Lunes, 27 Febrero 2023 21:14

El atrayente olor de tierra mojada

Columna | SIN LÍMITES

*Los camellos del desierto de Gobi detectan la geosmina a kilómetros de distancia

¿Por qué atrae tanto el olor a tierra mojada? ¿Por qué los humanos conservan tal sensibilidad para este volátil microbiano? ¿El olfato humano es extremadamente sensible a este olor?

Es indiscutible que las sensaciones olfativas gobiernan gran parte del comportamiento humano y que el olor de un pastel recién horneado o la invisible columna aromática que se eleva desde el suelo húmedo después de la lluvia, tienen la capacidad de evocar fuertes sentimientos y recuerdos.

La fascinación de la humanidad por el olor de la tierra se remonta a milenios atrás, hasta que en el siglo XIX los primeros químicos se interesaron por este aroma. En 1891, Berthelot y André extrajeron del suelo un compuesto con el olor característico.

En 1964, dos geólogos australianos del Commonwealth Scientific and Industrial Research Organization (CSIRO), Isabel Joy Bear y Richard G. Thomas, definieron en la revista Nature que ese olor singular y característico que surge al humedecerse con agua arcillas y suelos secos naturales, se debe a un aceite amarillento atrapado en las rocas, pero liberado por la humedad.

Ambos nombraron al aroma como petricor, que deriva del griego pétros, piedra e icor, que en la mitología griega era el mineral presente en la sangre de los dioses. Petricor significa algo así como la sangre de las piedras.

El aroma se manifiesta cuando la geosmina, que significa en griego aroma de la tierra, sustancia química muy olorosa producida por la bacteria Streptomyces propia del suelo. Algunos animales detectan las moléculas responsables del aroma terroso en concentraciones extremadamente bajas como la mosca de la fruta, los mosquitos Aedes aegypti, responsables de transmitir el dengue, la fiebre amarilla, el zika y el chikunguña, entre otras enfermedades.

Otras hipótesis apuntan a que la relación entre la producción de geosmina y la presencia de humedad ayuda a los camellos del desierto del Gobi a localizar oasis en medio del desierto, ya que son capaces de percibirla a decenas de kilómetros de distancia.

Por otra parte, el olfato humano es extremadamente sensible a la presencia de geosmina y es capaz de detectarla en concentraciones muy bajas. Para una especie que tiene un sentido del olfato relativamente pobre provoca la pregunta: ¿Por qué los humanos conservan tal sensibilidad para este volátil microbiano?

Hace miles de años, los primeros antepasados humanos usaron su sentido del olfato para cazar, para diferenciar alimentos nutritivos de otros nocivos o incluso para huir del fuego y de los depredadores. Y, quizás, para conseguir saciar su sed.

Desde la perspectiva de la psicología evolutiva, debe existir alguna razón por la que la presencia del olor petricor nos cautive. Algunos autores sugieren que la afinidad humana por la geosmina puede estar arraigada desde esos tiempos en que nuestros antepasados nómadas vagaban a través de paisajes áridos en busca de agua.

Desde luego, esta sería una razón de peso para responder por qué atrae tanto el olor a tierra mojada y si se piensa con detenimiento es una estrategia sutil y bucólica que utilizan algunas bacterias para dispersarse y aumentar las posibilidades de supervivencia y colonización de nuevos territorios.

Además, en México, hay que recordar al famoso compositor Pepe Guízar, oriundo de Jalisco, quien destaca en la letra de su canción Guadalajara: Hueles a pura tierra mojada.

Los comentarios anteriores son de Raúl Rivas González, Catedrático de Microbiología de la Universidad de Salamanca en base a un artículo publicado originalmente en el portal de Internet The Conversation.

En fin, como escribió Federico García Lorca (España, 1898-1936), en su poema Meditación Bajo la Lluvia:

Ha besado la lluvia al jardín provinciano
dejando emocionantes cadencias en las hojas.
El aroma sereno de la tierra mojada
inunda el corazón de tristeza remota.

Se rasgan nubes grises en el mudo horizonte.
Sobre el agua dormida de la fuente, las gotas
se clavan, levantando claras perlas de espuma.
Fuegos fatuos que apaga el temblor de las ondas.

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Publicado en COLUMNAS

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