Miércoles, 28 Junio 2017 14:26

Hacerse vida en todo

Artículo | Algo Más Que Palabras
   
    Mientras la vida se realiza injertando vida y luego viviéndola, estando bien atento a no caer en la tentación de la pereza, pues por propia naturaleza somos almas en permanente búsqueda, lo mismo ha de suceder con nuestro modo de vivir, de remar como una piña, sin buscar la vanagloria personal; y, en cambio, si la verdad y la deferencia entre todos. Por desgracia, hace tiempo que en lugar de educar la conciencia de las gentes, se ha pasado a desvirtuar lo íntegro, pensando que lo trascendente es alcanzar el poder para pisar más fuerte en lugar de servir mejor. Fruto de este descontrol educativo en el mundo, ahí está la creciente radicalización ciudadana, debido a una educación inadecuada y sin esencia alguna. La evidencia nos demuestra que invertir en los seres más vulnerables no es sólo lo correcto, sino también lo más sensato, porque nuestro destino es abrazar la luz para divisar el horizonte, espacio que forma parte de nuestra innata existencia.

    A mi juicio, hay que hacerse vida en todo y para todos, despojándose de aquello que impida embellecer nuestro camino. Allá donde se conviva, en el estado de crecimiento en el que uno se halle, hay que tomar una actitud de compasión siempre, de entrega y generosidad hacia al análogo. Menos armas y más alma, más corazón es lo que hay que llevar consigo. Lástima que la necedad nos domine. Algo tan de sentido común, como que el Tratado de Prohibición Completa de Ensayos Nucleares, se convierta en ley aún no ha sido posible. Un total de 180 naciones lo han firmado, de las cuales 164 lo han ratificado, incluidos tres Estados con poder nuclear: Francia, Rusia y el Reino Unido. Pero, otros 44 que poseen estas tecnologías deben aún firmarlo y ratificarlo para que el Tratado entre en vigor. Estos incluyen a China, Egipto, India, Irán, Israel, Corea del Norte, Pakistán y Estados Unidos. Seguramente todos deberíamos recapacitar, ser más conciliadores, más ferverosos de lo armónico, sin intención de convencer a nadie, sino haciendo de nuestra propia vida un mero deseo de asistencia para los que nos piden auxilio. No olvidemos que los grupos extremistas no conocen fronteras.

    Indudablemente es la vida la que nos dona vida, y nosotros hemos de ser donantes de sueños. Esta es la cuestión. Como Machado, yo también pienso, “que tras el vivir y el soñar, está lo que más importa: el despertar”. Ha llegado el momento de moverse, y la acción es lo único que tiene arrojo. Nuestra generación está llamada a predicar menos y a ser más rompedora. El testimonio de Colombia de haber completado la dejación de armas, es un buen referente para construir puentes, para acercarnos unos a otros. No olvidemos que somos ante todo, y sobre todo: constructores, no destructores. Hace mucha falta, por consiguiente, testimoniar el valor de la gratuidad en un mundo en el que privan los beneficios, el lucro sobre todo lo demás. Me asustan los que se apropian de todo, inclusive de vidas que no les pertenecen. Frente a toda esta atmosfera de corrupciones, cohabitan gentes de paz que no retroceden, que no miran para otro lado, que ponen su vida al servicio de esta humanidad doliente, con cercanía y acogida, verdaderamente amorosa.

    El amor que todo lo justifica y ampara, ha de activarse hoy más que nunca para no enfermar. El virus de la indiferencia nos está dejando sin espíritu. Además, si en certeza queremos dejar intacto este paraíso viviente para las generaciones venideras, hemos de cultivar el respeto por todo aquello que nos rodea. A lo mejor tenemos que gritar menos y amar más, cuando menos para reducir tantas tensiones inútiles y para entablar conversaciones políticas sustantivas. La ayuda humanitaria se ha hecho imprescindible por doquier, hasta en lugares pacíficos se necesita de ese acompañamiento que nos dignifique como gentes de sentimientos y valores. La tutela de la vida y la creación de condiciones para una existencia en libertad, deberían estar en el centro de todos los gobiernos y jurisdicciones, a fin de fortalecer el vínculo entre desarme y desarrollo. Ojalá, todas las personas, todos los pueblos, también la Comunidad Internacional, hagamos lo posible, por muy imposible que nos parezca, para accionar otros lenguajes menos usureros, basados en el diálogo y en la comprensión, por el bien de toda la especie humana. Que la vida se hizo para vivirla, no para matarnos unos a otros. Por cierto, la misma sociedad está obligada a hacérnosla radiante. Toca resucitar, pues, una nueva época que nos hermane. Manos y coraje para la faena, ¡qué no falte!.

