Columna | P u l s o     P o l i t i c o

            Cuando en el futuro, se estudie el siglo XXI mexicano, los hombres y mujeres de las futuras generaciones se sorprenderán de que en los periódicos y revistas, en las películas noticiosas de la televisión, solo encontrarán notas policíacas, predominando los escándalos de la clase política nacional y de la clase delincuencial organizada. Y se preguntarán, ¿cómo fue posible que México hubiera caído tan bajo y que ningún político hubiera hecho algún planteamiento válido para resolver los problemas de violencia, de corrupción, de ineficiencia de sus órganos de justicia y de sus cuerpos de seguridad?  ¿Se preguntarán también, porqué los políticos y los partidos que los arropan, en vez de abordar los problemas de la nación, se hubieran empezado a pelear entre ellos. A insultarse, a guerrear, sobre todo en las épocas de precampañas, y de intercampañas. Empezaran a echar a volar su imaginación basados en encuestas que casi nunca han sido serias y menos las que se realizan con tanta anticipación.

           Porque los políticos y sus partidos, han pretendido siempre engañarnos y creen que nosotros, el pueblo, se traga sus inventos de encuestas pagadas que con tres o cuatro meses antes de las elecciones, ya dicen el porcentaje de la intención de voto de ciertos sectores que dicen haber sido encuestados y que la pregunta básica fue: “Si en este momento fueran las elecciones, ¿por qué candidato votaría?” y de ahí se suelta una retahíla de suposiciones, de rumores, siempre infundados o pésimamente fundados en mentiras que los propios “cuartos de guerra” de los políticos en campaña, inventan.

           Para que México llegue a ser realmente un país democrático, falta mucho. No puede haber democracia real, en un país con tanta desigualdad social como la que existe aquí.

           Si más de la mitad de nuestra población vive en la pobreza y un elevado porcentaje está en la pobreza extrema, la democracia no puede existir.

            Con la mayor facilidad, los políticos y sus partidos, podrán comprar su voto para beneficio individual o de grupo. La democracia implica un cierto grado de igualdad: que el ciudadano que va a votar, no sea analfabeto; tenga empleo o un modo honesto de vivir; servicios de salud garantizados, servicios educativos, en fin, que sea un miembro de algún sector de las clases medias, que en nuestro país, son minoritarias.

           Estamos diciendo que  en México más de la mitad de la población vive en la pobreza: eso significa que vive al día, carece de instrucción, de servicios médicos, de seguridad social, de empleo formal. Que el cincuenta por ciento de la población de un país esté en esas condiciones, no es nada sano y menos democrático y que todavía haya un porcentaje elevado de gente que viva en pobreza extrema, es una catástrofe.

            En esas condiciones tenemos lo que podemos tener: democracia de ínfima calidad, con partidos casi inexistentes, sin ideología, desestructurados, desorganizados y con políticos menos que medianos, salvo raras excepciones, que solo trabajan o funcionan en épocas electorales.

            Ayer fue 21 de marzo, una fecha histórica importante que empieza a ser olvidada por los efectos del sistema neoliberal, que desde los tiempos de Salinas, nos empezó a modernizar sobre la base de que un país debe olvidar su pasado y meterse de lleno en la economía para llegar a ser una potencia.

             Bueno, pues no somos una potencia después de más de 20 años de neoliberalismo, pero ya poco nos acordamos de fechas memorables de nuestra historia.

             La de ayer era una de esas fechas, que por alguna razón, la seguimos recordando con terquedad: el fallecimiento de don Benito Juárez, al que muchos historiadores consideran el segundo libertador de México, y explican: la Independencia de España, se la debemos a Hidalgo, Morelos y Vicente Guerrero, pero ya sin el yugo español, nuestra sociedad siguió funcionando como nación colonizada, pues el clero católico sustituyó a la corona española y fue Benito Juárez y su grupo Liberal, el que se enfrentó a las fuerzas que impedían desarrollarnos como un país libre a través de la Guerra de Reforma.

            La separación de la Iglesia y el Estado por tener funciones completamente distintas, permitió que México pudiera avanzar como nación libre y soberana, sin ataduras de ninguna especie.

            Ayer hubo actos de homenaje al Benemérito de las Américas, ante su monumento erigido en la avenida que lleva su nombre (colonia La Paz) Ante su monumento erigido en la plaza que lleva su nombre, sobre el boulevard 5 de Mayo y en el Carolino, un acto que inició don Ignacio Manuel Altamirano, en el siglo XIX y que desde hace 30 años reanudó y sigue organizando el C.P. Alfonso Yánez Delgado (El Güero Yánez) y un grupo de universitarios que participaron en la lucha de 19961, así como algunas logias masónicas.

            Este acto tuvo ayer un invitado, como orador oficial, de lujo, el padre Alejandro Solalinde, quien es figura internacional al convertirse desde hace años, en el defensor de los trabajadores emigrantes que viajan constantemente de países latinoamericanos a los Estados Unidos en busca de trabajo para dar una mejor vida a sus hijos.

              El Padre Solalinde estuvo desde un día antes en Puebla y participó junto con Ana Luz Minera, en la presentación del libro denominado Los Emigrantes del Sur. Ayer, fue el orador oficial del acto que año con año se lleva a cabo en el corredor de entrada del edificio Carolino de la BUAP.

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