Estamos a 127 días del domingo dos de junio, fecha en la que los mexicanos con credencial de elector vigente, elegiremos al gobierno que dirigirá el destino del país los próximos seis años en la Presidencia de la República, las cámaras de diputados, senadores y nueve gubernaturas con sus respectivos congresos y gobiernos municipales.

Llega a su fin el gobierno de AMLO, que desde ahora entra ya en el balance de sus pros y sus contras, como el primer gobierno de izquierda en el país. Para sus seguidores y simpatizantes han sido más los aciertos, que los errores, por lo que merece continuar ahora con su candidata Claudia Sheinbaum y para sus detractores y críticos, el denominado movimientos de regeneración nacional, conforme a sus resultados, se convirtió en un movimiento que desde el inicio de su gestión, ha significado la destrucción del país y de sus instituciones, por sus políticas públicas y desaciertos, por lo qué su reconstrucción tardará al menos dos sexenios llevarla a cabo.

El gobierno de AMLO, aún antes de tomar posesión como presidente, tenía muy clara una ruta, cuyo objetivo era borrar las huellas del régimen de los gobiernos neoliberales y cobrar venganza en contra de quienes no apoyaron sus aspiraciones en el pasado y en su momento le impidieron convertirse en el jefe del ejecutivo.

Muy pronto se olvidó del discurso de reconciliación y paz que manejó en su campaña y que muchos le creyeron, para cambiarlo por el de la polarización a fin de mantener dividido al país, en dos bloques: el representado por AMLO como el pueblo y el ustedes donde caben quienes no apoyan a su gobierno; así el presidente sigue en campaña política todos los días en sus conferencias mañaneras, para demostrar no sólo que detenta el poder, sino también para exterminar a los que bautizó como sus adversarios políticos, en el que se incluyeron no sólo los partidos de oposición, sino también los grupos empresariales, los intelectuales, los medios de comunicación, los organismos constitucionales autónomos y todos aquellos que osaron oponerse a sus proyectos e iniciativas o le resultaron incómodos por obstaculizar sus planes de gobierno.

Aún y cuando muchos de los defensores del obradorismo se han pronunciado por resaltar sus logros, la verdad es que los resultados obtenidos en estos últimos cinco años son poco favorables y existen rubros en los qué prácticamente el actual gobierno con mucho sale reprobado.

Pero ¿cuáles se podrían enlistar como los principales errores del actual gobierno y que por sus efectos será muy difícil que olviden los mexicanos?; ejemplos tenemos muchos, como la cancelación de la construcción del aeropuerto internacional de la ciudad de México en Texcoco; cuyo avance era superior al 50% y cuyo costo para indemnizar a las empresas constructoras, alcanzó la cifra de 113.327 millones de pesos que serán cubiertos con recursos públicos, durante los años siguientes.

El cierre de las estancias infantiles, de los refugios para las mujeres maltratadas, de los comedores comunitarios y de las escuelas de tiempo completo.

El cierre de programas como Pro México, Pro campo, Prospera, Banrural, entre otros y el de la agencia de noticias del gobierno Notimex.

En salud, eliminó el seguro popular, el fondo de enfermedades catastróficas; así como también 109 fideicomisos, afectando diversas áreas, como cultura, ciencia, tecnología, fomento al deporte y uno de los más importantes que ningún gobierno se había atrevido a eliminar el fondo para la prevención de desastres, cuyos recursos fueron asignados para su manejo a la Secretaría de Hacienda.

A estados y municipios les quitó los recursos para atender la seguridad pública, mediante la eliminación de partidas presupuestales como el fortaseg, centralizando los recursos. Quitó los recursos al fondo metropolitano que se destinaba para apoyar el desarrollo de las ciudades y el fondo de capitalidad de la ciudad de México.

A lo anterior se sumarían los programas que han fracasado como el insabi, el internet para todos y las Universidades del Bienestar Benito Juárez y el del gas bienestar, entre otros.

En cuanto al desempeño y resultados de su gabinete ampliado, el presidente, se ha rodeado de personajes con antecedentes de corrupción y sin experiencia en los ramos que les fueron asignados, poniendo por delante la lealtad y compromisos con su proyecto, que los resultados y avances en beneficio de los ciudadanos y del país.

Recientemente sus esfuerzos por denostar al INE y a la Suprema Corte de Justicia, que ha puesto freno mediante sus resoluciones a las iniciativas y reformas impulsadas por el presidente que van en contra de la Constitución y que fueron avaladas por las cámaras de diputados y senadores; lo que ha traído como consecuencia que haya anunciado el denominado plan C para que los Ministros y Jueces sean electos mediante el voto popular, lo que es probable de obtener la mayoría calificada en ambas cámaras el 2 de junio en la renovación del Poder legislativo federal.

Por lo anterior, surge la interrogante sobre ¿cuáles serían las acciones que se deben llevar a cabo para resarcir en los años siguientes los daños ocasionados por el actual gobierno? ¿Qué programas y políticas de este gobierno, les deberá dar continuidad quién ocupe la presidencia de la república? ¿existen las condiciones para que México continúe en la misma ruta para dar paso al segundo piso de la 4T o es momento de dar la vuelta y votar por la oposición?

¿México enfrentará de nuevo una elección de estado, como las que vivimos en los gobiernos del PRI, a la que se suma la intervención de los carteles del narcotráfico y delincuencia organizada?

Respetar el voto ciudadano y garantizar elecciones limpias y transparentes sería el mejor acierto del gobierno de AMLO, por el bien de la democracia y del futuro del país, para que los mexicanos voten libremente y se respeten los resultados en un verdadero estado de derecho.

*director fundador del Instituto de Ciencias Jurídicas de Puebla.

Publicado en COLUMNAS

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