Martes, 11 Octubre 2016 07:32

Los funerales del sexenio

Panorama político y económico de desolación. Echeverría y Peña Nieto, similitudes

Con este nombre intituló su columna don Gastón García Cantú, en la sección de Análisis del número uno de la revista Proceso, que salió a la luz el seis de noviembre de mil novecientos setenta y seis, hace casi cuatro décadas, a veinticuatro días de que dejara el poder el presidente Luis Echeverría Álvarez y al referirse al momento que vivía nuestro país, escribió lo siguiente:

“Los Mexicanos, de época en época, parecemos cumplir una consigna histórica: impedir el predominio del derecho, la vía de la democracia, el reconocimiento de la honradez y el respeto a la vida.

Y sin embargo, no era suficiente.

Era necesaria mayor pobreza, más burla, más desprecio, más, mucho más, para descubrir la cara oculta del país; un país sumiso, de voz baja, de murmuración, de conformidad y miedo.

No era México, pero es el México que hemos hecho los últimos años. Un México de odio, desprecio y olvido.

No vivimos en crisis económica.

Estamos en quiebra: más de 400,000 millones de pesos de deuda externa e interna, con una balanza comercial  deficitaria; la más alta de nuestro comercio con Norteamérica; con un faltante bancario por retiro de fondos por miles de millones de pesos; con miles de campesinos saliendo de su patria esperanzados en trabajar en los Estados Unidos y siete millones de desocupados.

Podemos reducir la quiebra del país sometiendo las generaciones jóvenes a mayores males y humillaciones, empeñando los recursos naturales, comprometiendo la independencia nacional, pero no saldremos durante mucho tiempo, de la crisis moral.

Un desastre económico está determinado, casi siempre, por la corrupción, la pereza y la estupidez; desatada la crisis, la conducta se pliega al descenso sin termino. Es la hora de la inercia. No se entiende lo que ocurre y nada, por consiguiente, se puede hacer. Sin moral no hay acción posible.

Ha sido de tal manera persistente la labor de despojarnos de nuestra dignidad, de que admitamos como forma nacional el lenguaje de la simulación y el engaño, que es casi imposible que la generación adulta actúe con valor y esperanza.

La crisis moral es invencible porque la mayoría acepta que los tiempos que vivimos son tiempos de callar y aprobar.

Se calla y acepta cuanto nos sucede; se admiten razonables todos los argumento, aun los inefables: hace dos meses se dijo que la flotación del peso -eufemismo ridículo de devaluación- acarrearía el más alto bien al país; exportaciones, retorno de capitales depositados en bancos extranjeros, afluencia de turistas y empleo para desocupados. La devaluación –el despojo del valor del trabajo-era una navegación colectiva hacia la prosperidad. Engaño. Sesenta días, sólo sesenta días después, esas explicaciones flotan entre la pobreza más indignante, el éxodo de otros capitales, mayor desempleo y la especulación infame: la del aumento de los precios de los alimentos humildes.” Hasta aquí la cita de don Gastón, cuyo contenido, resulta aplicable a la realidad que vive el país en la administración del presidente Enrique Peña Nieto. Aunque el contexto es distinto, en cuanto a que Echeverría estaba a unos días de dejar la Presidencia y a Peña Nieto le quedan más de dos años de su administración, las condiciones en que tiene a los mexicanos, son las mismas en que nos tenía sumido el Gobierno de Luis Echeverría al fin de su mandato, crisis económica, social, de valores, entrega de recursos a empresas extranjeras, devaluación, falta de empleos, corrupción, impunidad, a las que se suma el problema del narcotráfico, el aumento de los grupos de la delincuencia organizada y la inseguridad que prevalece en varios Estados del país, con una clase política voraz, en franco contubernio con los grupos empresariales, que han hecho crecer en forma escandalosa el número de mexicanos en extrema pobreza y la acumulación de la riqueza del país en cerca de cuarenta familias que controlan la actividad económica y el poder a nivel estatal y federal, con una deuda externa triplicada, situación que ha propiciado que un número cada vez mayor de mexicanos, exijan la renuncia del presidente Enrique Peña Nieto, mucho antes de que concluya el periodo para el que fue elegido, es decir, piden a gritos se adelanten los Funerales del sexenio; razones les sobran, por más que se les diga que “las cosas buenas casi no se dicen, pero cuentan” y es claro que no se toman en cuenta, ni se dicen, porque en la realidad, son más las cosas malas que vivimos y borran lo positivo del trabajo de las autoridades, cuyo discurso cae cada vez más en la mentira y escándalos originando desconfianza y malestar social, en un país que ha sido calificado como un estado fallido al borde de la quiebra económica y social tanto internamente, como en el ámbito internacional. Pero seguramente nada ocurrirá en los próximos meses y el Presidente concluirá su mandato, a pesar de todo lo ocurrido.

Publicado en COLUMNAS

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