Columna | P U L S O    P O L I T I C O

             Aunque usted no lo crea, el Partido Revolucionario Institucional, PRI, está pasando por una crisis, que quienes nacimos en la era priista, nunca imaginamos. De las treinta y dos entidades, 31 estados y un Distrito Federal, solo le quedan dos (Coahuila y Estado de México) y en las elecciones del pasado domingo donde se disputaron 6 gubernaturas, solo ganó una y con trabajos, la de Durango, con el 34.8 por ciento de la votación, contra 30.06, por ciento de Morena, la fuerza política emergente.

              Perderá su registro, algo impensable, por no alcanzar el 3 por ciento de la votación en una elección local, en el estado de Quintana Roo, donde obtuvo el 2.9 de la votación, el porcentaje más bajo, bueno, igual que el del PRD, que ya tiene perdidos, es decir, ya no tiene registro, en 15 estados del país y ahora será en 16, pues el porcentaje fue también de 2.9 por ciento. En Tamaulipas, el PRI solo obtuvo el 4.5 de la votación y el PRD, solo el 1.4, aquí el de la Revolución Democrática, también perderá su registro y sumarán ya 17 los estados donde dejará de existir.

            Tal vez por eso los priistas de base y muchos ex dirigentes nacionales y estatales están enojados y ya empiezan a correr rumores de que se pedirá el cambio de la dirigencia nacional, pues el ex gobernador de Campeche, Alejandro Moreno Cárdenas, el tal “Alito”, no la hace como dirigente. El anda en otra onda: defendiendo su “prestigio”; salvando al país de un gobierno que lo está destruyendo y sugiriendo que no maten a balazos a los periodistas, que mejor los maten de hambre.

           Pero no solo el PRI y el PRD, están en graves problemas: el PAN, cuyos dirigentes nacionales ya se sienten en las nubes y se dan el lujo de despreciar a sus aliados priistas, pues se asumen como la segunda fuerza política del país, no cantan mal las rancheras: En Aguascalientes, donde ya gobernaba, ganó con el 43.9 de la votación, contra el 33.5 de porcentaje alcanzado por Morena y en Durango, el otro estado que ganó en alianza con el PAN, el porcentaje de votación alcanzado por el partido conservador, fue del 16.1 por ciento, contra el 34.8 por ciento del PRI y el 30.8 de Morena. Esa entidad estaba y sigue estando en manos del PRI.

           En Hidalgo, gobernado por el PRI, este partido perdió con Morena, aunque tuvo el 23.3 por ciento de la votación, contra el 51.2 por ciento de Morena. El PAN solo tuvo el 5.4 por ciento.

           En Oaxaca, entidad suriana en la que el PAN tuvo como bastión a Huahuapan de León, donde ganaron varias veces el ayuntamiento y de donde salieron algunos líderes nacionales del panismo. Ahora solo tuvo el 3.7 por ciento de los votos; el PRI el 21.9 y Morena, el 49.9 por ciento y en Tamaulipas, que los últimos seis años estuvo gobernado por el PAN, Morena ganó con el 41.9 por ciento de los votos, el PAN obtuvo el 38.1 y el PRI el 4.5 por ciento.

             NINGUNO DE LOS ACTUALES PARTIDOS DE OPOSICION, está en condiciones de reponerse en el corto o mediano plazo, si siguen el camino que están siguiendo: atacar e insultar al presidente, tratar de desprestigiar a militantes destacados de Morena y tratando de obstaculizar el trabajo del gobierno.

          Han perdido su ideología y no tienen propuestas de beneficio social, para resolver los problemas como el de la violencia y la inseguridad. El gobierno morenista tuvo una buena idea para evitar el encarecimiento de los combustibles, que no se le hubiera ocurrido ni a un gobierno priista y menos a uno panista; exentar del pago de impuestos a las gasolinas y el diessel, aplicando para ello el remanente obtenido por el país por el aumento en el precio del petróleo crudo que exportamos.

          Con un gobierno priista o panista, el dólar se hubiera disparado a más de 25 o 30 pesos, con el pretexto de la pandemia y de la guerra entre Rusia y Ucrania.

         El sureste hubiera permanecido igual que hace más de un siglo, pese a ser el principal productor de petróleo crudo; no se estaría construyendo la autopista que unirá al Golfo de México con el océano Pacífico; el salario mínimo no alcanzaría ni para comprar tres kilos de tortilla; se seguirían haciendo los grandes negocios con la compra de medicamentos por miles de millones de pesos y no habría vacunas suficientes para librarnos del covid-19. Nomás hay que pensar en eso.

Publicado en COLUMNAS

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