Domingo, 26 Septiembre 2021 17:51

El segundo sobre

Bendito México —dijo el presidente López Obrador a Joe Biden en su primer encuentro—tan cerca de Dios y no tan lejos de Estados Unidos.

Parafraseaba una conocida alerta de Porfirio Díaz sobre el riesgo de la vecindad con la mayor potencia del mundo.

La afirmación a Biden parecía una continuación de la política exterior mexicana hacia Estados Unidos iniciada en este sexenio: López Obrador, con gran pragmatismo, guardó su belicosidad de años previos contra Donald Trump para pactar con él y hacerse su amigo.

El costo fue aceptar muchas condiciones en el TMEC pero, sobre todo, convirtió al país en la patrulla fronteriza de los norteamericanos con Centroamérica. Un giro lamentable de nuestra tradición diplomática e inaceptable en un gobierno de presunta izquierda.

Pero ahora, de manera inexplicable, López Obrador parece lanzar un desafío y se alía públicamente con las más deleznables dictaduras de América Latina: Venezuela, Cuba y Nicaragua. Amaga con dinamitar la OEA y, peor, se acerca a China.

Lo hace justo cuando Biden ha incrementado la presión contra el coloso asiático: facilitó submarinos nucleares a Australia para limitar la expansión china; posee una confrontación por el calentamiento global y ha tomado acciones económicas que alertan a analistas que se aproxima una nueva guerra fría.

Estados Unidos comparte con nosotros 3 mil kilómetros de frontera. Ahí residen alrededor de 12 millones de compatriotas, legales e ilegales, que han encontrado el bienestar que aquí les negamos. Contra lo que pasaba antes, los migrantes mexicanos ya no vuelven a su patria: nada atractivo encuentran en hacerlo, Ellos sostienen el mayor —y real— programa de política social del país: envían 45 mil millones de dólares al año a sus familias.

Ese billón de pesos de transferencias directas impidió que la pobreza explotara más el año pasado. Eso explica por qué los estados más pobres —Veracruz, Oaxaca, Guerrero, Michoacán— no incrementaron sus índices de rezago, pero sí los más industrializados del país.

A los mexicanos allá les fue bien: Joe Biden distribuyó recursos de manera universal, directo a las personas, para sortear la pandemia. Ese ingreso extraordinario originó el incrementó histórico en las remesas.

Pero, además, 8 de cada 10 exportaciones mexicanas van al vecino del norte. Ese es el mayor inversor internacional en México.

Nuestra dependencia energética es brutal. Dos terceras partes del gas y 7 de cada 10 litros de gasolina que consumimos se produce en Estados Unidos.

Reventar a México en un santiamén es una cuestión de decisión política, no de complejidad técnica.

El gobierno de López Obrador carece de resultados. La presión se acumula en todos los frentes: violencia desmedida; regiones enteras en crisis de gobernabilidad; economía destartalada, aumento en la pobreza.

Un viejo chiste decía que cada presidente de México dejaba tres sobres cerrados a su sucesor, para abrir en momentos de crisis y recibir recomendaciones de cómo enfrentarlas.

El primero decía: échame la culpa de todo.

El segundo decía: culpa a Estados Unidos.

El tercero: escribe tres cartas.

López Obrador ya culpó de todo al pasado.

Y hace unos días abrió el segundo sobre.

Twitter | @fvazquezrig

Publicado en COLUMNAS

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