Domingo, 16 Abril 2023 10:14

La Misericordia Divina

Reflexión Poética | Compartiendo Diálogos Conmigo Mismo

(El humano ser complacido como ser humano, a través de la sublime ofrenda, vela y custodia la creación, mientras se abraza al Crucificado que es cauce de vida que nos encauza en la verdad, mediante la revelación del misterio Trinitario y de la mística divina).


I.- INCLUIR LA MISERICORDIA,
ENTUSIASMA SIEMPRE

Dios que mora en una voz impenetrable,
nos vive cada día con la mística del sol,
se reaparece con el lenguaje del cosmos,
para dar un mayor relieve a la existencia:
vertida en el estar y convertida en el ser.

Aquel que ama desea darse a sí mismo,
entierra las inmoralidades de aquí abajo,
proclama la alianza celeste como albor;
pues por muy intenso que sea el ocaso,
más vivificante es la compasión divina.

El Cristo pascual es un símbolo viviente,
de que la cruz nos ensalza a otro espacio,
y hacia otra dimensión más comprensiva,
reconciliando nuestras propias miserias,
que han de embellecerse con la bondad.

II.- ABRAZAR EL SIGNO DEL PERDÓN,
SIEMPRE RECONCILIA

La alianza de Jesús libera los corazones,
injerta alegría en el espíritu del camino,
rompe los tormentos que nos encierran,
haciéndonos salir de nuestras pobrezas,
para entrar en el don de la indulgencia.

Necesitamos la práctica de uno mismo,
estar dispuestos a enderezar las caídas,
vivir el amor en las llagas del Redentor,
lo que conlleva abrir el ente que somos,
y cerrar caminos que nos impidan volar.

El abrazo del Padre siempre nos renace,  
mana y emana de su estado compasivo,
perpetuamente espiritual y muy cercano,
hasta el extremo de sentir esta entereza,
que transfigura la pasión en compasión.

III.- ENVOLVERSE DE CONSUELO,
ALIVIA SIEMPRE

La vida es un donarse en cada aurora,
un descubrirse en los demás como luz,
un abandonarse como bálsamo de paz;
cuando esto forjamos encontraremos,
que la angustia se desespera y nos deja.

El hombre desdichado busca la dicha,
tras sustraer las cruces que le enclavan,
en el dolencia de su pena que le apena,
pero con el llanto del otro se aminora,
ya que tan sólo en el asistir se coexiste.

Junto al sacrifico liberador del Verbo,
el espíritu vivificante nos engrandece,
mientras el Señor nos visita en silencio,
para no eclipsar el gozo de la placidez,
perceptible en el sufrir por quien sufre.

Víctor Corcoba Herrero
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Publicado en COLUMNAS

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