Columna | P U L S O   P O L I T I C O

         El próximo mes de agosto y mediante una consulta a sus bases, el PRI nacional elegirá nueva dirigencia. Hay varios, parece que son cinco o seis aspirantes, pero los que realmente tienen posibilidades, son Alejandro Moreno, actual gobernador de Campeche y Miguel Angel Osorio Chong, ex secretario de Gobernación y actualmente senador y coordinador de la bancada priísta en esa cámara.

          Si el PRI quiere tener futuro, es decir, posibilidades de regresar al poder, tendrá que cambiar no solo de dirigencia nacional, sino de modos y formas de hacer política. En él no aplica eso de los “usos y costumbres”, tendrá que cambiarlo todo.

            Su derrota fue espectacular: de haber sido el rey durante décadas, quedó entre los partidos minoritarios, entre la chiquillada pues.

             El nuevo régimen de Morena, con López Obrador al Frente, han ofrecido la Cuarta Transformación, y están cumpliendo.

             El priísmo neoliberal que instauró en los años ochenta Carlos Salinas de Gortari, aceleró la caída del tricolor. El sistema económico impuesto por la tecnocracia mexicana (siguiendo los dictados de Washington, claro) dio pésimos resultados, al concentrar la riqueza en muy pocas manos y empobrecer a las clases medias y llevar a la miseria a las clases populares a las que pertenecen más de 50 millones de mexicanos.

               La desatención al campo, originó la emigración de millones de campesinos mexicanos a los Estados Unidos; la corrupción en PEMEX, organismo que atiende los asuntos de nuestra industria petrolera, ha llevado al país a la quiebra; la entrega, por razones políticas, del manejo de la educación a organismos sindicales, nos coloca en desventaja con todos los países de la OCEDE, según el propio organismo ha venido diciendo año con año. Total: somos un país importador de alimentos básicos (aquí nació el maíz, fuimos exportadores de maíz hasta el gobierno de Díaz Ordaz y ahora importamos maíz forrajero y transgénico, para alimentarnos)  Estamos importando gasolinas y gas y un alto porcentaje de la electricidad, la compramos a empresas extranjeras o empresas privadas mexicanas. ¿No es esto una tragedia?

           Alta criminalidad, inseguridad en ciudades y pueblos y una descomposición del tejido social, como no se vio ni durante la Revolución de hace un siglo, que nos colocan en una situación verdaderamente dramática, son la consecuencia lógica de lo mal manejado que ha estado el país en los últimos treinta años.

             El ofrecimiento de apoyo del nuevo dirigente del Consejo Coordinador Empresarial, Carlos Salazar Lomelín, ha sido no solo inteligente, sino necesario, que ojalá de veras se cumpla, porque de lo contrario al país llegarán cosas peores.

             Acabar con la pobreza extrema entre gobierno y empresarios y también acabar con la corrupción, puede evitar que en el futuro próximo se registre un estallido social de consecuencias imprevisibles.

             Quienes se han beneficiado con esa concentración de la riqueza que propició el neoliberalismo son los miembros de las clases empresarial y política de este país y justo es, que ahora juntos le pongan remedio.

             Líderes mundiales, como Kennedy presidente de los Estados Unidos en los años sesenta y Lula da Silva, presidente de Brasil en la década pasada, han alertado sobre el peligro de abandonar a su suerte a los desposeídos que cada día son más.

             El primero dijo en un discurso memorable para abrirle los ojos a los gringos ricos y soberbios: “O damos algo de lo que tenemos, o perderemos todo lo que tenemos”.

              Lula da Silva, afirmó: “El 70 por ciento de los brasileños no pueden dormir, porque no han cenado, y el 30 por ciento restante, no puede dormir porque teme una rebelión de quienes tienen hambre”.

            Los empresarios mexicanos han presumido, para fines políticos, su cristianismo, su filiación católica, pero cumplen muy poco con la doctrina cristiana que predica el amor al prójimo, la caridad cristiana. Cumplen solo con las formas de ir a misa, celebrar matrimonios eclesiásticos rumbosos, bautizos y demás, es decir, aparentan ser lo que no se ve que lo sean en realidad.

             Es el momento de demostrar que son auténticos creyentes y que aman de veras a México, lugar donde muchos nacieron o a donde llegaron sus padres huyendo de sus países de origen, por la pobreza principalmente.

              De los años sesenta a la fecha, ha habido cambios importantes en la sociedad poblana. Tenemos una derecha mucho menos agresiva que en aquellos tiempos del Cristianismo sí, comunismo no. Pero también los izquierdistas acelerados han tenido cambios en su comportamiento. Es decir, hay posibilidades de un trabajo conjunto contra la pobreza extrema y eso evitaría a todos, un futuro incierto.

Publicado en COLUMNAS

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