Víctor Corcoba Herrero / Escritor
Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

Publicado en COLUMNAS

Artículo | Algo Más Que Palabras

    Los  tiempos cambian y nosotros, la especie humana, también modificamos  nuestras actitudes y comportamientos. Mientras la fija estática tiene poco de humana, lo estético si debe formar porción nuestra. Además, no sólo andamos en continuo movimiento, con nuestro cambio de obrar sin miedo, requerimos de una libertad interna que hemos de saber respetarla cada día. Todos nos merecemos, como seres pensantes, tener un dominio absoluto sobre el yo. Cada cual, por sí mismo, ha de contribuir a dar valor a la esencia de la vida, a través de su modo de ser y de vivir, máxime en un momento de cambios profundos, que si hay algo que se debe alimentar, es recuperar lo humano en todas sus dimensiones. Lo inhumano no puede persistir. Tampoco podemos omitir los territorios de mentiras que nos ofrecen. Tenemos que reconocer la abundancia de falsedades que se respira por todo el planeta, mediante discursos de odio y resentimiento que nos llevan a la perdición total.

    Sea como fuere, deberíamos recapacitar  y entonar otros abecedarios más cercanos, menos fríos, pues el futuro no está en saldar cuentas a nadie, sino en convivir cada vez más unidos, más hermanados en definitiva. La marcha organizada en Madrid, el mismo día de la investidura del presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, es un claro testimonio de esa hipocresía reinante, pues no se puede agitar socialmente ninguna ilegitimidad, en una elección totalmente democrática. Lo rotundamente antidemocrático, precisamente, es que dicho movimiento haya contado con el apoyo de parlamentarios, actuando contrariamente a lo que representan y de lo que forman ellos mismos parte. Este mundo de contradicciones, que aísla, enmaraña y separa, que enfrenta y activa el desasosiego desde la más probada invención, si que merece la crítica y la exclusión de nuestros horizontes. Que nadie se escude en nosotros a través de la farsa.

    En todo caso, ni debemos lavarnos las manos jamás, ni tampoco encerrarnos en nosotros mismos. Ahora bien, bienvenidos los cambios; pero con respeto y consideración hacia todo ser humano. Quien es auténtico, no quiere que le confundan ni confundirse, asume la responsabilidad por ser lo que es, y también se reconoce emancipado de cualquier poder. Emanciparse es la mayor de las liberaciones en un ambiente de tantas esclavitudes. Naturalmente, lo vengo diciendo en sucesivos artículos, es hora de indultarse asimismo y de tener voz propia, de renovarse hondamente en todas nuestras habitaciones interiores, de mirar hacia dentro de nosotros y también hacia fuera, con la autenticidad que se nos exige por imperativo de conciencia humana, para no tener luego que lamentarnos.

    Es característico del espíritu humano libre, reflexionar sobre estos vaivenes, ser partícipe de estas internas transformaciones, huyendo de la mentira, de lo que no es verdadero, pues únicamente desde la verdad puede construirse ese mundo más justo y fraterno. A diario, para desgracia de todos, somos traicionados por la apariencia de la verdad, engañados por el porte de lo que no es, y esto no es saludable para nadie. Fiel reflejo de este clima de incertidumbres, es la intranquilidad que todos llevamos consigo, cuando es desde la tranquilidad del alma, la manera de gozarse y de recrearse en la sabiduría que esto genera.

