Miércoles, 04 Marzo 2020 21:11

El PRI cumplió ayer 91 años

Columna | P U L S O    P O L I T I C O

             A sus 91 años de edad, el Partido Revolucionario Institucional se encuentra ya en plena decadencia, con múltiples achaques. Como el diario Excélsior de la ciudad de México cabeceó cuando el dictador soviético José Stalin agonizaba en Moscú en los años cincuenta: “Ha perdido el habla, no puede moverse y el corazón le falla”.

             Es decir, ya está más “p’a allá que p’a acá”. Hay quienes ya no le dan esperanza. Fue en sus primeros 70 años, un partido vigoroso que lo decidía y lo controlaba todo en un país como México. Pero el 4 de marzo de 1992, como relata en su columna Indicador Político de ayer, Carlos Ramírez, hace 28 años, inició su decadencia, cuando el presidente Carlos Salinas de Gortari, con el aval del entonces dirigente nacional del PRI, Donaldo Colosio, acudió a la sede del tricolor para anunciar el fin histórico de la Revolución Mexicana como esencia del PRI, dando a conocer “el liberalismo social”, como nueva ideología del PRI. Ahí, dice Carlos Ramírez. Ante la complacencia silenciosa de los priístas, el PRI pasó a ser el partido del neoliberalismo mercantilista por decisión del Presidente, dejando las víctimas sociales al PRD, ahora Morena.

          Ese partido surgido de la Revolución de 1910, había sido el creador el México moderno. La etapa de gloria del priísmo se inició en el gobierno de Lázaro Cárdenas, cuando arrancó la construcción de carreteras, de escuelas, de instituciones de salud, cuando surgieron las grandes centrales obreras y los trabajadores tenían garantías y prestaciones que nunca antes habían tenido, cuando los campesinos pasaron de ser peones explotados, a ejidatarios, pequeños propietarios y comuneros; cuando se abrieron las normales urbanas y rurales para capacitar a los maestros; cuando surgió la educación secundaria y preparatoria, el Instituto Politécnico Nacional, se fortaleció la educación militar, la atención a la salud pública, etc.

            Después siguió la Seguridad Social, con el gobierno de Manuel Avila Camacho, con Miguel Alemán  principió la industrialización del país. Se consolidó la obra revolucionaria con Adolfo Ruiz Cortines, con Adolfo López Mateos. Con Díaz Ordaz, hubo una crisis política por una fuerte división en las altas esferas del poder, pero casi no había deuda externa y la economía, la producción alimentaria, todo iba bien.

             Los gobiernos de Echeverría y López Portillo, tuvieron como todos los anteriores cosas buenas y malas. Pero predominaron las buenas. Fue entonces cuando se creó el Infonavit que permitió que obreros y clases populares, fueran dueños de sus viviendas; se impulsó la producción de maíz y frijol, base de la alimentación de millones de mexicanos: las clases medias se fortalecieron y avanzábamos, a veces con trabajo, pero íbamos hacia delante.

         Los tecnócratas encabezados por Salinas de Gortari, anunciaron que con el nuevo sistema económico, llegaríamos al primer mundo y ahí se inició el derrumbe. Los únicos primer mundistas fueron ellos, los neoliberales y sus amigos, pero todo lo demás se vino abajo, ahondándose la desigualdad social y degradándose la actividad política. El PRI tuvo dirigencias nacionales y locales, muy poco eficientes, sin oficio y sin sensibilidad social.

          Los tres gobiernos anteriores al actual: los que encabezaron los panistas Vicente Fox y Felipe Calderón y el encabezado por el priísta Enrique Peña Nieto, llevaron a la nación mexicana a la ruina casi total.

          Somos un país con dependencia alimentaria y con dependencia energética; la petrolera PEMEX, que era el orgullo de México, está en la ruina. El gobierno actual la salvó de ser regresada a sus antiguos dueños, empresas estadounidenses e inglesas; La Comisión Federal de electricidad en casi un 50 por ciento, había sido entregada al capital extranjero; se condonaban miles de millones de pesos de impuestos, a grandes empresas y otras más, defraudaban cantidades multimillonarias al fisco.

           La inseguridad y la delincuencia casi dominaban a amplios sectores del territorio mexicano; el país vendió sus ferrocarriles, sus puertos y aeropuertos, sus autopistas y está endeudado en grado espectacular, con instituciones de crédito internacionales.

            Peña Nieto, el último presidente de origen priísta, ganó con 19 millones 200 mil votos; en las elecciones del 2018, el PRI perdió 10 millones de votos, al alcanzar solo 9 millones 300 mil sufragios.

            A sus 91 años, el PRI no tiene ni con mucho, el poder que tuvo durante décadas. Tiene actualmente: 46 diputados federales, de 500 que forman la Cámara de Diputados; y 14 senadores. Después de que durante mucho tiempo gobernó a los 32 estados de la república, ahora solo gobierna en 11. En 1976, obtuvo el 95 por ciento de la votación y en las pasadas elecciones, solo obtuvo el 10 por ciento.

            ¿Tiene salvación un partido que carece de líderes, que no cuenta ya con cuadros militantes de renuevo, que los cuadros que le quedan están decaídos, sin ningún entusiasmo, sin ninguna esperanza, que ha perdido su estructura, su organización, su disciplina? Bueno, todos los mexicanos creemos, aunque no seamos creyentes, en la virgencita de Guadalupe. Es nuestra última esperanza para todo. A la mejor......

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