mengua,
porque el soplo de la verdad es la vida.

No hay mejor amanecida en la mirada,
que recubrirse de caricias con las olas,  
para descubrirse sol en la masa de agua;
que confesarse marinero de sus azules,
porción del cuerpo y tripulante del alma.

En cada madrugada brota un desahogo,
como prenda de quietud y gozo de rocío;
tan sólo hemos de marchar a poner proa,
a convenir una sonrisa en los músculos,
y a modular una reverencia a la pureza.

II.- AVANZAR MAR ADENTRO;
PARA SONREIR POR FUERA

Nuestra barca se embarca cada aurora,
nos pide que rememos hacia adentro,
que no cesemos ni en las tempestades,
pues lo trascendental está en hallarse,
en fijarse en la fuente de amor que soy.

Somos seres de cielo, tierra y océano;
navegantes en perenne buceo íntimo,
marinos en nuestra propia búsqueda.
Con la asistencia del pescador divino,
no habrá marea que nos desuna la red.

El puerto estará a salvo para trascender,
para tomar escarceo y soltar los brazos;
pues aquel que se quiere, se comprende,
protege a que haya quietud en la resaca,
previo acogerse y recogerse en el Señor.

III.- CON LA MADRE A BORDO;
PARA HUIR DEL LOBO DE MAR

En cada dársena hay una historia viva,
que nos vive y nos revive sin concluir;
es como esa pleamar que va y vuelve,
con aspiración de nacer y de renacerse,
acompañado y acompasado por el mar.

La manejada sobre el líquido elemento,
nos pone sobre el horizonte del asombro,
con el pasmo de lo visual hacia la Madre,
que nos conduce al espíritu de la certeza,
hasta que por la cruz se curen los golpes.

Estrella de los mares y faro de fulgor,
consuelo maternal siempre en pilotaje,
concilia y reconcílianos con tu silencio,
que las discordias alivien en concordia,
y haz que Cristo renueve los corazones.  

Víctor CORCOBA HERRERO
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Publicado en COLUMNAS

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