    La mentira, tan cruel como la verdad mal entendida, nos lleva a un callejón sin salida. Ya no sólo al caos, a nuestra misma destrucción como especie. Todos conocemos ciudadanos que han vivido para el odio y han suprimido todo el amor dentro de sí mismos. Han hecho de su vida una verdadera ficción. Ojalá descubriésemos que el mejor modo de vengarse de un enemigo es no parecérsele. Por eso, es importante tener tiempo para nosotros, para poder hacer silencio y observar. Hoy más que nunca tenemos que asegurar entre todos que se respeten los derechos humanos, independientemente de su color político, etnia o religión. A mi juicio ha de ser prioritario evitar atrocidades futuras; de ahí, la necesidad de impartir justicia a las víctimas y de poner orden en un mundo tan convulso, por tantas injusticias aglutinadas.

    Volviendo a ese cambio de época, continuo e inevitable, a ese factor dominante de la sociedad presente, lo que implica poner en clave humana la convivencia. El diálogo, con la multiculturalidad, ha de ser el gran instrumento y el lazo común de la sociedad. Estamos predestinados a entendernos, a convivir socialmente, aunque los escenarios sean diversos, ya que cada situación es distinta, también cada ser humano tiene un ritmo diferente de adaptación y aceptación a las nuevas situaciones, lo que nos exige una apertura y generosidad sin límites. Lógicamente, es hora de respuestas colectivas. Sólo así se podrán superar actitudes de desconfianza y promover una cultura concurrente, que genere cohesión social y humanidad entre sus caminantes. En este sentido, con gran acierto a mi manera de ver, Naciones Unidas acaba de reivindicar el papel de las ciudades como fuente de desarrollo global e inclusión social. Idéntica aplicación hemos de hacer con el entorno rural, fortaleciendo las capacidades y los recursos, ayudando de esta manera a garantizar algo tan básico como es la seguridad alimentaria mundial.

    Indudablemente, el mundo contemporáneo tiene necesidad de líderes prudentes que impriman un nuevo modo de vivir, una nueva manera de convivencia más nítida. Quizás tengamos que cambiar de lenguajes, ser más accesibles, prestando más atención a los que nadie quiere atender ni entender. Ya está bien de ponernos corazas para no ver lo que debemos ver. Apenas sufrimos por nadie, somos una sociedad insensible, que no cuida a los enfermos, a los ancianos, ni tampoco les permite hablar. Sin duda, ante esta bochornoso contexto, necesitamos otros paradigmas, que nos ayuden a volver a reubicarnos como familia. No podemos permanecer desorientados, sin criterio alguno, porque tal desconcierto nos llevará a tomar caminos equivocados, a la confusión permanente, y esto es nefasto para un linaje que aspira a una mentalidad empática con cualquier ciudadano. Para esto, naturalmente, tenemos que salir de nosotros, para escuchar y oír, para acompañar y acompasar ritmos y facilitar el encuentro de timbres y tonos entre culturas. A mi juicio, es significativo leer la realidad, haciéndole frente, sin catastrofismos, con el valor necesario que da la ilusión de levantarse y renacer.

    Tal vez tengamos que propiciar un cambio testimonial, de coherencia entre lo que decimos y realmente luego hacemos. Tenemos que aprender a suscitar humanidad. Y no ir por aquí, por allá, como autómatas, sin verter una lágrima ante los auténticos sollozos de la gente. Si importante es saber reír, también lo es saber llorar con el análogo nuestro, no vaya a sorprendernos la muerte sin haber sentido pasión alguna o compasión por nadie. Sobrevivientes yazidi y defensores públicos como Nadia Murad y Lamiya Aji Bashar, personas galardonadas este año con el Premio Sajarov del Parlamento Europeo para la Libertad de Pensamiento, cuya entrega se llevará a cabo en Estrasburgo el 14 de diciembre, debe hacernos cuando menos recapacitar. Con la concesión del citado reconocimiento, todos los moradores de este planeta han de escucharles, pues están demostrando que su lucha no ha sido en vano y que siguen dispuestas a dar lo mejor de sí por reencontrar la esperanza en un mundo tantas veces desolado. Al fin y al cabo, cada ser humano desde su hábitat ha de dar testimonio, como fiel hacedor de su tiempo, de lo que le ha tocado vivir. Así podremos meditar, tanto las generaciones actuales como las venideras.

Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

Publicado en COLUMNAS

Consola de depuración de Joomla!

Sesión

Información del perfil

Uso de la memoria

Consultas de la base de datos