Domingo, 05 Septiembre 2021 20:50

División

A menudo, los daños que cometen los hombres de poder a sus pueblos son duraderos.

Unos son tangibles: el holocausto, la hambruna asesina en Ucrania y China, Tlatelolco.

En otras, sin embargo, son intangibles: no se ven. No se tasan. No se registran en los bancos ni en las cuentas presupuestales.

Pero ahí están: carcomiendo por años. Socavando. Debilitando.

El legado más duradero y triste de Donald Trump será la división, por muchos años, de la sociedad estadounidense.

Trump no inventó ni el racismo, ni el extremismo. Hizo algo quizá peor: lo despertó y lo inflamó.

El racismo a Estados Unidos le costó una guerra Civil (la más sangrienta de todas sus guerras), y más de un siglo de políticas sensatas y políticos de altura para doblar el espectro de Dred Scott, del Kukux Klan, de Selma, del fanatismo y el odio.

Pero eso, como un virus, dormía dentro del cuerpo social: esperando que alguien lo exacerbara.

Trump lo usó para ganar una elección y, luego, como modelo de gobierno. Nunca le importó gobernar para todos: sólo lo hizo para su base. Le tocó la fortuna —para él, no para su país— de nominar a dos ministros de la Suprema Corte de Justicia, con lo que se quedó con una mayoría conservadora.

La minoría radical se envalentonó y ahora desafía décadas de avances políticos, democráticos y sociales.

Van contra los programas sociales, contra los derechos de voto de las minorías, contra los migrantes, contra los derechos de género, contra el cambio climático, contra el uso de vacunas y cubrebocas.

Estados Unidos es un país dividido en todo. La minoría blanca se enfrenta con encono a la otra mitad.

La palabra del poder es importante: su mensaje, su mesura, su templanza.

Las cicatrices se vuelven heridas otra vez. El sistema óseo de la concordia se fractura.

Sólo un irresponsable puede pretender gobernar a través del odio. Sólo alguien que no quiere a su país puede aspirar a dividirlo.

Trump se fue. Su legado queda.

Y lo hará por muchos años más: de sufrimiento, de locura.

De dolor.

Twitter | @fvazquezrig

Publicado en COLUMNAS
Martes, 07 Febrero 2017 20:39

Sigue la división entre los priistas

Columna | P u l s o   P o l i t i c o
 
    No una, sino muchas veces se ha afirmado que los priistas, cuando se dividen pierden. Y esa afirmación ya se ha confirmado en los hechos: en el 2010, cuando perdieron por primera vez en la historia del estado, una elección de gobernador para dar paso al primer gobernador postulado por el Partido Acción Nacional, aunque su formación política haya sido totalmente priista; y en el 2016, cuando el PRI por segunda vez perdió en Puebla la elección de gobernador.

    Las divisiones internas y el mal tino para elegir a sus candidatos, han sido las causas principales de las derrotas del en otro tiempo invencible Partido Revolucionario Institucional.

    Las derrotas sufridas no han sido suficientes para hacer entender a los militantes de cúpula del partido tricolor, que si continúan por ese camino, van a acabar en la banca, “nomás milando”.

    Todo parece indicar que los militantes del partido surgido de la Revolución de 1910, además de carecer de ideología, de desconocer la historia de México y de su partido, han perdido la noción de la realidad. Creen que viven en los tiempos del invencible y autoritario PRI de hace 30 o 40 años.

     Nadie les ha dicho que ese partido de antaño, ya murió; que él en aquél entonces presidente-dios, al que se debía obediencia absoluta y reverencia constante, ya no existe. Que el presidente ahora, es un hombre de carne y hueso, que tiene los niveles más bajos de popularidad derivados del gasolinazo, una decisión del gobierno federal, que tiene movilizados en protestas callejeras a la mayor parte de los habitantes del país; que ahora el presidente, es objeto de críticas constantes, incluso en programas de televisión que antes vivían para alabarlo y darle gracias por los beneficios recibidos; que muchos lo critican duramente por su comportamiento ante el también fuera de la realidad, Donald Trump, aunque en este caso también ha sido elogiado por su prudencia, necesaria en una relación tan complicada como es la de México con los Estados Unidos.

     Los políticos inmaduros nuestros, se andan peleando por algo que ocurrirá dentro de más de un año. En vez de cerrar filas, de proponer solución a los graves problemas que confrontan Puebla y México; en vez de hacer propuestas para ayudarles a resolver los problemas a que se enfrentarán los miles de indocumentados poblanos que podrían ser regresados de los Estados Unidos, si Trump cumple sus absurdas promesas; se andan expulsando del PRI los unos a los otros, como si la ciudadanía toda no se hubiera dado cuenta que ahora en este país, da lo mismo un partido que otro, porque ninguno tiene ya, identificación ideológica.

    En momentos como los actuales, lo que menos conviene a los partidos, es una división interna y todos están divididos. Bueno, solo tienen un objetivo común: evitar que el partido de Andrés Manuel López Obrador, Morena, siga creciendo y como si fuera una maldición, sigue creciendo.

    Y crece, porque los otros se dividen y las divisiones son signos de debilidad.

    Los encuentros entre los aspirantes del PRI a la candidatura para gobernador se han venido dando con frecuencia, desde antes de las elecciones de junio de 2016; se siguen dando ahora; hay conferencias de prensa constantes en las que se juran unidad y amor eterno y todo sigue igual. La división parece irreconciliable.

    Y eso que los priistas parecen o parecían ser los políticos con mayor madurez, dada su larga permanencia en el poder, su experiencia, su oficio, su fuerte organización, su sólida estructura.

    Todo eso parece que ya se lo llevó el diablo y ahora queda un puñado de hombres relativamente jóvenes, que quieren ser candidatos a costa de lo que sea y de llevarse entre las patas, a su propio partido, el vehículo con el que quieren llegar a la cima.

    Lo saben pero se hacen que no saben, que en las elecciones del 2018 se va a decidir no solo la presidencia de la república, sino las gubernaturas de varios estados, entre ellos Puebla; la integración de las cámaras de diputados y de senadores; los congresos locales y los ayuntamientos de casi todo el país.

    Si esas elecciones, que se efectuarán a mediados del año próximo, encuentran a un PRI dividido y a un pueblo más enojado que ahora por la baja en su economía familiar, ese partido, que ahora nos gobierna a nivel nacional, puede ser derrotado en toda la línea en Puebla y de esa caída, podría no recuperarse en mucho tiempo.

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